L hoy conocido como Ilustre Colegio de la Abogacía de Bizkaia fue fundado el 11 de julio de 1838 en el Salón Consistorial del Ayuntamiento de Bilbao por convocatoria de José Javier de Goytia, quien fuera el primer decano del mismo al tratarse, en aquellas fechas, del abogado más antiguo de la villa. Desde la epoca isabelina, pasando por el sexenio revolucionario, la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil, y el franquismo hasta nuestro dias, el colegio se ha caracterizado por la defensa pública de las libertades civiles y por su vínculo con la ciudad. Hoy se sitúa en uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, la Casa Aburto , obedeciendolas órdenes de los planos del arquitecto Enrique Epalza.

En sus orígenes se trató de una casa de vecindad con la que Epalza ganó el concurso de Fachadas Artísticas, convocado por el Ayuntamiento de Bilbao, en 1906. Llama la atención el interés que, en aquellos comienzos del siglo XX mantuvo el consistorio por promover y premiar la mejor arquitectura posible para los edificios que se levantaban en la ciudad, lo que logró que el patrimonio urbanístico del Ensanche florezca como florece.

Miremos los cronicones de la ciudad en aquellos tiempos. Ahí puede comprobarse que el edificio denominado Casa Aburto, fue premiado, junto a una casa en Gran Vía, realizada por el arquitecto Carlevaris, en el concurso convocado en 1906 y fallado el 16 de marzo de 1907. En este mismo certamen obtuvo una mención especial la tintorería Astiguieta. Eran tiempos de adoración de la arquitectura.

La casa de vecinos en cuestión fue un encargo de José Ramón de Aburto a Enrique Epalza. El proyecto fue finalizado y presentado al Ayuntamiento de Bilbao el 19 de enero de 1904. Conviene, además, hacer la precisión de que en febrero de 1905 el arquitecto presentó un proyecto de cocheras para la casa de la que tratamos. Esta construcción constituye, asimismo, un ejemplo de arquitectura modernista que, aunque adosado al edificio principal, tiene una vida propia cuya expresión urbana más significativa son las fachadas y los espacios de la misma que dan a la calle Uribitarte en el comienzo de las rampas del mismo nombre. La obra principal fue concebida como un edificio residencial de alto nivel. Se organizaba la casa en base a una planta baja, un sótano y cuatro plantas más en altura en las que, en cada una, se disponía una única y exclusiva vivienda. La distribución de la planta se estructuraba en base a una crujía paralela a las fachadas que terminaba en el muro medianero y un cuerpo central, situado en el eje de la construcción, en el que se organizaban las escaleras y tres diferentes patios de ventilación en cuyo entorno se hallaban diferentes elementos de servicio tales como el planchero, el tocador o los diferentes aseos.

Los planos detallan que se accedía a las viviendas desde una puerta única, centrada con el hueco de la escalera, por la que se alcanzaba un importante vestíbulo tangente al pasillo de distribución que discurría, asimismo, paralelo a las fachadas. Junto a tal pasillo se disponían, de nuevo atestiguan los planos de Epalza, no menos de once huecos destinados, en general, a dormitorios con la excepción del correspondiente a la cocina, al comedor, al gabinete y a la sala de billar. El conjunto de los elementos decorativos interiores estaba formado por distintas piezas en techos y paredes con un alto nivel de calidad. Entre ellas destacaban las chimeneas, el barandillado y demás elementos de la escalera y los vestíbulos. Con el tiempo y el fin último, sede colegial de la abogacía al que se ha destinado el edificio, éste se ha podido preservar, en gran medida, constituyendo una valiosa pieza del patrimonio cultural bilbaino. No por nada hablamos de una de las joyas de la corona del primer Ensanche de Bilbao, admirado como tal junto al Palacio de Ibaigane y la Sociedad Bilbaina.

Deténgase ahora el lector o la lectora, que tanto da, en las rampas de Uribitarte. El historiador Guiard traduce Uribitarte como “poblado entre dos”, en referencia a la isla o isleta artificial, abierta a mediados del siglo XVII en este paraje de la Ría de Bilbao, donde, seguramente, el propio curso de las aguas habían ido formando esa tierra o banco emergente, el cual contribuía a reforzar las inundaciones cuando éstas se producían, por lo que las autoridades de la villa y del Consulado decidieron, a raíz del aguaduchu de 1651, gastarse más de cien mil ducados para abrir un nuevo brazo o canal al curso de la Ría, en este paraje, formándose, entonces, la susodicha isla o isleta de Uribitarte, la cual aparece en los grabados antiguos de Bilbao y su Ría, puesto que no desapareció hasta las obras de cegamiento de dicho canal, realizadas entre 1870 y 1874. Los antiguos bilbainos llamaron Río de la Platade la Ría, por lo elevado de su coste, así como aplicaron el nombre de La Glorieta a la citada isla, que debía de tener ese aspecto ajardinado al que alude tal nombre.

Las rampas de Uribitarte salvan el alto desnivel de comunicación urbanística entre el muelle y la calle de Uribitarte, en la margen izquierda de la Ría, frente al Campo de Volantín, y el tramo de la Alameda de Mazarredo, próximo a la iglesia y plazuela de San Vicente, en el nivel superior. Los documentos existentes hoy reflejan que el desnivel que existía entre San Vicente y Uribitarte, hoy Rampas de Uribitarte, se conocía como Estrada de la Brigadiera. El arquitecto municipal Edesio de Garamendi diseñó esta zona tomando como base los estudios que había realizado Ernesto Hoffmeyer en 1884. Las obras se ejecutaron en 1891-92 por el contratista Pablo Zubía y Leceta en 92.000 pesetas de la época. Todo un dineral.

Tal y como puede apreciarse en las actas las nuevas obras de Uribitarte se iniciaron el 2 de abril de 1870, es decir, el mismo día de la toma de posesión de sus nuevos límites jurisdiccionales por la villa de Bilbao, pero en realidad los trabajos habían empezado ya en octubre de 1869, según el proyecto y planos del ingeniero E. Traverse, aprobados por el Ministerio de Fomento. A fines de 1873 estaban acabadas. Fueron tres años en los que Bilbao fue ganando metros par un futuro que ya empujaba y empujaba. Como las torres de Isozaki que ahora campan por allí cerca.