No hay duda de que la mayor parte de las enfermedades manifiestan su inicio a nivel molecular o celular.

Sin embargo, con frecuencia, la única intervención médica posible es a un nivel orgánico mayor, ya que los medios actuales de los que disponemos no permiten trabajar de otra manera.

Pero los tiempos están cambiando y gracias a los avances técnicos que se van logrando, se abre una esperanzadora puerta hacia una labor más selectiva que proporcione mejores resultados en los tratamientos de los pacientes.

Un ejemplo de este posible cambio evolutivo en odontología son las lesiones por caries.

Convencionalmente se tratan mediante la eliminación de todo el tejido afectado hasta comprobar la presencia de tejido sano, lo que inevitablemente conlleva, por muy prudente que se sea, a la pérdida de más estructura de la deseada.

Posteriormente, la cavidad generada será recuperada por medio de un material artificial que representa la obturación o coloquialmente hablando, el empaste.

En ocasiones, una caries pequeña pero con una localización de acceso menos favorable, como lo son las lesiones entre dientes, obliga a eliminar una cantidad relevante de estructura sana para poder realizar el tratamiento.

Sin embargo, se están estableciendo procedimientos diagnósticos y terapéuticos muy prometedores, basados en la identificación precoz de las caries antes de que se forme una cavidad y en su tratamiento con materiales inyectados sin tener que retirar la porción afectada como se realiza por los métodos convencionales.

Por medio de dispositivos basados en la transiluminación de fibra óptica digital se pueden identificar lesiones de caries en estadios precoces con la ventaja adicional de no representar un método basado en la radiación a diferencia de las radiografías empleadas hasta ahora.

Posteriormente se preparan las zonas afectadas con una serie de productos que acondicionan el diente para la recepción de una serie de resinas que recuperaran estructuralmente los tejidos.

Del mismo modo, el empleo de métodos de magnificación como el microscopio clínico o gafas lupa y microinstrumental, permite realizar trabajos más selectivos y con menor nivel de invasión.

Cuando menor sea la lesión quirúrgica generada más sencilla será la recuperación de las estructuras manipuladas y por consiguiente, un postoperatorio más favorable para los pacientes.

Cuanto mejor sea la adaptación de los diferentes tejidos intervenidos mejor será el resultado logrado en la intervención.

Tal y como otras especialidades médicas, como la oftalmología, la microcirugía y la otorrinolaringología han ido acumulando logros clínicos con el empleo de estos instrumentos, la odontología paso a paso, pero sin descanso, está avanzando en tales menesteres.

Los ajustes de las prótesis, el pulido de las restauraciones, el desarrollo de los tratamientos endodónticos, etc., se ven favorecidos indudablemente por estas herramientas auxiliares.

Debemos ir más allá y pensar en sistemas de intervención navegada o asistidas por ordenador, procedimientos microendoscópicos o aplicaciones del fascinante mundo de la nanotecnología entre otros.

Con sus pros y sus contras, el avance tecnológico es imparable y es labor de la profesión y de los profesionales de la odontología indagar su aplicabilidad clínica para lograr unos resultados más favorables en los tratamientos realizados y trabajar en pequeño en busca de un objetivo grande: la salud de los pacientes.