CON una cuidada caligrafía, con deslices ortográficos, en cuadernos o en hojas sueltas amarilleadas que han pasado por generaciones para asegurar el sustento diario. Son los recetarios familiares que están rescatando dos periodistas como otra fuente de conocimiento de la sociedad de antaño. La vizcaina Ana Vega, conocida como Biscayenne, y la catalana Carmen Alcaraz se han lanzado al rescate de esos “tesoros escondidos en cajones” con fines hermenéuticos, ya que, además de “ayudar a desvelar misterios que aún existen sobre la cocina”, aportan información sobre “geografía, economía, sociedad, género, lingüística...”.

Porque los recetarios no son meras instrucciones para elaborar un plato. “Hay que saber leer entre líneas. Nos hablan de ingredientes que escasean o abundan, de aprovechamiento en épocas de crisis, del lenguaje de una zona, de mujeres que no fueron escolarizadas pero tuvieron el empeño de dejar sus recetas por escrito, de transmisión de cultura, de identidad familiar y comunitaria”, aseguran.

Su idea es recopilar estas recetas en España y Latinoamérica, bien físicamente bien a través de la web y las redes sociales de Recetarios. “Solo nos tienen que comentar qué tienen, para que analicemos si es interesante, y enviarnos una fotografía o el documento escaneado”, señala Vega. Estas periodistas gastronómicas se encargarán de “desentrañarlos” y ponerlos a disposición pública en la web. “Es un material de primera para historiadores, filólogos, antropólogos...”, afirma Vega. “Y para cocineros -apostilla su compañera- porque para comenzar a crear necesitas conocer la base, nuestra cultura culinaria”.

Dos colegas de profesión les han entregado los cuadernos de recetas de sus bisabuelas, “de cocina burguesa, más exquisita, con una caligrafía muy bonita”, que contrastan con el escrito en una agenda telefónica por una señora de Segovia que “había aprendido a leer y escribir sin ir a la escuela, por lo que tiene faltas de ortografía, pero denota mucho esfuerzo y mérito”. Distintas clases sociales, distintas recetas y diferentes intereses a la hora de poner la mesa.

Para Ana, vasca, y Carmen, catalana, resulta también muy interesante indagar en las cocinas locales cuando la globalización ni se atisbaba y se comía el producto de la zona. “Las modas pasan pero el guiso perdura. Me atrae ver cómo una receta perdura durante siglos evolucionando, adaptándose a los gustos de cada época”. Con suerte, reconocen, podrían encontrar tesoros como los del Libro de apuntaciones de guisos y dulces, de la sevillana María Rosa Calvillo de Teruel, datado en 1740 y la muestra más antigua de literatura gastronómica femenina en español, porque publicar era cosa de hombres.

No han pasado por alto que en ocasiones las recetas se transmitían solo oralmente, por lo que también planean acudir a residencias de ancianos para grabarlas y piden colaboración ciudadana: “Graba a tu abuela, que no se pierda su receta”. Y es que Recetarios también busca preservar y poner en valor el trabajo de las amas de casa, dedicadas a la cocina diaria para alimentar a su familia, muchas veces con limitados recursos.

“El proyecto es mucho más grande que nosotras dos”, admite Vega. Por ello confían en recabar apoyos para las tareas de recopilación, análisis y volcado de la información en la web. La base es acceder a esos recetarios familiares, quizá olvidados, quizá aún vigentes. “Si hay alguien que no se ha planteado si su abuela tenía un recetario, que lo investigue y lo valore. Aprenderá de ella, de sí mismo, de su entorno y de la evolución de la cocina”.