US últimos años de luz los vivió en la sombra, fuera de los focos y olvidado por el público al que tanto quiso y tanto le quiso a él. Fernando Cebrián se llamaba. Y solo los memoriones, sus allegados o los apasionados del cine y el teatro de mediados del pasado siglo le recordarán, quizás a través de la fotografía. Como tantas veces pasa con los cómicos, soldados de choque del ejército del Arte, sus últimos tiempos transcurrieron en un íntimo y feliz anonimato junto a quienes le querían y disfrutaban de la compañía de este galán de pelo blanco y gesto bondadoso que circuló por nuestras pantallas durante más de medio siglo.

Fernando nació en Bilbao. Pronto sufrió la Guerra Civil (era hijo del 29...) y tuvo que huir a Francia de la mano de su madre y sus ocho hermanos donde apuró un exilio cargado de penalidades y vagabundeos que pudo superar con éxito, aunque padeciese en sus carnes y en la de sus seres queridos la muerte y la represión. No fueron unos comienzos fáciles de vida.

A su regreso, se inició en el teatro con el grupo de Nuria Espert y aquella fue una gran escuela. No en vano trabajó con la mayoría de los directores importantes de aquel cine de los cincuenta, sesenta y primeros setenta, cargado de ilusión: José María Forqué, Pedro Lazaga, Rovira Beleta o Antonio Isasi-Isasmendi. También estuvo a las órdenes de dos mitos: Luis Buñuel y Abel Gance, en Cyrano y D’Artagnan (1963) y Tristana (1970), y compartió película con la reina de las pantallas españolas de la década prodigiosa: Pepa Flores, en Marisol rumbo a Río, de Fernando Palacios.

Tanto alcance y buen hacer tuvieron sus buenas artes que le reclamó la televisión y se convirtió en una de las figuras del mítico y añorado Estudio 1, donde su profunda voz y su buen gesto cautivaron a las audiencias tanto como aquel alcalde justo de las Crónicas de un pueblo de Antonio Mercero, todo un hito televisivo. Fue, supongo, el papel de su vida.

Aquel muchacho de talento que recibió de Paul Newman (tras arrebatarle el galardón de aquel festival de Iberoamérica) una sincera felicitación por su interpretación de Cerca de las estrellas (César Fernández Ardavín, 1962); el autor de Mi primera incomunión: Barcelona, 1939 (Biblioteca Nueva), sus memorias tiernas y estremecedoras; el actor que apostó por la democracia en el estreno de Jueces en la noche, de Buero Vallejo y, según quienes le conocieron, un luchador infatigable, progresista, inteligente, cultivado, desinteresado y justo, se fue en silencio en 2009. No hay para él calle ni plaza que lo recuerde pero quienes estuvieron a su lado no le olvidan. El gran público, imagino, ni siquiera sabrá de quién les hablo.

Protagonista: Fernando Cebrián.

Gesta: Tuvo una infancia difícil, exiliándose a Francia junto a su familia tras el fin de la Guerra Civil. A su regreso, se inició en el mundo de la interpretación de la mano de la actriz Nuria Espert. El éxito le llegó de la mano de Antonio Mercero al interpretar al alcalde en ‘Crónicas de un pueblo’ (1972-1974).