“Por iniciativa propia” - A buenas horas mangas verdes, la Fiscalía Provincial de Madrid ha abierto diligencias para investigar la marcha neonazi del pasado sábado en el barrio madrileño de Chueca en que se corearon consignas asquerosamente homófobas. Lo hace “por iniciativa propia”, según subrayan varios medios en el primer párrafo de la noticia, supongo que al rebufo de la correspondiente nota de prensa. Por iniciativa propia, hay que jorobarse, como si en el día y medio transcurrido desde la nauseabunda movilización no hubiera corrido un torrente de estupefacta indignación al comprobar cómo a plena luz del día un tipos con esvásticas y la habitual parafernalia hitleriana gritaban “¡Fuera sidosos de Madrid!” o “¡Fuera maricas de nuestros barrios!”. Eso, mientras desfilaban con el brazo extendido y palma hacia arriba y lanzaban bengalas durante dos horas.

Permisividad total - Más allá de recabar las grabaciones de la siniestra movilización, como anuncia el Ministerio Público esforzándose en aparentar severidad, quizá se debería acudir a la fuente original, que no es otra que la Delegación del Gobierno español en Madrid. Fue esta institución la que concedió el permiso para pegarse un garbeo del centro de Madrid a Chueca a unos convocantes que ya tenían amplia bibliografía presentada en montar pollos de este tipo. “¡Es que nos dijeron que era para protestar contra la Agenda 2030-2050!”, se justifica ahora la delegada, como si no conociera el percal. Aceptemos, en todo caso la excusa de mal pagador, y pasemos al siguiente interrogante: ¿Por qué la policía no actuó cuando quedó claro que se desbordaban de largo los presuntos planteamientos de la convocatoria? O, mucho más llanamente, ¿por qué los pomposamente llamados cuerpos de seguridad del Estado permitieron los aullidos homófobos y la impúdica exhibición de elementos expresamente anticonstitucionales cuando otras veces entran a saco por menos?

No es libertad de expresión - No hace falta que contesten. Una vez más, eran preguntas puramente retóricas. Saben que me disgusta la demagogia facilona, pero en este caso, como en tantos otros, las habas están contados. Lo que ocurrió no es anécdota sino categoría. Determinados odiadores se mueven a sus anchas porque los encargados de pararles los pies miran a otro lado. Tomen nota, por lo demás, los que en situaciones similares pero al otro lado de la línea imaginaria, tiran de la matraca de la libertad de expresión. A ver si nos queda claro que ese santo paraguas no ampara a quienes promueven el odio aunque sea solo con la palabra.