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En este mismo sentido, les propongo que piensen en el siguiente dato. Hace unas semanas, a finales de agosto, el New York Times anunciaba que dejaría de mostrar la programación de la televisión en su versión impresa. Ochenta y un años después de empezar con ello (sí, en 1939 ya había algunas emisiones televisivas en Estados Unidos), lo deja. Una alerta: la reacción a este dato es directamente proporcional a la edad. Hecha la alerta, interpretemos la situación.

Recuerdo de pequeño que miraba esta sección todos los días cuando mi padre traía el periódico por las mañanas. Era realmente interesante sorprenderse y descubrir qué poder ver cada noche. Tras la irrupción de Internet y la aparición de Google, saber qué poder ver en cualquier momento del día ha perdido este valor. En el artículo de cierre de esta sección se habla de ello. Dicen que los lectores y lectoras seguramente ni se den cuenta del cambio. Es evidente que las nuevas generaciones ya no ven televisión como tradicionalmente lo hacían. El uso de servicios de emisiones de contenidos audiovisuales por Internet (Netflix, Movistar+, Hulu, Disney+, etc.) no para de crecer. La programación televisiva es un anacronismo para el comportamiento televisivo de nuestra era. Seguramente algún lector o lectora pensará que él o ella sí ve todavía la programación televisiva. Pero espero estemos de acuerdo que es un comportamiento en declive.

¿Y con qué sustituir esta sección? Lógicamente, no se puede cambiar una programación concreta y cerrada por un amplio abanico de opciones sin fecha y hora exacta de arranque. Las opciones de qué ver y cuándo verlo no se aplican para una era en la que el usuario tiene un sinfín de opciones en todos los sentidos. Ahora el usuario lo que quiere es alguien que le recomiende, para su perfil, qué ver. Ese alguien es el propio algoritmo de las citadas plataformas de emisión por streaming. Sin embargo, sí que veo una oportunidad para los medios de comunicación que tradicionalmente mostraban lo que había. Estos voraces consumidores de contenidos agradecen también una selección crítica y editada de la gran variedad del contenido. ¿Qué opinan los expertos y expertas culturales sobre la oferta para cada región geográfica? Porque la oferta es global, no local.

El problema de la sobreoferta actual es que hemos cambiado la escasez de cuando yo era pequeño, a la abundancia. Lo escaso tenía también su valor. Navegar en ese laberinto de opciones es ahora el problema. Si el valor ya no está en dar la información de la oferta, lo que sí puede ser ahora de valor es la crítica y la revisión. Como la hay de viajes o de libros, que la haya también de la extensa oferta de contenidos audiovisuales. Creo que eso tiene un valor en sí mismo. A mayor volumen de contenido, más perdidos estaremos. Incluso la construcción de comunidad y conversación alrededor de esos contenidos, también creo que puede ser una opción. Al final la generación de una tribu urbana ya es algo que se puede hacer a escala planetaria. Y muchas series es lo que han conseguido.

No os oculto, que a los románticos de la escasez digital como yo nos entristece a veces perder tiempo en elegir y no tanto en descubrir. Me ocurre algo parecido a cuando de pequeño iba a la librería del pueblo a descubrir libros. Sinceramente, me gustaba más esa emoción en el proceso de búsqueda a que un algoritmo lo haga por mí. Lo sé, será cosa de la edad. Los millennials también nos hacemos mayores.

A finales de agosto, el ‘New York Times’ anunciaba que dejaría de publicar la programación de la televisión en su versión impresa. Ochenta y un años después de empezar con esa sección, la suprime