La fermentación es una técnica de conservación tan antigua como la propia cocina. Mucho antes de que existieran los frigoríficos, ya se utilizaba para alargar la vida de verduras, lácteos o cereales. En el Mediterráneo el pan, el vino o el queso son claros ejemplos de productos fermentados que consumimos a diario sin pensarlo.

En los últimos años se ha puesto el foco en otros fermentados que no estaban tan presentes en la dieta del Estado, como el kimchi coreano, el chucrut centroeuropeo, la kombucha asiática o el kéfir del Cáucaso. Lo interesante es que no se trata solo de conservar, sino de aprovechar los microorganismos vivos que generan estos procesos.

Qué beneficios aportan realmente

Los fermentados destacan por su contenido en bacterias beneficiosas (probióticos), que ayudan a mantener en equilibrio la flora intestinal. En la práctica, esto significa que facilitan la digestión, reducen molestias como gases o pesadez y refuerzan el sistema inmunitario.

Además, la ciencia ha mostrado que el intestino y el cerebro están más conectados de lo que se pensaba. Se habla incluso del intestino como “segundo cerebro”. En este sentido, los fermentados podrían jugar un papel en la regulación del estado de ánimo y en la reducción del estrés. Aunque todavía faltan estudios, cada vez más expertos coinciden en que cuidar el intestino significa también cuidar la mente.

Por qué consumimos tan pocos

En el Estado, el yogur es prácticamente el único fermentado presente de manera masiva en la alimentación diaria. Más allá de eso, el consumo de otros productos como el kéfir, la kombucha o el chucrut sigue siendo minoritario, aunque su presencia va en aumento.

El kéfir está ganando popularidad debido a sus propiedades nutricionales. OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Según algunos estudios de mercado, las ventas de kombucha han crecido más de un 40 % en los últimos dos años, impulsadas por quienes buscan alternativas más saludables a los refrescos azucarados. Aun así, persiste la idea de que son alimentos “exóticos” o difíciles de incluir en la rutina.

Cómo incorporarlos

La clave no está en transformar la dieta de golpe, sino en añadir pequeños cambios. Un poco de chucrut como guarnición, un vaso de kéfir en lugar del yogur de siempre o una kombucha para sustituir un refresco son pasos sencillos. Lo importante es la constancia y no hace falta consumir grandes cantidades, sino mantener cierta regularidad para que el cuerpo reciba los beneficios.

Estos alimentos, además, son muy versátiles. El kimchi puede usarse en ensaladas, bocadillos o platos calientes. El chucrut acompaña tanto carnes como platos vegetales. Y la kombucha, con su variedad de sabores, es una bebida refrescante que encaja incluso en reuniones sociales.

Un patrimonio que podemos recuperar

Aunque solemos asociar los fermentados con Asia o Centroeuropa, en nuestro entorno existe una tradición de alimentos similares: el queso curado, la sidra o las aceitunas son fermentados que forman parte de nuestra cultura gastronómica. Revalorizar estas opciones también significa recuperar parte de nuestro patrimonio culinario.

Además, el auge de la elaboración casera de kombucha o kéfir refleja el interés creciente. No todo el mundo tiene tiempo para hacerlo, pero el mercado ya ofrece alternativas accesibles y de buena calidad para quienes buscan empezar a consumirlos.

Los fermentados no son una moda pasajera, sino una herramienta sencilla para mejorar la salud digestiva y reforzar las defensas. Su consumo todavía es bajo pero la tendencia va al alza.