No existe máquina más perfecta que el cuerpo humano, pero el engranaje no funciona correctamente si no vigilamos el depósito. Y es que solemos escuchar que la alimentación es nuestra gasolina, pero no vale solo con repostar, sino que el combustible ha de ser de buena calidad, más aún en época de pandemia como la que estamos viviendo donde una dieta equilibrada y un estilo de vida saludable resultan de vital importancia. Repitiendo el símil: la poca gasolina se agota pronto y con la de mala calidad, no se anda del todo bien.

Desde luego, numerosos factores condicionan los hábitos. No pueden recibir el mismo aporte los niños que quienes desempeñan puestos de trabajo con una exigencia física considerable, o quienes pasan más horas sentados en la mesa de la oficina, o los deportistas acostumbrados a quemar calorías, o las personas mayores que ingieren menos alimentos porque disminuye la capacidad de trituración, digestión y absorción, por lo que se aconseja ingerir menos pero más a menudo...

La cronobiología de la nutrición aboga por adaptar nuestras costumbres en la mesa al comportamiento de nuestro cuerpo según la hora del día

No obstante, se pueden establecer pautas comunes a mejorar. Por ejemplo, cabe preguntarse si deberíamos replantearnos los horarios de las comidas. La cronobiología de la nutrición aboga por adaptar nuestras costumbres al sentarnos a la mesa al comportamiento de nuestro cuerpo según la hora del día, lo que ayudaría en determinadas dolencias. Las personas diabéticas podrían, así, disponer de más datos al configurar una dieta en la que azúcar no se salga de los indicadores recomendados, o quienes tienen sobrepeso o tendencia a engordar pueden programarse para comer antes de las 15.00 horas, y cenar antes de las 21.00 horas para optimizar la capacidad de organismo para metabolizar. ¿Vivimos desacompasados con respecto a la tendencia más generalizada en Europa? La respuesta quizás exigiría revisar todo el ritmo vital, empezando por adelantar las entradas y salidas de centros de estudio y trabajos.

Ejercicio físico

Y, desde luego, no se puede ignorar la necesidad de hacer ejercicio. Si el confinamiento supuso una durísima prueba emocional debido a la ansiedad generada por la situación de la pandemia -que ataca al estómago también-, el encierro y todos los cambios que obligó a introducir, como el cierre de los colegios y la generalización del teletrabajo, también lo ha sido en lo físico. Con gimnasios y polideportivos clausurados, privados de jugar deportes de equipo, proliferaron los tutoriales a través de Internet para intentar mantenerse en forma hasta que se autorizaron las salidas a pasear o correr.

Los esfuerzos han de centrarse en inculcar a la población infantil la relevancia de una dieta en condiciones

En los primeros momentos, limitadas en lo geográfico y cronometradas por las fases diseñadas para el proceso de desescalada. Después del furor del papel higiénico la levadura voló de los establecimientos esenciales, lo que indica el gusto por explorar más opciones gastronómicas, pero también la probabilidad de ganar peso en meses de una vida más sedentaria. Aunque el verano dio un respiro, el cambio de hora que anuncia las jornadas con menos luz nos sitúa de nuevo ante el reto de conciliar actividad física con pasar más tiempo en casa.

Los niños

Por otra parte, cuando parece que el covid ha desplazado a un segundo plano otras cuestiones sanitarias, sigue constituyendo una asignatura pendiente anticiparse al riesgo de que la obesidad se convierta en otra de las epidemias del siglo XXI. Así, han de centrarse los esfuerzos en inculcar a la población infantil la relevancia de una dieta en condiciones. Frutas, verduras, pescado u hortalizas de temporada no deben faltar tampoco en los menús de los comedores escolares.

Frutas, verduras, pescado u hortalizas de temporada no deben faltar tampoco en los menús de los comedores escolares.

En el panorama actual, a la incertidumbre se suman las indicaciones de socializar lo justo para mantener el virus a raya. Por culpa del coronavirus se ha perdido ese componente de sentirnos parte de un grupo y de una cultura a través de las reuniones en los restaurantes o las comidas populares de las fiestas de los pueblos que también conforman su identidad desde la alimentación -como en aquellos lugares en los que los concursos gastronómicos de marmitako, paellas, alubias, bacalao o tortillas de patata, así como catas de txakoli y sidra copan los programas de tantos actos suspendidos este año para evitar aglomeraciones que den lugar a contagios-.

La excelente calidad y variedad del primer sector en Euskadi allanan el camino para confeccionar una deliciosa cesta de la compra que cumpla con los estándares nutricionales que aconsejan las autoridades sanitarias. Así el motor que llevamos dentro trabajará como necesita.