O JANSSEN O NADA - El culebrón vacunil de la selección española se supera en patetismo y vergüenza ajena de minuto en minuto. La última, que a estas horas quizá sea solo la penúltima, es que el zigzagueante Ministerio español de Sanidad ha tenido que envainársela y aceptar la petición -o sea, la exigencia- de los responsables médicos del combinado. El resumen final es que habrá vacunación de dosis única con Janssen para los jugadores que no hayan tenido el bicho y un pinchazo de Pfizer para los que hayan pasado el covid hace menos de cuatro meses. En resumen, que la montaña ha parido un ratón y que Carolina Darias ha vuelto a lucirse en uno de sus digodiegos que ya son marca de la casa. Todo, en realidad, para bien poca cosa. Como sabe hasta el que reparte las cocacolas, la inmunización no es efectiva hasta dos semanas después de la inoculación. Por medio pueden pasar muchas cosas. Como dijimos ayer, incluso que los de Luis Enrique estén sin opciones de pasar de ronda. Con todo, los malvados como el que suscribe disfrutaremos de las sugerentes imágenes de los soldados del bravo ejército español percutiendo con una aguja los bíceps de los representantes de la furia roja.

AL CAMPO A PELO - El despropósito se une a otro que, sin embargo, ha tenido menos relieve público. Ahora ya sabemos que los 16.000 asistentes a cada partido en La Cartuja de la capital hispalense podrán ir a cuerpo gentil. Es decir, no tendrán que acreditar certificado de vacunación ni PCR reciente negativa. Asegura la Consejería de Salud del Gobierno de Andalucía que la actual situación epidemiológica de la Comunidad permite esa alegría. Eso, después de que solo 48 horas antes, la Subdelegación del Gobierno en Sevilla hubiera advertido de la obligatoriedad de cumplir el protocolo covid, o sea, el test correspondiente o una prueba documentada de inmunización. El cabreo de los aficionados ante la exigencia ha provocado el caprichoso y arriesgado cambio de criterio.

LOS ANTECEDENTES - Echando la vista atrás con ira, uno recuerda que estos partidos de la Eurocopa se iban a disputar en Bilbao y que finalmente volaron a la vera del Guadalquivir porque las autoridades vascas establecieron unas garantías sanitarias rigurosas para permitir la presencia de espectadores en San Mamés. El desenlace de la película de pícaros desvergonzados demuestra que en la piel de toro se premia antes la irresponsabilidad temeraria que la prudencia más elemental. Tampoco vamos a hacernos los sorprendidos.