IREMOS los mapas y las cartas náuticas para ponernos en situación. A 8 kilómetros de la costa de Bermeo emerge de las aguas una suerte de ser mitológico, como si fuese el esqueleto de un animal entre industrial y marino, que para mayor asombro se denomina como un ave: La Gaviota. Es, en realidad, una vieja plataforma petrolífera que, con el yacimiento de gas ya agotado, se mantiene hoy en día como almacén de reservas. Más adelante les cuento.

Está ubicado al noroeste del cabo Matxitxako, en cuyas cercanías tampoco faltan historias que contar alrededor de un fuego. No en vano, en 2002 se descubrió un pecio hundido a 120 metros de profundidad frente al cabo, en sus inmediaciones. Se trata de un mercante hundido por causa desconocida en los años 50. El descubrimiento lo llevó a cabo la expedición submarina Ur-sub, cuyos componentes descendieron los 120 metros, siendo así la inmersión de buceo más profunda llevada a cabo en el País Vasco. Posteriores investigaciones desvelaron que no se trataba, como se pensó en un principio, del Bou Nabarra sino más bien de un carguero de tamaño medio de principios de siglo XX, probablemente de los que llevaban mineral de hierro a Cardiff (Reino Unido) y volvían con carbón. En aquella zona están registrados varios hundimientos, es cierto, pero no hablemos de naufragios. Miremos de nuevo a La Gaviota, que tiene por vecina en las aguas a la isla de Izaro.

Disculpen, ha sido citarles a la legendaria isla y no se puede dejar pasar este momento sin recordar su leyenda. Sobre su titularidad es célebre la disputa mantenida entre la villa de Bermeo y la anteiglesia de Mundaka. Ambas localidades han mantenido a lo largo de la historia varios enfrentamientos acerca de sus límites territoriales con el trasfondo de su distinto rango. Así defendía Mundaka sus derechos sobre la tierra llana sobre la que Bermeo tenía pretensiones, disputas que incluso llegaron a las Juntas Generales de Bizkaia, que consideró necesario nombrar una comisión para el establecimiento de los límites, pero ni así se arreglaron completamente las disputas. De aquellos problemas quedan pruebas en la pertenencia de Diminigus a Bermeo y la adscripción de su iglesia a la parroquia de Mundaka.

Quizá de todas aquellas refriegas surgiera la leyenda de la regata de Izaro. Cuenta esta leyenda que para dilucidar la propiedad de la isla, decidieron mundakeses y bermeanos disputar una regata bajo el arbitraje de Elantxobe, ya que esta última localidad, que también reclamaba la isla, al parecer cedió finalmente a sus pretensiones. Se acordó que la regata daría comienzo al amanecer, se celebró y los remeros de la trainera de Bermeo salieron victoriosos a pesar de perder a uno de sus hombres que cayó al mar y pereció ahogado; la tradición mundakesa cuenta que los bermeanos encendieron hogueras para que el gallo cantara antes, lo que les dio la ventaja necesaria para ganar la regata.

Leyenda, les digo, porque no está registrada regata alguna con tal propósito en la Historia. Lo que sí es cierto es que por Madalenas, 22 de julio, los mandamases se acercan hasta Izaro para arrojar una teja al grito de Horraino heltzen dira Bermeoko itoginak! El rito de la posesión de Izaro es muy antiguo, eso sí. Se trata de un acto de reconocimiento de los límites del municipio. En la tradición vasca, la teja es símbolo de jurisdicción, símbolo de la casa: hasta donde llega el alero, llega la protección del hogar.

Acogió durante siglos a una comunidad de frailes franciscanos, que recibía visitas de reyes, y en el XIX se arrendaron sus tierras para el pastoreo. Cuentan, además, que en septiembre de 1596, el convento franciscano sufrió el ataque del pirata Drake (en realidad él había muerto ya para aquellas fechas y habían sido corsarios hugonotes los asaltantes...), quien destruyó parte del edificio, cercenó algunas imágenes sagradas y obligó a bailar desnudos a los frailes.

El antiguo yacimiento en el que se sitúa el almacenamiento ocupa una superficie de 64 km2 a una profundidad de 2.150 metros y está constituido por unas piedras calizas fracturadas del Cretácico Superior. La explotación del Almacenamiento Gaviota se realiza mediante una plataforma fija anclada al fondo del mar mediante 20 pilotes y conectada a una planta de tratamiento, situada en tierra, a través de un gaseoducto.

Las instalaciones de La Gaviota son uno de los pocos almacenamientos offshore (es decir, en mitad del mar) que existen en el mundo. Enagas es la compañía que trabaja en las citadas instalaciones de almacenamiento desde 2010 aunque La Gaviota, que comenzó a construirse en 1984, se puso en marcha a partir de 1986 con el yacimiento de gas situado a unos 2.500 metros de profundidad. Pero, desde 1994, su función consiste en almacenar: el gas llega por tuberías y se inyecta en el antiguo yacimiento, una roca porosa y permeable que hace el efecto de una caja de caudales de gas, una práctica que asegura suministro para los tiempos de escasez. No conviene olvidar que existen 627 almacenamientos subterráneos de gas natural en el mundo, incluido uno bajo el casco urbano de Berlín. El primero del que se tiene noticia data de 1915. Su presencia, visible desde nuestras costas, modifica el paisaje y, según quienes opinen, incluso lo enriquecen. Se trata de uno de los lugares más misteriosos de cuantos nos rodean. Todo un mundo escondido.