la hermosa talla de madera policromada de San Miguel alanceando a Lucifer la han confundido, no pocas veces, con un San Jorge hundiendo su espada en el corazón el dragón. Está datada a finales del siglo XV y originalmente se ubicaba en el retablo de la capilla de su advocación en la colegiata de Zenarruza. Hoy quienes la contemplan, en el Museo Diocesano de Arte Sacro, se regodean en su contemplación. Crucemos el puente del tiempo para llegar al Bilbao medieval, allá por el siglo XV, donde Bilbao comenzaba a agigantarse merced al nuevo puerto. La villa se enclava en el meandro de Ibaizabal, a unos diez kilómetros de la boca de mar, y ofrece seguridad a la vez que acorta el camino terrestre a los comerciantes castellanos que trafican con Países Bajos y el Norte de Europa. Crece la ciudad y con ella, aterrizan nuevos oficios y se rescatan nuevos rincones ganados al olvido. Detengámonos en algunos de ellos.

Desde 1430 existen noticias del establecimiento de plateros en Bilbao y apenas 40 años más tarde la ciudad tenía trece reconocidos, una cantidad mayúscula para la época. La plata era, por aquel entonces, un símbolo de poderío, el santo y seña de las riquezas. Más tarde nos detendremos en ese oficio que tanto nombre tuvo en la villa.

En 1499 María Ortíz de Madariaga fundaba una congregación religiosa con sede en una casa de la calle Somera. Pero en 1513, siendo ya 29 monjas, decidieron construir un nuevo edificio en el arrabal de Ibeni, hoy conocido como Atxuri. Nacía el convento dominico de La Encarnación.

No fue tan sencillo. La calleja de Ibeni, o simplemente la Calleja, nombre y paso conservado, se menciona en la sentencia de Cueto pegado a la cerca de la huerta de dicho convento de la Encarnación. En 1516 y en favor de las dominicas de la Encarnación de Bilbao, Doña Juana, señora de Bizkaia, envió carta de amparo, por la cual toma bajo su seguro la nueva fundación realizada en Ibeni, arrabal de Bilbao, contra los que se oponían a ella. Gracias a las donaciones de familias adineradas de la villa que deseaban disponer sus sepulturas en el nuevo convento.

Fue la suya una vida de larga duración. No en vano, el conjunto fue abandonado por las religiosas en 1976. Se inició entonces un proceso de ruina que a punto estuvo de acabar definitivamente con el convento. Afortunadamente, el acuerdo firmado en 1991 entre el Ayuntamiento de Bilbao, la Diputación Foral de Bizkaia y la Diócesis de Bilbao sirvió de arranque a la rehabilitación del edificio y su conversión en sede del Museo Diocesano de Arte Sacro, adosado a la iglesia de la Encarnación.

RESTAURACIÓN

Los trabajos de restauración y adecuación fueron importantes. Pero se conservó en lo posible el sabor histórico del viejo convento, y en aquellas zonas en las que fue precisa una intervención más profunda se empleó un lenguaje de comunicación con lo antiguo, de forma que el conjunto fuese armónico, logrando un ambiente de paz y sosiego adecuado a su actual función.

Miremos en su interior. El Museo Diocesano de Arte Sacro cuenta con un gran encasamiento a manera de ático de retablo para un casalicio con la historia tallada de la Anunciación. Encima hay un modesto óculo y en el ápice escudo de la orden de Santo Domingo. En la portada se descubren dos fechas que corresponden a la construcción de la mayor parte del templo. La primera -1554- aparece en una de las peanas de las entrecalles; la segunda -1560- en la clave del arco de ingreso.

Sin embargo, la recargada decoración naturalista tallada con hojarasca de la mitad superior de la fachada, el campanario, el relieve de la Anunciación y el escudo, es propia de finales del siglo XVII (1690). En esa época se construyó y talló esa parte bajo la dirección del maestro guipuzcoano Martín de Zaldúa. Esa fecha corresponde a la fase final de las obras del conjunto iniciadas hacia el año 1515. Su parecido con la fachada del convento de San Esteban de Salamanca hace probable que el diseño fuese de Fray Martín de Santiago, discípulo de Juan de Alava.

La lenta construcción del templo fue posible, como les dije, gracias a la contribución de vecinos ricos que deseaban tener en el nuevo convento sus sepulturas. De hecho, aún se conservan los arcosolios de estilo gótico de las familias Herquiñigo y Arana en las capillas laterales de la cabecera. El claustro, muy renovado, conserva dos crujías de la época con arcadas de piedra de medio punto. Este pórtico soporta las salas superiores, ampliadas con voladizos de madera vista, que desde 1995 contienen los fondos del Museo Diocesano de Arte Sacro. Dicho espacio constituye un remanso de paz en el que gozar de esculturas y pinturas de gran interés. Hay obras de maestros antiguos como Antonio Carnicero, del Arco, Luis Paret, Lucas Jordán, Mignard, Luis Salvador Carmona, Beaugrant, y modernos, entre otros de Basiano y Huera.

Queda pendiente el asunto de la platería del que les hablaba antes. Dentro de la sala de orfebrería se ha recreado un espacio muy especial: el taller del platero. Pero no de cualquier platero. Se trata del taller de Eloy García, el último platero tradicional activo en Bizkaia.

Eloy inició su andadura profesional en 1944, con 15 años, y dejó definitivamente sus cinceles en 2012. Es decir, 68 años dedicado a la plata y al bronce. Lo guardó casi todo. Materiales muy diversos que permiten ilustrar el proceso completo de elaboración de sus obras, desde el boceto hasta la pieza terminada. No solo pueden contemplarse sus peculiares herramientas, sino también los diseños, los moldes y troqueles, las piezas sin retocar y retocadas, algunas obras acabadas€

Gracias a la cesión en depósito de parte de este material el museo pudo recrear su espacio de trabajo, su hábitat natural. Han replicado el taller de Eloy, construyendo una habitación con sus mesas de dibujo y trabajo, sus armarios o sus baldas Y esparcido por todo ese espacio están sus herramientas, dibujos, libros, piezas€¡Hasta su San Pancracio!

En el exterior la plaza de la Encarnación cuenta con un espacio para el peatón de 2.750 metros cuadrados y fue inaugurada en 2009 tras una intensa reforma. Entre sus instalaciones destaca su cuidada iluminación, su pavimento multicolor, su arbolado ornamental y su nuevo mobiliario urbano.