EL VIVERO. Como un aficionado más, olvidando el papel de aita, Enrique Antón, el progenitor de Igor Antón, se agolpaba desde bien entrada la mañana en una de las cunetas de la ascensión al puerto de El Vivero. No estaba solo, pues, a su lado, su mujer, Mari Jose, y su hija, Iratxe, no se separaron de él en ningún momento. No cesaron de animar cuando el ciclista galdakoztarra pasó a su lado las dos veces; acompañado la primera, en solitario la segunda y, nerviosos, sobre el asfixiante calor que llegó a elevar el mercurio hasta los 37º, estallaron de alegría cuando, gracias a la radio, se enteraron del triunfo de Fuji en Bilbao.
Ataviados en color naranja, la familia de Igor vivió de manera muy intensa la jornada en la que la Vuelta regresaba a Euskadi 33 años después. Acompañados por la Sociedad Ciclista de Galdakao, en la que el corredor de Euskaltel comenzó a dar sus primeras pedaladas, los familiares de Fuji recibieron el apoyo de decenas de espectadores con los que se toparon.
Mientras colocaba una de las nueve pancartas en apoyo a Igor, su aita, inquieto, reconocía haber hablado con su hijo antes de la salida de la etapa en Noja: "Me ha dicho que lo va a intentar". Lejos de imaginar lo que sucedería varías horas después, Enrique recibió la noticia de la escapada de Igor. Se sobresaltó, pero enseguida se calmó. "Todavía no han entrado en Bizkaia, queda mucha etapa", admitió.
Entre motos, coches y gente, asomaron cuatro cascos, cuatro ciclistas. "Ahí está, ahí viene", exclamó Iratxe. Estalló la locura entonces en el puerto. "Aupa Igor, aupa Igor", un solo grito, mil gargantas y tres más fuertes que las del resto.
Comenzaron entonces las cábalas, las cuentas sobre cuánto tiempo haría falta para poder lograr la victoria. "Le he visto bien, concentrado. Aunque para tener alguna opción tendrán que coronar con unos tres minutos de ventaja con el pelotón", reconoció Enrique, todo un manojo de nervios.
Incertidumbre final Tras la primera subida las radios se convirtieron en el mejor aliado de todos los allí presentes. El rápido descenso de Santo Domingo y la entrada a Bilbao por Begoña no trajeron demasiadas buenas noticias para Igor y el resto de la fuga, que perdieron parte de la ventaja adquirida hasta entonces. "Bueno, lo ha intentado", se resignó su aita.
Todo cambió a pie de puerto, cuando un parón en el pelotón opciones más que notables para que Fuji ganase la etapa. "Se ha quedado solo, le saca más de dos minutos al pelotón y 20 segundos a Bruseghin", gritó una vez. Nada cambió en el semblante de Enrique.
Pasó en solitario Igor por delante de su familia. "Tiene mejor cara", reconoció su aita. Las diferencias se mantuvieron, pero Enrique estuvo tranquilo: "Hasta que no pase por meta, nada", admitía su ama. Con el ciclista galdakoztarra ya en Bilbao, su hermana, incrédula se preguntaba: "¿Ya está? ¿Seguro?", hasta que un grito, el de Enrique, terminó de corroborarlo. "No me lo creo, no me lo creo, ¡ha ganado!".
Fundidos en un abrazo, la familia de Igor, que ha estado siguiéndole desde la etapa con final en La Farrapona, la anterior al Angliru, y que hoy también estará presente en Urkiola, vivió eufórica la victoria del galdakoztarra. "Ahora ya ha cumplido", sentenció su aita.