BILBAO. Recuerda mucho al entrenamiento de un equipo de fútbol. Shakira Isabel Mebarak Ripoll, 42 años, más energía que una bomba de diez megatones concentrada en 157 centímetros de altura, ensaya el show de su El Dorado Tour en el el salón de actos del Centro Manchego. De vez en cuando, uno de los bailarines cae redondo entre grandes gestos de dolor en plena coreografía. Los masajistas salen como rayos de debajo de la concha del escenario del teatro. Aplican linimiento, spray y agua milagrosa, invariablemente en la zona lumbar del danzante. A veces se recuperan. Otras piden el cambio, abandonan en camilla y sale el suplente. Seguir el ritmo de la cadera de Shakira es algo que únicamente queda al alcance de los escogidos.

¿Cómo así en Bilbao?

-Me vine en un waka-waka, un pispás que dicen ustedes. Estoy seleccionando cuerpo de baile para continuar con mi gira de 2019. Me hace falta un plantilla de 28 muchachos. Son 14 titulares y otros tanto suplentes. Se me lesionan mucho. Piense que tienen que bailar conmigo. A unos se les descoyuntan las vértebras de la L-1 a la L-5. Como al último que se han llevado en ambulancia. Otros sufren desgaste súbito de la cabeza del fémur. Y, por fin, los que padecen distensiones de los ligamentos de los músculos de los globos oculares. Esto último no sé a qué se debe.

Tengo una teoría, pero sin verificar. ¿Busca bailarines aquí?

-Sí. Alguien me comentó que por aquí practican danzas autóctonas que requieren un importante esfuerzo físico y pensé en probar. Estoy comprobando que no. Que se lesionan como en todas partes. Mire ese, el de la barba, han entrado pegando saltitos y gritando “qué pasa pues” y ya está pidiendo el cambio. Fíjese cómo se dobla el pobre. ¿Qué grita en euskera?

Que prefiere cortar troncos con Aitzol Atutxa que bailar junto a usted. Parece que es muy duro seguir su ritmo.

-Empecé a practicar la danza del vientre con ocho añitos. Desde entonces no he dejado de practicar un solo día. Lo llevo en la sangre. Soy libanesa por parte de padre. Mi problema ahora es encontrar bailarines que sean capaces de seguir la coreografía. En lo que va de 2019 llevo varios escayolados. Mi pareja (Gerard Piqué) me suele reprochar que lesiono más gente que Pepe, el que fuera central del Real Madrid.

¿Está usted segura de que esa forma de bailar tan característica es consecuencia de la práctica?

-En ocasiones dudo. Lo cierto es que el Museo de Ciencias Naturales de Barranquilla, mi ciudad natal, me ha pedido que done la cadera a esa institución, para poder analizar distintos parámetros y exponerla posteriormente en la su colección permanente de curiosidades. La Facultad de Anatomía de la Universidad Autónoma de Bogotá me ha sugerido algo parecido.

No me extraña. Cambiando de tema, ¿están en vías de solución sus problemas con el fisco?

-Esos son los únicos que no quieren la cadera. Les he propuesto donarla al Museo de Ciencias Naturales de Madrid a cambio de una condonación de la deuda con Hacienda. Pero ni modo. Quieren dinerito. Son unos insensibles. ¿Usted qué preferiría?

Na. Eeeh? Ha vendido usted más de 70 millones de discos, ha encabezado todas listas de éxitos posibles, ganado todos los premios, dedica parte de sus ganancias a obras filantrópicas, ha sido nombrada embajadora de buena voluntad de la ONU. ¿Le falta algo?

-Sí, que me dejen en paz los ultras del Espanyol de Barcelona. Como se pongan muy tontos, Gerard y yo compramos el club, hacemos unas risas y les ponemos a bailar el Waka-Waka. Por graciosillos.

Shakira Isabel Mebarak se mira el reloj rosa. Apunta que se acaba le acaba el tiempo, que quiere terminar la prueba y volver al hotel a ver el partido del Barça. “El fútbol me da igual, pero me gusta seguir a mi Gerard, que me hace gestitos y muecas cuando sabe que las cámaras le tienen pinchado. Es taaaan mono. Y le favorecen taaaantaaaanto

“Y un, y un, dos, tres?”, grita Shakira sin hacer gorgoritos. Suena Loba por los altavoces y arranca el baile. A los cinco minutos salgo hacia el hospital de Basurto en un taxi. Creo que me he producido una distensión de ligamentos de los músculos de los globos oculares. El dolor es insoportable. El médico de urgencias, tras examinarme los ojos, pregunta con gesto cómplice: “¿Shakira?”. Mi teoría queda verificada.