bilbao
TAL y como estaba previsto, el mentalista Anthony Blake llega pasadas las doce de la mañana al Teatro Campos para desgranar los pormenores de su último espectáculo, bautizado con el nombre de Más cerca, su creación "más íntima y personal", según la califica el propio artista. "Esta vez el público va a ser el que me lea la mente a mí y no al revés".
Tras contestar amablemente al bombardeo de preguntas que le profieren los medios, Blake anuncia que va a realizar in situ una demostración del poder de su mente. Tras escribir algo en un papel y dejarlo encima de la mesa, señala a este periodista y le dice: "Acércate, voy a adivinar lo que estas pensando". "A ver si te vas a llevar un susto", barrunto para adentro. "Piensa un número entre el 10 y el 80 que no tenga los dos dígitos iguales", me espeta ante la mirada atónita de los periodistas allí congregados. Decido aceptar ser el conejillo de indias de un reto que, dados mis escasos dotes de mentalista, no parece que vaya a terminar en aplausos. "Ahora cambia el que estás pensando y dime otro número", agrega. "El 56", respondo casi sin saber por qué. Sin más miramientos ni golpes de manos, y sin perder ambos la vista el uno del otro, Blake coge el papel que no se había movido de la mesa y me enseña un cinco y un seis. In-prezionante, que diría Jesulín. Sin tiempo para asimilar lo que acababa de presenciar, no lo dudo y le pregunto a bocajarro:
¿Cómo lo ha hecho?
Con mucho cuidado y muy bien.
Pues la verdad que me he quedado de piedra, ¿cómo es posible?
No tiene explicación y la explicación que podría tener sería la única que no te podría dar.
Entonces, ¿me ha leído la mente?
Más bien creo que ha sido al revés. Tú me has leído la mente a mí.
Sorprendido por mi desconocido don para adentrarme en mentes ajenas, pienso rápidamente en cómo sacarle partido a mi nueva condición de médium, aunque, la verdad, hay preguntas más importantes que resolver. ¿Cómo lo ha hecho?, ¿habrá sido pura casualidad?, ¿qué habría pasado si hubiera dicho otro número? Por más que lo intento no consigo volver a explorar su mente. Mis poderes se desvanecen por momentos. ¡Adiós a mis esperanzas de enseñárselo a mi amama!
"Lo que hago y lo que tú ves no tienen por qué ser la misma cosa. Sin embargo, a mí me interesa mucho más lo que tú ves que lo que yo hago", termina diciéndome Blake. Las respuestas, lejos de aclarar mis dudas iniciales, terminan por acabar definitivamente con las pocas esperanzas que tenía de resolver el enigma. Ahora es cuando les doy valor a las palabras del maestro Sabina, que decían: "Qué difícil es salir ilesos de esta magia en la que nos hayamos presos".