- Por supuesto, no son los únicos que han luchado por la ley del bien morir que hoy entra en vigor, pero quizá por proximidad, los miembros de la familia de Portugalete Lorente Tellaetxe son los primeros que me vienen a la mente en una jornada como esta. La gran lástima es que para Maribel, que pasó los últimos años de su vida sin saber quién era, llegue muy tarde. Era algo que ya sabían su marido y sus hijos, pero que no impidió que siguieran dando la batalla. Al contrario, redoblaron sus esfuerzos para evitar que otras familias pasaran por lo mismo, y así, los hemos visto siempre en primera en línea explicando lo obvio: que es una crueldad prolongar a toda costa la existencia de alguien que en plena lucidez expresó su deseo de que le dejaran partir.

- Ha sido un camino largo, duro y plagado de sinsabores. La política, o sea, el politiqueo en la peor de sus versiones, tuvo bloqueado el proyecto durante años. Había vértigo, cálculo electoral, una tremenda hipocresía y vieja demagogia con olor a nacionalcatolicismo rancio. No estoy diciendo, ojo, que no sea legítimo tener reparos o, incluso, estar en contra. Pero no es de recibo aportar como único argumento que va contra los designios de la religión o que hay que aceptar el sufrimiento desmedido si es lo que ha querido Dios. Menos, cuando estamos hablando de una opción individual, consciente, meditada, solicitada con tiempo y, en última instancia, aprobada por una comisión ética. En todo caso, hay razones para pensar en exceso de garantismo más que en lo contrario. Se retratan los que difunden la especie de que la ley servirá como excusa para librarse de los mayores o personas incapacitadas que nos sobren. Mienten y lo saben.

- Por lo demás, y más allá de las siglas, parece que el consenso a pie de calle es amplio y transversal. Conozco a muy pocas personas (creo, en realidad, que a ninguna) que pedirían que les mantuvieran respirando artificialmente si perdieran la conciencia de sí mismas o las mínimas facultades para desenvolverse sin ayuda permanentemente. Y quienes sí prefieran esa situación pueden estar totalmente tranquilos porque su opción se respetará y no podrán venir terceros a decidir por ellos. Espero que, como ha ocurrido con otras leyes acompañadas en su origen de escándalo, el tiempo normalice del todo la que estrenamos hoy. Será un signo de madurez social y, por encima de todo, un modo de reducir el sufrimiento innecesario de muchísimas familias.