LA suya fue la mano que le dio vida. ¿La de quién? La de Manuel María Smith, descendiente de John Smith Fitz, uno de los muchos irlandeses llegados a Bizkaia en el siglo XVIII. Hizo sus primeros estudios en el Colegio de los Jesuitas de Orduña donde destacó por sus dotes para el dibujo. En 1896 inició sus estudios superiores en la Escuela de Arquitectura de Madrid donde comenzó ya a destacarse por sus dotes excepcionales, de tal modo, que en 1902 recibía de manos de Alfonso XIII la medalla del alumno más distinguido de la Escuela de Arquitectura y en 1904 obtenía el título de Arquitecto. ¡Quién le iba a decir que no sería aquel el único encuentro con el monarca!

Dieciséis años después de aquel encuentro llegaría el otro. Para entonces, la obra de Manuel María ya era elogiada en toda Bizkaia. Tanto, que en 1914 el empresario Vi?ctor Cha?varri, Marque?s de Triano, le encargó el proyecto del palacio de Artatza. Resultado del florecimiento econo?mico y consecuente renacimiento arti?stico de mediados de la de?cada de los an?os 10, aparece en su imaginación primero, y en los bocetos, anteproyectos y planos despues, la mejor, la ma?s emblema?tica obra de Manuel María Smith y una genuina interpretación local del estilo ingle?s Reina Ana.

El edificio se ubica en un amplio solar irregular de casi 30 hecta?reas, topográficamente accidentado, localizado en el Arenal de Artaza, que es el que da el nombre a la casa. Estos terrenos fueron subastados por el Estado en 1894 y adquiridos por la familia. Fue la esposa de Chávarri, María Josefa Poveda y Echagüe, quien eligió este emplazamiento privilegiado para edificar la que sería su residencia. Los materiales utilizados fueron la piedra y el ladrillo rojo visto, y para la ejecucio?n de los vanos el arquitecto adopto? estilos muy variados. La distribucio?n del edificio, que tiene forma de U, responde al ideal victoriano de separar totalmente la parte residencial de la del servicio.

Llegamos entonces al punto del reencuentro. El caserón de estilo fue inaugurado en 1918 por el Rey Alfonso XIII. ¡Qué no sería aquella puesta de largo, qué no aquella fiesta! El edificio lució en todo su esplendor. Era impresionante, como también lo era el entorno: albergaba un campo para la práctica del crocket, en la zona norte habi?a una huerta protegida por una arboleda, terrenos para pasto de animales, un invernadero de cristal y hierro en forma de T, un depósito de agua y gallineros. El jardi?n estaba compartimentado en zonas independientes con pe?rgolas, bancos de piedra y madera pintada, y copias de esculturas griegas como la Artemis de Gabii de Praxi?teles y el Disco?bolo de Miro?n. Tambie?n habi?a dos estanques, según se recuerda: uno con nenu?fares y otro con embarcadero.

Apenas dos décadas más tarde de aquellos felices días, ensangrentado el paisaje con la Guerra Civil, el Palacio de Artaza fue utilizado como cuartel por algunos batallones de gudaris. Con posterioridad, Artaza continuó siendo residencia permanente de los Chávarri y lugar de veraneo de sus descendientes hasta 1979.

Durante muchos años recibió visitas de las personalidades más importantes de la sociedad y la política de la época, que dejaron estampadas sus firmas en el libro del palacio. Desde 1989, el edificio es propiedad del Gobierno Vasco, mientras que la Diputación Foral de Bizkaia se ha hecho cargo de los jardines, que ahora son parque público. En 2018, el Gobierno vasco cedió gratuitamente y por 10 años el Palacio Artatza al Ayuntamiento de Leioa para actos socioculturales, no sin haberlo parcialmente restaurado. Los trabajos de restauración, desarrollados por el despacho García de La Torre Arquitectos, comprendieron la reparación de cubiertas, la limpieza y reparación de fachadas, así como el acondicionamiento interior y la renovación de las instalaciones, incluyendo asimismo la recuperación de las vidrieras. Todo ello transformando el inicial uso residencial en un nuevo programa institucional con salas de conferencias y proyecciones, suites para visitantes, con un uso enfocado a las recepciones, convenciones y congresos. El edificio vive hoy para la promoción de actividades y usos de interés para el municipio.

El parque de uso público, les decía. Los dos leones que reciben al visitante como escoltas de las rejas le dieron un sobrenombre al espacio, el Palacio de los leones, por el que también se le conoce.

Veamos su vecindad en Leioa. Allí se enclava el palacio Atxutene o Palacio Zabala Construido en estilo neoclásico por deseos del propietario Canuto de Achútegui, natural del Casco Viejo de la villa de Bilbao, la parte norte de este edificio en forma de L es de 1828, y las delOeste y Sur del siglo XX. Tiene una hornacina en la cual había una imagen de San Canuto Mártir, rey de Dinamarca. Además de los terrenos en los que edificó Atxutene, adquirió otros muchos en Leioa, y también la mitad de la casa Torrea. En 1870 ya era propietario de otras casas como Induriena-barri y Mateona. En 1940 adquirió la otra mitad de Torrea, la parte sur, y algunas tierras, por lo que el camino que comunicaba con la ermita de Ondiz, que hasta entonces era vecinal, dejó de serlo. En su finca se cultivaron hasta los años 20 grandes extensiones de maíz. Criaban también abejas y contaban con un invernadero y unas cuadras para unas 40 vacas, cuya leche se vendía.

Otro de los espacios singulares de leioa es el Palacio Mendibile. En 1526 consta la existencia de un caserío de este nombre en el mismo lugar que hoy se erige. Sin embargo, el edificio que se conserva en la actualidad es de estilo barroco y data de finales del siglo XVII o comienzos del XVIII. Este caserío, que se asemeja a los caseríos Aizti en Gaztelua y Ampuero en Durango, es el de mayores dimensiones del municipio. Por eso, más que un caserío, parece que fuese un palacete de un terrateniente destacado. Su tamaño y relativa ostentosidad hicieron que se le adjudicase el apelativo popular de palacio Mendibile. Sus orígenes resultan algo inciertos, tanto que no existe una fecha exacta de la época de su construcción, tampoco se sabe quién fue el promotor de este caserío, ni quiénes fueron sus primeros propietarios. Consta de cuatro plantas, divididas en sótano, baja, primera y segunda-entrecubierta, ofreciendo un total de 1.471 metros cuadrados donde hoy el txakoli vive sus días de gloria.