DOS pescadores faenan tranquilamente en su pequeña txalupa a un par de millas del puerto de Bilbao, cuando ven aproximarse un yate gris de aspecto amenazador, de 71 metros de eslora y 14 de manga, y con un helicóptero sobre la cubierta. Es como circular por la carretera con un Seat 600 y que se te cruce un Hummer. Tiene que impresionar.

Aunque no lo parezca, lo que hay amarrado en la ribera bilbaina, frente al Museo Marítimo, es un barco. Con su quilla, su cubierta, su proa, su popa y sus 18 tripulantes. Y con su gimnasio, su biblioteca, su jacuzzi y su helicóptero particular. Así es el Skat, un yate acorazado de lujo propiedad del magnate de la informática Charles Simonyi, el que fuera uno de los socios más importantes de Microsoft. "Es impresionante. Es demasiado", comentan algunos de los curiosos congregados cerca del buque, cámara de fotos en mano. Lo cierto es que, a medida que se aproxima al barco de Simonyi, uno se olvida de que lo que está contemplando es un vehículo marino capaz de mantenerse a flote. "Es como una casa. Ahí dentro puedes vivir, y de lujo. No sé cómo se puede fabricar algo así, me parece un disparate", dice José Ramón, vecino de Olabeaga.

El Skat llegó a Bilbao hace dos días y se desconoce cuál será su fecha de partida. A pesar de la expectación que está creando entre los bilbainos, el silencio y la quietud reinan alrededor del yate. Edward, uno de los operarios del Skat, reconoce que, por medidas de seguridad, no puede revelar la identidad de las personas que viajan en la fragata y, al preguntarle si Mr. Simonyi se encuentra a bordo, sólo responde: "Maybe (quizá en inglés)".

El color gris metálico y las formas rectas e intimidatorias del Skat recuerdan a un navío militar. También su matrícula, 9906, y el helicóptero posado en su cubierta hacen que, visto desde fuera, el buque con bandera australiana no parezca un yate de superlujo. El magnate Charles Simonyi lo encargó a la carta al astillero alemán Lürssen Yachts, quien elaboró un barco sobrio y geométricamente perfecto por fuera pero cuidado hasta el mínimo detalle por dentro. Por lo poco que se puede entrever entre las cortinas que cubren las ventanas de sus camarotes, el interior es como un palacio en el que sólo se respira paz y tranquilidad. Aunque a Francisco y a Conchi, que han venido desde Valencia de vacaciones, no les impresiona tanto. "Veraneamos en Mallorca y allí esto es de lo más normal. La mayoría de los yates de estas dimensiones tienen un helicóptero, aunque no sé para qué lo quieren", explica Francisco, quien cuenta que una vez, en el puerto de Palma, pudo ver por dentro el yate de un jeque árabe "que tenía los grifos de oro".

Las excentricidades de algunos millonarios son de sobra conocidas. Cuando te rebosan los millones y no sabes qué hacer con ellos te puedes permitir este tipo de lujos. El Skat, que ocupa el puesto 32 en la lista de los yates más grandes del mundo, es uno de los muchos caprichos que se ha concedido Charles Simonyi a lo largo de su vida. Este ingeniero informático de origen húngaro también disfrutó, hace tres años, de un viaje de diez días por el espacio que le convirtió en el quinto turista espacial de la historia.

Alguno se preguntará por qué ha elegido Bilbao como destino para pasar sus vacaciones un hombre que ha estado en el espacio. La cuestión quedará sin resolver, como tantas otras incógnitas sobre el multimillonario y su peculiar vehículo. Habría que preguntarle si las vistas desde la cubierta del Skat con la Universidad de Deusto a un lado, el colorido paseo de Abandoibarra al otro y el Guggenheim tan cerca, son mejores que las que hay desde el espacio. Tendría sus dudas.