STA historia bien pudiera escribirse bajo la tremebunda imaginación de Stephen King, habida cuenta que arranca con una situación terrorífica. Cuentan las crónicas en negro que cuando la epidemia de cólera de 1885 paralizó la industria y la minería vizcainas, dejando en toda su desnuda crudeza el tema de la salud pública, la población de Bilbao se abastecía todavía en parte de agua de la ría; de la misma ría a la cual se vertían las aguas sucias de la ciudad. Siendo esta la porca miseria en la que convivía la mortalidad era excesiva, del orden del 40 por mil, un porcentaje tremendo. El debate no tardó en llegar al Ayuntamiento de la Villa, obligado a corregir semejante estropicio.

La delicada situación propició la convocatoria en 1891 de un concurso público, que tuvo como proyecto ganador el presentado por el ingeniero de caminos Recaredo de Uhagón, bajo el lema Mens sana in corpore sano. La ejecución de las obras comenzó en 1895 y finalizó en 1903, ocho años más tarde, costándole al municipio 5.453.711 pesetas, cantidad importante en la época, ya que suponía casi el presupuesto anual del ayuntamiento de esos años. En el jurado que tomó aquella decisión se encontrban prestigiosos arquitectos como Achúcarro e ingenieros como Churruca o William Gill, el solicitado director de la Orconera Iron Ore, quienes apreciaron el conocimiento de las últimas técnicas y la viabilidad de la solución aportada por el proyecto ganador. La presencia de semejantes popes ya indica la relevancia que le había dado Bilbao al problema.

En 1894, cuando Uhagón presentó el proyecto definitivo, Bilbao tenía censados 63.900 habitantes. El ingeniero creyó ser generoso en las previsiones y realizó los cálculos para una población de 100.000 y un consumo de agua de 100 litros por habitante y día. El propósito era darle rienda suelta a un bombeo salvavidas. O, por explicarl con más detalle, esta nueva red estaría formada por tres colectores, dos en la margen izquierda y uno en la margen derecha, que partiendo desde San Francisco y Atxuri habrían de recoger las aguas sucias de Bilbao -cruzando la ría, mediante sifones, por La Merced y Deusto- para trasladarlas hasta Zorrotzaurre. Allí habría de construirse un gran depósito de 12.000 m3 de capacidad con objeto de poder regularizar el trabajo de las bombas instaladas en la casa de máquinas anexa, cuya misión consistiría en enviar las aguas a través de una cañería de 60 centímetros de diámetro y 10.123 metros de longitud hasta la boca del túnel visitable de La Galea en Getxo, por el cual se verterían directamente y sin depurar a mar abierta, desde una altura de siete metros sobre la bajamar. Hoy se miraría con malos ojos.

Mirtemos de puertas hacia fuera. Recaredo de Uhagón construyó la pequeña casa de bombas de Elorrieta -de tan sólo una planta hacia el exterior en el salón de fondo de San Ignacio-, otorgando carácter a sus fachadas mediante la apertura de grandes ventanas y la utilización del ladrillo prensado y la piedra: sillería caliza en los zócalos y arenisca en las cornisas y remates. La doble cubierta de zinc a cuatro aguas, sostenida por armaduras Polonceau de pares de madera y tirantes de hierro, delataba su función industrial. En el interior, planta baja y sótano -construido con muros de hormigón- formarían un único volumen destinado a alojar las máquinas y bombas en una de las dependencias, acogiendo la otra las calderas. Fue así donde comenzó a corregirse el envenenado error, aunque por poco tiempo.

¿Qué ocurrió entonces? Hubo dos matices que cambiaron el uso de este artilugio tan celebrado: la revolución industrial y la Guerra Civil. La primera propició un progreso demográfico sin precedentes en Bilbao y en apenas unos años la villa superaba, de largo, los cien mil habitantes que estaban protegidos por esta nueva manquinaria. El remate fue ya el estallido de la Guerra Civil, momento en la que la casa de Bombas cayó en desuso. No había tiempo ni fuerzas para el manejo de aquella infraestructura que quedó abandonada.

Pese a ese triste adiós, no hay que olvidar que aquel, el saneamiento de Bilbao, fue el primer saneamiento moderno realizado en España . Un paso de gigante en la salud pública. Quizás por ello y por el valor histórico y patrimonial del conjunto formado por el depósito, la casa de máquinas y la maquinaria que alberga -las dos bombas Worthington, el caballito de vapor, un torno de pedal y la instalación eléctrica-centrífuga, fundamentalmente- así como las pequeñas construcciones de registro del túnel en Getxo, conocidas como Malacates, hicieron que en julio de 1994 se incoase a su favor un expediente de declaración de Bien Cultural Calificado por el Departamento de Cultura del Gobierno vasco, un asunto que tampoco detuvo a los manoslargas que lo saquearon y desvalijaron de cabo a rabo.

En 2015 se abrió la espita de la esperanza. Bilbao recuperó el conjunto monumental de la Casa de Bombas de Elorrieta, con una inversión de 456.182 euros y unas obras que habían comenzado en 2012. En los exteriores de la casa de bombas tan celebrado hay hoy en día Estas obras de restauración incluyeron la compra de piezas originales para la reconstrucción y puesta a punto de la centenaria maquinaria. Las instalaciones fueron sometidas a un profundo proceso de restauración , en colaboración con la Asociación Vasca de Patrimonio Industrial y Obra Pública (AVPIOP).