Todo esto está sobre la ribera derecha de la regata de Agauntza, arroyo limpio que se desliza tranquilamente por el valle guipuzcoano de Ataun después de llenar su cauce en los paisajes navarros. Todo está en el llamado Domo de Ataun, un singular pedazo de la Sierra de Aralar, abrupto y vertiginoso, bajo el que se cobijan algunos de los más solitarios caseríos de Gipuzkoa.

Por ese aislamiento, quizás, han permanecido vivas en estas montañas las leyendas que sostienen que el castillo fue obra de los gentiles, que estos seres mitológicos hicieron allí sus sepulturas y que estas perviven bajo los muros del castillo.

En realidad, allá arriba queda poco de la defensa medieval que estudió en 1916 el vecino de Ataun, cura e investigador arqueológico Joxe Miguel de Barandiaran: está la base de un muro de un metro de alto y varios de largo, otro muro más elevado de casi tres metros de alto, y algunas piedras en las que se han tallado escalones, pero también un aljibe que permitía a los habitantes del castillo sobrevivir allí durante un tiempo. Por allí se encontraron piezas de cobre y otros materiales que se dataron en torno al siglo XII, pero también un curioso anillo romano de oro.

Lo que sí hay allá arriba es un balcón impresionante, un desafío para la mirada que goza de espectáculo inusual y sorprendente que nunca se imagina quien viaja por el valle, encajado entre montañas.

Para gozarlo hay que subir y encastillarse, y eso tampoco es fácil. Hay que trepar laderas escarpadas donde los caminos no existen, o casi, y enriscarse entre peñas y encinas. Por eso esta exploración en busca de Jentilbaratza es para gente avezada y con espíritu aventurero, que agradecerá notablemente que se haya colocado una cuerda en los últimos repechos para ayudarse en esa ascensión.

Partiremos de San Martín, el barrio de Ataun acostado al borde del desfiladero de Arrateta, que se abre bajo la peña de Jentilbaratza y la sierra caliza de Itaundieta. En la entrada del desfiladero descubriremos los restos de una cantera abandonada que se excavó bajo la peña de Jentilbaratza que se eleva sobre nuestras cabezas. Sigamos ahora un poco más adelante por la carreterilla que remonta el desfiladero hasta encontrar el acceso al caserío Dostollo, un poco más allá de la cantera. Un puentecillo nos permite cruzar aquí la regata y tomar a la izquierda un sendero que zigzaguea en el pinar y enseguida gira a la derecha, empinándose fuertemente. Luego la senda se acerca a las murallas calizas y allí veremos un cañón que evitaremos, por ser peligroso, si no somos escaladores, para seguir subiendo por el pinar unos cientos de metros a la derecha hasta encontrar otra canal más fácil que nos permitirá alcanzar, trepando sin dificultad, el lomo de la cresta.

No seguiremos lo que parece una senda que desciende, sino que abordaremos una pequeña vira que desciende un poco bajo la cresta, entre encinas. Nos ayudan algunas marcas de pintura azul para descender un tramo sobre la roca, en donde afloran algunas otras encinas, y alcanzar enseguida el collado bajo la cima de Jentilbaratza. Debajo de él se encuentra una de las cuevas mitológicas del lugar, donde se hallaron restos medievales y donde las leyendas colocan una de las moradas de los gentiles.

Para trepar a Jentilbaratza hay que ascender al otro lado del collado, en el encinar. La senda es ahora muy empinada, por lo que evitaremos subir si está mojada. Una cuerda nos ayuda a remontar con seguridad entre los árboles para llegar sobre el muro más potente del viejo castillo navarro. Al otro lado estaremos ya sobre el promontorio de Jentilbaratza, con el aljibe a los pies y más muros medievales, ante un panorama excelso sobre el valle.

Que aquí arriba hubiese un castillo para defender la frontera de malhechores se explica por cuando Gipuzkoa fue consecutivamente dominio de los reinos de Castilla y Navarra, que pugnaban entre sí moviendo sus límites a un lado y otro de estos valles.

Ahora, el castillo navarro es todo guipuzcoano, pero los paisajes que contempla son compartidos y universales.

Guía práctica

Cómo llegar: La localidad guipuzcoana de Ataun es el punto de partida para llegar a Jentilbaratza. La alcanzamos viajando por la N-1, desviándonos hacia el puerto de Lizarrusti para descender hasta Ataun si llegamos desde la Sakana navarra; si es desde el interior de Gipuzkoa, por el valle del Oria con desvío en Lazkao hacia Ataun. La ascensión a Jentilbaratza exige una hora aproximadamente.

Qué visitar: En el barrio de San Gregorio de Ataun se conserva el conjunto hidráulico de Larruntza, que aprovechó los cauces de las regatas de Agauntza y Lauztierra para mover dos molinos, una ferrería y un aserradero, que se han convertido en un espacio cultural visitable. En el casco de Ataun, el templo parroquial está dedicado a San Martín de Tours, un edificio levantado entre los siglos XVI y XVII sobre el anterior templo del siglo XIII. Que la iglesia tenga en su fachada un escudo de armas hace pensar que en su emplazamiento pudo existir un antiguo castillo. El órgano del templo está considerado como uno de los más antiguos y mejores de Gipuzkoa, y es uno de los únicos siete órganos del Barroco Ibérico de Gipuzkoa.

Es de interés el edificio consistorial, del siglo XVII, soportado sobre un pórtico con cuatro arcos. En el casco urbano se conserva el palacio de Zubikoeta, del siglo XVII. También el palacio de Zelabear, este del siglo XVI y que perteneció al señor de Lazkao. Un singular templo se puede encontrar en una prominencia natural sobre los altos de Arrate; es el templo de San Gregorio Magno, que se levantó en el siglo XIX dominando la calzada que buscaba los altos de Bernoa. No podemos olvidar que en Ataun vivió y estudió el historiador y etnógrafo Joxe Miguel de Barandiaran. Aunque estuvo exiliado en Bidart y en Sara su casa se conserva en Ataun.