Nervio, potencia y contención de un buen director
Director. Daniel Calparsoro. Reparto. Alberto Ammann, Antonio de la Torre, Karra Elejalde, Inma Cuesta y Luis Zahera. Guión. Javier Guilló y Jorge Arenillas (basado en la novela de Fernando Marías). Producción. Vaca films y Morena Films.
Nadie ha discutido hasta ahora la solvencia visual de Daniel Calparsoro. En Salto al vacío, su primera manifestación como director novel, se defendió en un paraje postindustrial y marginal, creando instantáneas que pocas veces se han mejorado en el cine español, una dureza abrupta que funcionaba mejor como plasmación de una rabia que quería imprimir como autor: un desafío al espectador para que no estuviera cómodo (en algunos fotogramas parece que las llamas van a quemarle). Desde entonces, en una carrera más o menos irregular, ha sabido pulir una dirección más madura y oxigenar su universo cinematográfico, rodearse de mejores profesionales y dejarse asesorar para liderar el peso de la película.
En Invasor explora y mejora los recursos narrativos que mejor sientan a su cine, logrando su mejor resultado: un thriller de acción trepidante, donde prioriza tanto las sensaciones como las acciones espectaculares, desfondando a sus protagonistas a nivel físico y psicológico, poniendo a prueba sus ideales. Porque en el cine inicialmente nihilista de Calparsoro, un director que huye de la neutralidad (como en Guerreros) intenta madurar la imagen. En su cine, el peso visual (la fotografía, la fisicidad, el abundante primer plano y el frío plano general -Ausentes) no mejoraba a través de la vitalidad y el acierto de la escritura. Un cine a veces silencioso y algo desorientado.
Invasor consigue desde el primer fotograma que el espectador se sienta dentro de la película, en un ejercicio de nervio y madurez que controla los desafíos del thriller estadounidense, es decir, primar la espectacularidad, la acción, el peligro y la resolución del conflicto.
Calparsoro cuenta con poderío un material que esta vez controla desde principio a fin y realiza un thriller comercialmente brillante, con códigos fácilmente reconocibles: un protagonista absoluto (Alberto Ammann), médico militar, de emboscada en Irak, que quiere saber qué pasó; personajes malos, los antagonistas (los fontaneros del Estado, que quieren noquear su búsqueda), la familia (esposa e hija), un entorno plácido (la casa) y un ambiente desasosegante (el clima seco de Irak y el rudo y lluvioso de A Coruña). La habitual buena dirección de Calparsoro es aún más palpable en Invasor, controla tanto las elipsis como un único flashback, progresivamente presentado, tan efectivo que acrecienta el interés por lo que pasó en Irak. Los personajes dicen lo justo, lo necesario para que sepamos la esencia. Pero se nota que el guión ha sido trabajado para crear espectacularidad, tensión narrativa con una concepción clara de lo que es la industria cinematográfica y la eficiencia en la gestión de la trama.
Algo que el cine norteamericano defiende como nadie. Pese a defender los códigos de un buen thriller, no lo convierte en sinónimo de excelente película. A nivel de producción es solvente: sentimos lo que vemos; ¿y creemos lo que vemos? Pues no del todo, es difícil olvidarse de que se trata de una ficción. Quizás me cueste reconocer que un militar español viva en esa pedazo de choza: demasiado gusto estético-minimalista. Obvia el contexto para centrarse en la heroicidad del protagonista y sus motivaciones un tanto patrióticas (o de su simple misión) y su responsabilidad civil-familiar.
No esperen encontrar referencias sociológicas de lo que pasó en todo el Estado: manifestaciones, trifulcas políticas... No es un thriller político, sino un thriller en su estado puro: con persecuciones por tierra, mar y aire (no; no hay aviones, pero sí tanques que vuelan por los aires). Un director que se hace fácil lo que muchos otros han querido hacer.