Por alimentos procesados se conoce a aquellos que han soportado cambios o han pasado por algún grado de procesamiento industrial antes de llegar a manos del consumidor. Frutas, verduras, productos cárnicos congelados, enlatados, pescado en conserva y la leche U.H.T son algunos ejemplos de ellos.

Su consumo en exceso representa un problema si lo que se busca es una dieta saludable, debido a que ciertos métodos de procesado provocan la pérdida de determinados nutrientes. Es el caso de algunas vitaminas y minerales que se quedan en el agua de cocción o en las partes del grano que se eliminan para elaborar la harina.

Al igual que con los alimentos, con las comidas procesadas también hay que tener mucho cuidado, ya que pueden contener azúcar y grasas en cantidades más elevadas que las de elaboración casera.

Estos inconvenientes han llevado a diversos expertos a hacer público un llamamiento a la población para que apuesten por “aumentar” los alimentos naturales frente a los procesados, reduciendo estos últimos a un “máximo” del 20% del total, al tiempo que animan a empezar con el ejercicio físico de “forma progresiva”.

Concretamente, desde el Hospital Quirónsalud Infanta Luisa, el nutricionista Francisco López, señala que “si no hay patología alguna y el estilo de vida durante todo el año es saludable, no hay que preocuparse demasiado por esos kilos que se hayan sumado en fechas navideñas, que suelen ir entre los dos y hasta seis kilos, puesto que lo fundamental es el porcentaje de grasa corporal, visceral y muscular”. No obstante, aconseja buscar el “equilibrio” entre pérdida de peso y salud. “Hay que diferenciar dos tipos de pacientes que vienen con el objetivo de perder peso rápido: el que está sano y el que tiene una patología que ni sabe”. Es por eso fundamental, según Francisco López, “realizar una valoración con un nutricionista y revisar su historia clínica, definir un abordaje nutricional para disminuir los factores de riesgo y después enfocarse en el objetivo estético”. A su juicio, “hay que olvidarse de la báscula. Hay parámetros más fiables que el peso, como el perímetro de la cintura o la talla de pantalón”.

Para el especialista va más allá, al señalar que la forma más saludable de afrontar el propósito de año nuevo empieza también por la salud mental, que ocasiona “reacciones inflamatorias y obesidad a largo plazo”, así como crear un patrón alimentario de un 80 o 90% de alimentos naturales frente a un 10 o 20%, “como máximo”, de alimentos procesados. Recomienda por ello introducir en el desayuno una fruta entera y en los postres, incluir verduras en las comidas principales y aumentar las legumbres en la dieta por delante de la carne; así como buscar hábitos que se puedan sostener para toda la vida, beber agua en vez de bebidas carbonatadas o, incluso, “hacer ayuno intermitente puede ser una buena estrategia, realizando una vez a la semana un ayuno de 16 horas, ya que genera beneficios para el metabolismo, microbiota y el sistema inmunitario”, puntualiza.

Pero junto a la pérdida de peso, la actividad física es otra de las claves de la puesta a punto de enero. En este apartado, la responsable del área de educación física del Centro de Excelencia en el Tratamiento de la Obesidad del Hospital Quirónsalud Sagrado Corazón, Adriana Núñez Hermida, subraya que “lo ideal para retomar o empezar con la actividad física a principios de año es hacerlo sin prisas y escuchando a nuestro cuerpo, siempre de forma suave y progresiva”.

Núñez apostilla que es muy importante hacer algo que “nos motive y nos guste para que se quede para siempre” y no sea solo para un tiempo. Teniendo en cuenta lo anterior, la especialista aconseja empezar por ejercicios cardiovasculares, cambiando la intensidad y empezando de forma progresiva. Por último, recuerda que los beneficios de la actividad física continuada son “múltiples y todos probados bajo la evidencia científica”, como mantener bajo control los factores de riesgo cardiovascular (hipercolesterolemia, hipertensión arterial y diabetes tipo 2, aumento de la capacidad pulmonar, incremento de la fuerza y la masa musculares; aumento de la capacidad aeróbica, reducción de la masa grasa; mejora el equilibrio psicológico de la persona induciendo un estado de satisfacción personal y el control de la ansiedad y el estrés.