cINCO trabajadores murieron y cientos resultaron heridos el 3 de marzo de 1976 en la carga policial contra los obreros reunidos en asamblea de la iglesia de Zaramaga de Vitoria. Un hecho y conflicto que ahora el director de Vitoria 3 de marzo, Víctor Cabaco, ha querido rememorar “para que se haga justicia”. “Esperamos que este largometraje sea un granito de arena en la lucha que desde hace más de cuarenta años lleva a cabo la Asociación de Víctimas del 3 de marzo para que los responsables de aquella matanza respondan ante la ley”, señala el director sobre la que es su ópera prima.

El punto de vista para tratar uno de los episodios más oscuros de la Transición son los ojos de Begoña, una joven de clase media enamorada de un revolucionario que poco a poco va adquiriendo conciencia social y política. Todo ello con el objetivo de ser siempre “muy fiel” a los hechos reales, pero optando la ficción para narrarlos porque “es la mejor manera de llegar al público”. Y es que, en su opinión, “a la gente joven le entra mejor la historia de esta manera que en un documental”. Y para resaltar este aval histórico, desde el equipo contaron con amplia documentación: acudieron a publicaciones de la época, contactaron con personas que vivieron en primera línea los acontecimientos y también mantuvieron entrevistas con historiadores

Proyecto necesario

El 3 de marzo continúa muy presente en Vitoria-Gasteiz. Eso reivindica Cabaco en la memoria del largometraje, en la que aborda que “estamos hablando de un 3 de marzo entendido como parte de la memoria colectiva de varias generaciones vitorianas y vascas”. El filme, espera, “ayudará a que muchas personas se acerquen a él por primera vez y lo conozcan; y otras muchas que lo vivieron -sufrieron- en sus carnes se reconozcan como actores principales de la historia”.

Por su parte, el actor Mikel Iglesias y la actriz Amaia Aberasturi son los encargados de dar vida a la pareja protagonista, que se ve inmersa en la lucha obrera que tuvo lugar los días previos al 3 de marzo. “La película invita a pensar y a recordar para que esto no vuelva a pasar”, asegura la actriz. Su compañero de reparto, Iglesias, lamenta que “se escondieran” datos de estos sucesos “que no se han contado a la sociedad” y que ahora la película busca sacar a la luz. Para el actor, es “un buen momento” para contar esta historia que, a pesar de ser un drama, narra esa historia de amor “dentro de otra que es muy dura” y con la que se busca llegar a un público joven que se identifique con esta pareja “que crece de golpe con todo lo que les pasa”.

A través de la película, la evolución de ambos personajes muestra la situación que vivieron los vitorianos esos días, la lucha por sus ideales y la huella que dejaron en la sociedad esas cinco muertes, que se ha evidenciado con la participación de voluntarios en el rodaje, sobre todo en la multitudinaria escena final de la carga policial (de la Compañía de Reserva de Miranda de Ebro) en la iglesia. “Gracias a ellos la película es lo más verosímil posible”, asegura Aberasturi, mientras que Iglesias recuerda cómo las ochocientas personas que participaron en esa escena final “y vinieron con la ropa que seguramente habrían llevado ese día” demostraban que “hay una herida abierta” que, como actores, quieren que se escuche “allá donde se pueda”.