Corte de vacilón - La carta de Oriol Junqueras ha cortado literalmente el vacilón que se traían al fondo a la derecha desde la victoria apoteósica de Ayuso en Madrid. Parecía que el extremocentro, ahora ya con el clarísimo liderazgo del PP, iba enchufado hacia la reconquista de La Moncloa, impelido, más que por los aciertos propios, por la sucesión de pifias de Sánchez y, sobre todo, de su susurrador mayor, Iván Redondo. Pero junio le ha salido torcido al partido que no acaba de vender la sede de Génova. El aperitivo fue la incómoda convocatoria de Colón, con casi nada que rascar para Casado y todo el lucimiento posible para Abascal. Llegó luego la imputación de Cospedal en el marronazo de la Kitchen y, cuando todo se fiaba al incendio social, apareció el líder de Esquerra con un salvavidas para el presidente español desde hace tres años. Esas líneas en que se acepta como mal menor el indulto y se renuncia a la vía unilateral han descuajeringado los planes de los abonados al cuanto peor, mejor. Las tornas se vuelven y el malvado indultador de golpistas pasa a ser visto como amansador de fieras secesionistas. No es casualidad que el verbo más utilizado en los titulares, igual en los medios ultramontanos, que en los que le hacen palmas al actual gobierno español o en los (más o menos) neutrales haya sido allanar. Después de esos meses de repecho sin respiro, a Sánchez se le dulcifica el camino.

Balón al córner - Básicamente, lo que ha conseguido el rey del escapismo es su especialidad: más tiempo. ¿Para qué? Para lo que sea menester. Ahí sí que no hay un plan. Es pura patada a seguir. El alivio consiste en que ya no habrá una percepción tan negativa de los indultos y, sobre todo, en que se garantizan los votos decisivos para mantenerse en el poder. Todo, a cambio de muy poco. Porque lo que ha ofrecido al soberanismo posibilista que encarna ERC no es más que retomar las mesas de diálogo de antes de la pandemia. O sea, que en términos prácticos, el balón del procés está en el córner. Salvo monumental sorpresa o necesidad perentoria mayor que la actual, no se va a avanzar ni un milímetro respecto a la posición actual. Habrá, sí, salidas de la cárcel y quizá alguna que otra gominola apaciguadora. En lo sustancial, sin embargo, se retornará a tiempos incluso anteriores al 1 de octubre de 2017. Todo lo más que se puede esperar es un nuevo Estatut que, seguramente, tampoco será muy distinto de aquel con cuyo cepillado empezó todo esto. Mi gran duda es qué van a hacer los independentistas que creyeron sinceramente que las cosas serían de otra manera.