IJEMOS la mirada en aquellos años veinte del pasado siglo, cuando Bilbao era pura efervescencia. Eran los días en los que Pichichi se retiraba del Athletic -un año después falleció, según reza la leyenda, al comer unas ostras en mal estado, lo que le provocó unas fiebres tifoideas...- y en los astilleros de Euskalduna era botado el Artza Mendi, de la Naviera Sota y Aznar, primer petrolero construido en España. Eran los días en los que se inauguraba la legendaria tienda For en Bilbao y los años en los que los bancos, al abrigo de la pujanza de la industria siderúrgica y naviera y las necesidades derivadas de los estragos de la Primera Guerra Mundial hacían lo que acostumbran: fortuna.

Sobrevolada la época a vuelapluma, observe quien esto lee cómo el colegio de Jesuitas de Indautxu fue creado en el año 1921 gracias a los auspicios de José Román de Moronati y Zuazo, fundador de la Editorial Vizcaína, y su suegro José Allende y Plágano. El colegio comenzó su andadura el 4 de octubre de 1921 en unas instalaciones provisionales, el chalet de José Allende Pérez y los locales de los Campos de Sport, en las que se impartieron clases a 65 alumnos. Ante el crecimiento de la demanda de plazas, se decidió construir un edificio para el colegio, encargándose el proyecto al arquitecto bilbaino José María Basterra Madariaga (1862-1934). En Mayo de 1924, Basterra solicitaba permiso para el derribo de edificaciones existentes y cimentar el edificio del colegio en la manzana 23 del Ensanche, poniéndose la primera piedra el 18 de agosto de ese mismo año. En 1925 se dio comienzo también la edificación de la iglesia del colegio. La iglesia, bajo la advocación de Nuestra Señora de Begoña, patrona de Bilbao, se inauguró en 1930, siendo también obra del antedicho José María Basterra. Fue largo el despegue, por mucho que la primera idea brotase hace ya un siglo.

En 1921, Bizkaia contaba con dos centros colegiales -uno en Durango y otro en Orduña...- que no abastecían la sed de enseñanzas del territorio. Bilbao crecía a pasos de gigante y no cesaban las peticiones de apertura de un nuevo colegio de Segunda Enseñanza en la villa. La Compañía de Jesús tampoco encontraba la fórmula de instalarse en el corazón de Bilbao, donde ya contaba con la Universidad de Deusto, para entonces revestida de gran prestigio. La tenaz insistencia de José Román de Moronati y Zuazo obró el milagro: consiguió que su suegro, José Allende y Plágano, aportara 12.450 m2 en el corazón de Indautxu, en aquellos días un remanso de tranquilidad, espolvoreado por caseríos dispersos, huertas y palacetes... Resuelto el asunto del espacio, José Román aligeró la bolsa y aportó medio millón de pesetas de las de entonces. Sumadas a determinadas donaciones menores de otros bienhechores, puso en marcha el proyecto. Digamos que aquella zona de huertas desperdigadas del viejo Abando ya se había poblado de palacetes y chalés.

La calle bautizó pronto al Colegio con el sobrenombre de los jesuitas de Indautxu, aunque sus inquilinos (en especial los alumnos...) susurraban entre sí otro apelativo: El Chami. Eran los días del pantalón corto y la enseñanza de mano larga. El paso del tiempo aflojaría, años después, la mano de hierro y el colegio gastaría, hasta hoy, fama de liberal.

Hubo sedes clandestinas en virtud del Decreto constitucional de la II República que disolvía a la Compañía de Jesús y les expulsaba de España. En enero de 1932 cerraba sus puertas y en plena Guerra Civil fue sede del batallón Tomás Meabe. Dos días después de que Winston Churchill accediese al gobierno de Inglaterra y uno antes de que Alemania emprendiese la invasión de Francia al cruzar de sus ejércitos sobre el río Mosa, en pleno 12 de mayo de 1940, un puñado de hombres se reunían en el salón de actos. Lo hacían tres años después de que los jesuitas hubiesen recobrado la propiedad del colegio. La proclamación de la II República y el Decreto de Expulsión de los jesuitas, en 1932, habían impedido que se completase la construcción del proyecto original del arquitecto José María Basterra.

En los años 40 se procedió a una ampliación del colegio, obra llevada a cabo por el arquitecto Ricardo Bastida (1878-1953), quien diseñó un edificio de cuatro plantas en terrenos ubicados en la calle María Díaz de Haro. En esa misma década de los 40 se inauguraría tanto ese nuevo edificio, como la Escuela gratuita de aprendizaje de Química, la futura Escuela de Química y Electrónica. "Y lo de las mujeres en clase", preguntarán, no sin razón. ¡Ay! eso quedó para el curso 1986-87.

Hay una vida paralela que late en los patios, en las clases.. Es la reunión de los recuerdos, el intercambio de cromos del pasado como en otros días se pasaban, qué se yo, a Iribar, de mano en mano. Hubo quien rememoró 1960, cuando se levantó, junto al primer edificio del Colegio, en la calla Doctor Areilza un pabellón de Deportes, en el que llegó a jugar el equipo KAS de baloncesto y quien no olvidó que diez años después, en 1970, Pedro Arrupe, ofició allí una eucaristía. Se recuerda el campamento de campaña instalado en su patio en el trágico agosto de 1983, cuando Bilbao padecía los estragos de las inundaciones. Se evoca a Txema Noriega, el viejo alumno que logró ser Campeón de Liga con el Athletic, sin olvidar que Juanma López Iturriaga, Juanan Morales o Kike Hermosilla tocaron el techo de la ACB. Es el agradecido congreso de la memoria que se invoca cien años después.