fAMOSA por ser la sede del museo de Altamira y de la colegiata de Santa Juliana, la localidad cántabra de Santillana del Mar nos propone un paseo por la historia al recorrer sus calles y encarar la belleza monumental incomparable de sus casonas y palacios, en los que se advierten huellas medievales, barrocas y renacentistas.

Conocida como la villa de las tres mentiras, ya que no es villa, ni es llana, ni tiene mar, es uno de los pueblos de mayor valor histórico-artístico del Estado. Todo en ella es un monumento y, además, incorpora el centro de investigación y museo de Altamira, abierto desde el cierre de la cueva homónima, que incluye las pinturas prehistóricas más famosas del mundo.

Cualquier visita debe incluir la colegiata de Santa Juliana, el primero y más importante de los exponentes del arte románico cántabro. En torno a ella y su claustro, de finales del XII y principios del XIII, se desarrolló un núcleo de población que vivió épocas de gran esplendor, como evidencia la riqueza de las numerosas casonas y palacios locales.

Accesible por carretera desde Bizkaia en un bello entorno natural, Santillana del Mar nos llama para descubrir su importante legado artístico, cultural y monumental, algo advertible desde que pones un pie en sus calles, de origen medieval, y donde se pueden encontrar talleres artesanos y degustar su sabrosa leche con bizcochos, una merienda popular.

Una ruta por su arquitectura, ejemplo de edificios medievales, renacentistas y barrocos, debe incluir las torres de Merino y Don Borja, hoy sede de la Fundación Santillana y las construcciones civiles más antiguas de este enclave empedrado.

El recorrido nos situará frente a espléndidos edificios como las casas del Águila y la Parra, el palacio y la torre de Velarde, la casa de Leonor de la Vega y los palacios de Barreda, Tagle y Villa. La costa invita a la pesca o a visitar las tranquilas playas de Santa Justa y Ubiarco, y cerca del casco hay un coqueto parque zoológico que hace las delicias de las familias.