Ahora ya sí se puede decir que la peseta es historia. Los más rezagados hicieron largas colas ante las sucursales del Banco de España para cambiar sus leandras, pelas o púas, según sus viejunos nombres populares. En más de un caso se llevaron un chasco. Este ciudadano burgalés que viajó a Bilbao con 40.000 pesetas volvió con 240 euros.