ESO que empieza la semana que viene y que llamáis campaña electoral no puede ser mejor que esto de estos días y que no lo es. Los protagonistas del asunto se ponen a bajar de un burro, se gritan en los Parlamentos y dan palmas y golpes en las mesas para mostrar su acuerdo o desacuerdo. Esta semana, sin ir más lejos, en la Cámara de Gasteiz ha habido una refriega en la que uno de los portavoces se dedicó a gritarles lo que le disgusta de ellos a parte del público asistente, miembros de un sindicato policial. Yo eso lo vi en un partido de fútbol. Algo le dijeron a un jugador desde la grada y se lió a llamar al público de todo menos bonito. Así que, como no debe de ser parte del juego, se le acercó el árbitro y le sacó una tarjeta amarilla. Al jugador, no al paisano del público. Luego vino su entrenador y se lo llevó para que la cosa no fuera a mayores. El otro día, al jugador -Julen Arzuaga- no le sacaron tarjeta pero parte del equipo contrario, con Alfonso Alonso a la cabeza, se fue del partido. Todo esto sirvió para que nadie cayera en la cuenta de que se aprobaba una ley que trata de arropar a las víctimas de abusos policiales durante la democracia, que me parecía lo más interesante de todo lo que se dijo allí ese día. Se ve que no, que lo molón era el rictus desencajado del portavoz de EH Bildu (“naskagarria” les gritaba a los del PP con toda la dentadura a la vista) o la iracunda intervención de Alfonso Alonso exigiendo a todos los demás que no hagan lo que su partido ha hecho y sigue haciendo (hablar y negociar con EH Bildu). Cuando pregunté a ver qué dejan los partidos para la campaña electoral, un compañero de oficina me informó que viene a ser lo mismo de ruido, de poses arrebatadas, predicadores apocalípticos y desgarros lastimeros de doncel ultrajado pero que, además, a veces piden que les voten. Ya estoy deseando que lleguen las elecciones para ver cómo las diferenciáis de mandar mensajes a favor de Kiko Rivera en el Gran Hermano ese.

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