En tiempos pasados una vara de madera -casi siempre de avellano- acompañaba a pastores y agricultores del valle cántabro del Pas y les simplificaba su trabajo para saltar los cercados. Hoy doce jóvenes recuperan esa tradición convertida en deporte: el conocido salto pasiego.

El salto pasiego es una modalidad deportiva autóctona de Cantabria que se practica junto a otras similares que también recuerda lo que hacían los pastores, ganaderos y agricultores para realizar sus labores diarias, acompañados de un palo, que en este deporte, se usa como pértiga. Para encontrar a quienes hoy practican esta modalidad deportiva hay que adentrarse en la comarca cántabra de los Valles Pasiegos, donde esa docena de hombres hacen de una cachava su pértiga, apoyo, sustento y vehículo durante las exhibiciones y concursos que realizan de domingo en domingo durante los meses de verano.

El salto pasiego, la modalidad de este deporte autóctono de Cantabria más tradicional y conocida, consiste en desplazarse desde un punto hasta otro utilizando un palo de madera a modo de pértiga. Pero, a diferencia del salto en los Juegos Olímpicos, en el pasiego el que gana es el que más lejos -y no más alto- se desplaza. El origen de esta prueba proviene de la tradición pasiega, ya que los antiguos pastores y agricultores cántabros utilizaban sus varas para atravesar ríos, saltar muros o atender al ganado. Estos actos cotidianos para un pasiego se convirtieron en lo que el saltador Daniel Pérez denomina “un deporte tradicional” de Cantabria y, más en concreto, de los Valles Pasiegos.

Modalidades El triple salto, el salto pasiego, rayar al palo o andar sobre él son las principales modalidades de este deporte regional. Para conseguir un buen salto pasiego, Pérez asegura a Efe que el truco reside en “coger carrera, echar el palo y avanzar todo lo que se pueda”, aunque advierte de que para ello es necesario “dominar el palo”.

Rayar al palo es la disciplina más exigente desde el punto de vista físico porque obliga al pasiego a estirarse completamente mientras raya el suelo con el dedo, apoyándose solamente en su compañero inseparable: la vara. El deportista que más lejos hace su marca en la arena y consigue levantarse sin tocar el suelo es el ganador de esta prueba, un auténtico acto de fe y fibra en las piernas con el que los pasiegos, en su origen, intentaban alcanzar objetos lejanos.

Los saltadores coinciden en que andar al palo es la modalidad “más espectacular” y que, según opina Pérez, sólo la dominan “tres o cuatro” de los doce que participan.

Los cinco primeros de cada modalidad cobran un premio en metálico que oscila entre los 70 euros para el primero y los 20 para el quinto, aunque los deportistas recuerdan que antes de la crisis en este tipo de pruebas “se pagaba el doble de lo que ahora”. Sin embargo, la ilusión de los saltadores no la mueve precisamente el dinero, sino el amor que sienten por una tradición que la mayoría de ellos la han practicado “durante toda la vida”. “Mientras pueda voy a seguir haciéndolo porque no quieres que se pierda, al igual que ocurre con el mundo de los bolos cántabros, porque al final son tus raíces”, insiste el saltador de Valdició de Soba.