Bilbao. Estudió Bellas Artes y completó su formación en Bristol y en París, "una ciudad monstruo que casi me devora". Hoy Ana Oj, diseñadora de formación y de vocación, regenta Ana Dedal, Costura Meeting Point, un lugar cálido y acogedor en el número 1 de la calle Manuel Allende (previo paso por la calle Bertendona...), donde a uno le sirven un café según entra. Nunca soñó con lo que hoy es: maestra de costura. Y comienzan a ser muchas quienes se acercan a ese punto de encuentro para aprender el abecé de la costura.
¿Muchas? ¿Acaso el dedal no es cosa de hombres?
Sí, sí. Vienen algunos. Y no te creas, hay nivelón. Pero vienen los que ya saben bastante de costura. Quizás los que no saben tengan timidez al verse rodeados de mujeres.
Una joven emprendedora, ¿el mundo es de ustedes?
No sé cómo fue en otra época, pero hoy no hay ninguna facilidad para emprender. Hay demasiada burocracia, demasiado papeleo. Y eso que yo he tenido la suerte de dar con una asesoría estupenda.
Pero...
Estás perdida cuando empiezas, no sabes por dónde te da el aire. El sistema pone trabas y más trabas. Mira, yo no tengo hoja de reclamaciones porque nadie sabe dónde tengo que pedirla. Es un ejemplo.
Allá en Bristol... ¿Soñaba con algo así?
No. Nunca soñé con dar clases de costura pero es algo que engancha, sobre todo, por la ilusión que trae la gente. No barajaba esa posibilidad que surgió por necesidad, tengo que reconocerlo. Como diseñadora no me alcanzaba.
¿Qué le faltaba?
Yo diseño una ropa especial para una ocasión especial. Es mi apuesta.
¡Atrevida!
De la misma manera que me pueden elegir a mí, me gusta ser capaz de elegir a mis clientas, a mujeres con sensibilidad que sean capaces de apreciar los matices, las cosas que me importan al crear.
¿Le pudieron los nervios en el comienzo?
No, nada de nervios. Una tiene que ir contenta a trabajar porque la ilusión es contagiosa.
¿No resulta extraño el regreso a labores que parecen de otros tiempos?
¿Por la costura, dice? Yo agradezco a la crisis que haya devuelto la costura al mundo, porque es verdad que estaba olvidada. Igual que el punto, el ganchillo... todas esas técnicas de antaño.
¿Regresan solo por falta de dinero?
Es importante, sí, pero no lo único. La gente quiere hacerse sus arreglos, sus vestidos. Hay gente que se conforma con aprender a cogerse los bajos del pantalón.
Y sin embargo...
Hay otra gente que arriesga mucho más. Me asombra la valentía de algunas. Me acuerdo de una alumna que vino con una idea clara: hacerse un vestido para la boda de su hermana.
¿Y el día de la ceremonia iba...?
¡Genial!
Decía que hay otras razones
Además hay un regreso a lo artesano, a la alimentación natural, al yoga. A una vida más lenta. ¡Ojalá llegue pronto!
¡Tiene prisa por ir lenta!
Sí. Ja, ja, ja. Yo soy la primera que va estresada por la vida. Ya sé que es un contrasentido, pero esto está montado así.
¿También tiene alumnas que quieren ser Coco Chanel en tres semanas?
Tanto no, pero sí que hay gente que llega un punto pasada de rosca, muy estresada. Tengo alumnas que entran en el taller como un miura y al cabo de las horas son margaritas. La costura puede utilizarse como terapia antiestrés.
Volvamos a los orígenes. Si me dejo asesorar por usted, tendré una 'personal shopper'?
¿Personal shopper...? No me gusta ese concepto. Importa más que una prenda siente bien a tu cabeza que a tu color de piel.