VISO: (La lectura de este artículo no está recomendada para espíritus sensibles o frágiles de ánimo. Y menos aún leerlo en noches de tormenta).

En la lejana Escocia, a orillas del archifamoso lago Ness, se levanta Boleskine House, una de las casas con más poder de seducción y de sugestión para los aficionados al mundo oculto. Esta mansión de la localidad de Foyers fue construida en el siglo XVIII por Archibald Fraser como pabellón de caza sobre una antigua iglesia que, según la historia local, quien sabe si no barnizada con la épica de la leyenda, fue quemada con sus feligreses en el interior.

La belleza del lugar, lo apartado de su recóndita ubicación y la truculenta historia sobre la que se levantaba atrajeron a finales del siglo XIX a Aleister Crowley, conocido mago negro, que llevó a cabo sus rituales a lo largo de los tres años en los que la habitó dejando tras de sí la locura del servicio y el alcoholismo de su propia esposa. Aleister fue todo un personaje en tiempos de la reina Victoria y vivió con la obsesión por descubrir la identidad del asesino en serie nunca desenmascarado y a quien se le llama Jack el Destripador. Este ocultista creyó que quien se ocultaba bajo ese macabro alias era Robert D’Onston Stephenson, un charlatán que había sido amante de una de sus principales seguidoras, llamada Mabel Collins.

En pocos años Boleskine House pasó de un propietario a otro deshaciéndose de ella uno tras otro. Uno de sus últimos inquilinos fue el famoso guitarrista de Led Zeppelin Jimmy Page, obsesionado con la figura del mago negro. Hoy en día la propiedad sigue en manos privadas y es uno de los lugares más misteriosos de Escocia donde -dicen las malas lenguas- año tras año se reúnen las fuerzas del mal para invocar extraños rituales.

He ahí uno de los ejemplos más célebres de casas encantadas que se reconocen en medio mundo. Con un pasado menos macabro, Getxo posee su particular casa encantada, ubicada en el número 20 de la avenida Basagoiti. Se trata de un edificio de finales del siglo XIX ubicado en Algorta y construido por encargo de José Olózaga Galarreta en 1898. Los diferentes acontecimientos que ha vivido esta casa indiana, singular entre las de su especie, a lo largo de su historia centenaria la han dotado de muchos nombres diferentes. La primera de ellas es Residencia Olózaga y se lo debe a su primer dueño, el señor José Olózaga Gallarreta (Gordexola 1847-Madrid 1918). José Olózaga era carpintero y estaba casado con María Eugenia Velázquez y Objío, natural de Santo Domingo (República Dominicana) a quien había conocido en Cuba, país al que había emigrado en su juventud con la esperanza de mejorar su situación personal.

La pareja decidió comprar una parcela en la calle Basagoiti de Getxo, que por aquel entonces, en 1898, era zona de casas burguesas para construir una residencia de verano. La tarea de diseñar y construir la vivienda se la encomendaron al maestro de obras Francisco Ciriaco Menchaca.

María Eugenia había sido cantante de ópera y por su carácter y forma de vestir resultaba exótica para los getxotarras de principios del siglo XX. Con cierta frecuencia, y casi siempre por las noches, cantaba en la terraza de la cubierta de la casa que la condujeron a ser conocida como casa encantada o casa de las brujas. Aquellos recitales, el aspecto de la dama y el aire indiano de la edificación, bañada en rosa, contribuyeron a recrear una atmósfera singular que llamaron la atención y el asombro a los lugareños de la época. Ahí nació la leyenda, sin crímenes, invocaciones o infestaciones (en parapsicología, aparición de fenómenos extraños e inexplicables -poltergeist- en un lugar determinado...) a sus espaldas. Asuntos de la época.

La pareja falleció sin descendencia lo que hizo que la propiedad pasara a manos de los hermanos de María Eugenia, residentes en la República Dominicana y en Nueva York. En 1927 la casa fue comprada por Ramón Orendaín y Sarriegui y María Amann Martínez de las Rivas. Es probable que en estos años se realizara la reforma de la zona de servicio para habilitar la capilla en el sótano del edificio, bajo la terraza de la entrada principal de la casa.

Tras el fallecimiento de Doña María en 1948, sus herederos vendieron el palacio a Luis Malo de Molina y Soriano, casado con Dolores de la Riva Casanova, y a esta época pertenece el escudo que preside la fachada zaguera. En ese momento la propiedad pasó a denominarse Palacio Malo de Molina.

Todo ese tránsito, todo ese cambio de manos trepidante desembocó en 1982, cuando los cinco hijos vendieron el edificio al Ayuntamiento de Getxo que culminó en 2011 la rehabilitación del inmueble.

Particularidades

El edificio encierra algunas particularidades que le otorgan un carácter excepcional dentro de la arquitectura residencial de Getxo a finales del siglo XIX y, sobre todo, entre las casas indianas de la época. Eso lleva a pensar que el proyecto pudiera haber sido realizado en Cuba o que Menchaca se plegó ante los deseos del matrimonio que, sin duda, debió contar con algún repertorio fotográfico o de dibujos para realizar el encargo. Resulta muy llamativa la concepción de una casa con semisótano y planta baja. Debido al clima húmedo de Getxo, una vez iniciada la construcción del edificio se colocó una cubierta acristalada sobre el patio para usarlo como hall iluminado con luz natural.

Otra particularidad es el empleo generalizado de baldosas cerámicas dispuestas en composiciones caprichosas ya que lo habitual era el empleo de maderas de calidad en los recibidores y habitaciones, de hecho solo se utilizaban baldosas en los cuartos de baño y algunas dependencias del servicio.

El semisótano estaba destinado a dependencias del servicio. Por lo que se refiere al piso principal, el hall rectangular es el corazón de la casa y está rodeado por un pasillo que da paso al resto de las habitaciones, actuando como auténtico núcleo funcional de la vivienda. Por lo demás la ausencia de algunas dependencias como la biblioteca, el despacho o la capilla pueden explicar su finalidad como casa de descanso estival, rematada cono toques modernistas como el de la puerta que comunica el vestíbulo con la escalera del sótano.