UNO pasea por Alameda Mazarredo y se detiene frente a sus jardines, atractivos y supervivientes de los acechos y gobiernos del hormigón y el ladrillo, como si fuesen un refrescante lago vegetal, coronado con el palacio Ibaigane como hermoso telón de fondo, un tapiz de Flandes, un edificio clave del estilo neovasco y muestra muy singular de los revivals de principios del siglo XX; una construcción que recuerda, de alguna manera, a la vieja casa-torre medieval vizcaina. Un siglo largo después de su construcción (fue edificado en 1900), el palacio da testimonio de un tiempo de gloria que ya se fue.

En esos 120 años largos de vida, el palacio Ibaigane ha albergado un buen pedazo de historia entre sus cuatro paredes. El edificio, cuyo promotor fue el naviero e industrial Ramón de la Sota, uno de los empresarios más dinámicos y emprendedores de su época; es la obra cumbre del arquitecto Gregorio Ibarretxe, lo que ya tiene su aquel. No en vano Gregorio fue arquitecto municipal, primer teniente de alcalde de Bilbao y, por un tiempo, alcalde, de 1907 a 1909, fecha en la que le sustituyó José Horn y Areilza. Junto a Enrique Epalza proyectó el Colegio Público Miguel de Cervantes, inaugurado en 1905, en un solar de la Sociedad La Perla adquirido por el Ayuntamiento de Bilbao, bajo la dirección de Ricardo Bastida, ya para entonces arquitecto municipal. Era uno de los grandes. Y fue por ello por lo que Ramón de la Sota, que acabaría siendo nombrado Sir por el Imperio Británico por sus intervenciones en la Primera Guerra Mundial, le había encargado el proyecto.

Al igual que sucede en otras edificaciones residenciales de la época, su construcción se enmarca en el deseo de la burguesía de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX por mostrar su poderío económico en palacios que mostrasen su privilegiada posición económica y social.

Está inspirado en la arquitectura tradicional vasca, con un basamento de piedra caliza, amplio soportal de acceso rematado en arco escarzano, dos plantas con fachadas de piedra arenisca y planta superior con entramado y ladrillo visto, con las esquinas rematadas en garitones. La cubierta a cuatro aguas dispone de aleros con amplios vuelos y doble sucesión de canecillos. En conjunto consta de semisótano, planta baja con escalinata de acceso y dos plantas más.

Su composición transmite elegancia, proporción de formas y finura en los remates exteriores e interiores. Con unos criterios generales, cada una de las fachadas tiene un tratamiento particular, mediante huecos adintelados y otros rematados en arco de medio punto (en la planta segunda), incorporando también balcones con barandillas de hierro forjado. El interior se distribuye en torno a un amplio espacio central a modo de patio interior cubierto, dispone de una capilla neogótica y la escalera principal utiliza la madera como material principal (peldaños, balaustrada y casetones). La estructura es de muros portantes y metálica. En la planta de semisótano se ubicaba la zona de servicio y en el resto la zona residencial con los salones, comedores y habitaciones. Ya está descrito el espacio donde vivió sir Ramón de la Sota hasta su fallecimiento ocasional en Getxo, en agosto del 36.

Llega aquí una historia rocambolesca. Lo llamativo es que tres años después del óbito, y debido a su militancia política, el Tribunal de Responsabilidades Políticas condenó a Ramón de la Sota al pago de una multa de 100 millones de pesetas. "por conspiración para la rebelión militar", por lo que sus cuantiosos bienes fueron incautados, incluido este Palacio.

Durante cerca de cuarenta años albergó el Gobierno Militar de Bizkaia siendo traspasado al Ministerio de Hacienda en el año 1978. Posteriormente, el 7 de septiembre de 1979 fue devuelto a la familia Sota, no sin antes tener que pagar cuantiosas multas. Al decir de algunas personas que hicieron el Servicio Militar en ese edificio, el abandono y falta de reformas fue la constante durante el periodo de ocupación por los militares, que llegaron incluso a utilizarlo como establo para las caballerizas. Si a eso se suma que, una vez entregado a la familia estuvo ocho años abandonado, hasta que llegaron a un acuerdo económico con el Athletic en el año 1986, la conclusión es sencilla: al hacerse rojiblanco el Palacio Ibaigane se encontraba en un estado lamentable. Durante estos años de desamparo, la rapiña hizo estragos en el interior del palacio, desapareciendo chimeneas, vidrieras emplomadas, pomos de puerta, bisagras, etc€ En definitiva, todo aquello que pudiera ser vendible.

Entra en este periodo de saqueo la desaparición de algo extraordinario. En la segunda planta y frente a la sólida escalera principal, en medio de dos despachos, se presenta a la vista un órgano. ¿Y qué pinta un órgano ahí, en la casa particular de un naviero? A su izquierda, se ve que Ramón de la Sota quiso que allí hubiese una capilla, de estilo neogótico, que sirviese, como católico que era, para los rezos familiares y celebrar la Eucaristía diariamente. Este órgano serviría para acompañar las preces y, esporádicamente, para algún concierto privado. ¿Y quién sería el privilegiado que tocase este singular órgano? Pues nada menos que Jesús Guridi.

El arquitectoEl palacio Ibaigane se construyó como residencia del industrial Ramón de la Sota y ha tenido diversos usos: desde vivienda, pasando por centro del Gobierno Militar, hasta convertirse en sede social del Athletic

Javier de Arístegui, encargado de la restauración de Ibaigane para el Athletic, detalla que al encontrarlo solo se conservaban, la consola, el teclado y el pedalero, puesto que toda la tubería, tanto la cantante como la de ornato, de fabricación alemana y de una gran calidad, fue extraída con extraordinaria delicadeza, con un gran conocimiento de su instalación, lo que hace pensar que lo realizaron verdaderos conocedores del tema. Durante las obras de restauración se pensó en reparar el órgano, no solo por su calidad sino también, por su valor sentimental, pero dado el elevado costo que implicaban estos trabajos, se abandonó la idea. Fue en 1998 y con motivo de los Actos del Centenario del Club, cuando el presidente José María Arrate y su Junta Directiva se plantearon acometer la reforma del órgano y dejarlo en condiciones de ser tocado y escuchado. El 8 de octubre de 1998 se estrenó el nuevo órgano con un programa en el que intervinieron Ainhoa Arteta, el coro Biotz-Alai y como organista invitado, Alejandro Zabala.