NO hay mejor manera de describirlo: la tradición le corría por las venas. Con apenas diez años comenzó a dar sus primeros pasos -dantzaris, quiero decir...- de la mano de su padre que fundó el Dindirri Dantza Taldea, el primero de Bilbao tras la Guerra Civil. Posteriormente nació Beti Alai en el bilbaino barrio de Basurto aunque, “después de un pequeño lío”, como acostumbraba a decir, desapareció. Tarde. El veneno de los bailes tradicionales ya estaba en su interior y creó un nuevo grupo. Quería mantener el nombre de Beti Alai pero no pudo ser y empezó a funcionar como Beti Jai Alai.

Eran duros los ensayos en la antigua Cervecera del Norte de Basurto, allá en la calle. Y si llovía tenían una suerte de cobertizo para resguardarse del barro, el granizo, o el viento. No fueron, aquellas, las únicas inclemencias que hubo de superar. Veámoslo con un ejemplo al menos. En abril de 1968 organizó un festival en La Casilla. El cartel tenía el sello de la Policía porque sin él no era posible organizar nada. Había que llevar las letras de las canciones a Información y Turismo “y las que estaban en euskera había que traducirlas”, explicaba Pertika que reconoce que “cuando los técnicos veían algo raro, echaban para atrás las canciones”. He ahí una de las mil y una dificultades que hubo de sortear con el transcurrir de los años. “De aquel compromiso político apenas queda huella”, llegó a decir.

La trayectoria de Jon Pertika no se explica sin su labor como investigador de la cultura vasca, de viejas tradiciones que solo estaban reflejadas en cuadros. La más reseñable, sin duda, se remonta al aurresku que se baila el 15 de agosto y el día de la Virgen en la parte trasera de la basílica de Begoña. La única referencia conocida hasta entonces era el cuadro Un aurresku en Begoña, de Jenaro Pérez de Villamil, fechado en 1842. Ese fue el punto de partida para Beti Jai Alai de un evento que se ha convertido en tradición. Además, del aurresku también se baila una ezpatadantza dentro del templo, gesto de difícil introducción porque los curas eran reticentes. No querían introducir una dantza dentro de la iglesia en la misa en la que estaban todas las autoridades. Lo consideraban irreverente. Pero, tras el baile en el altar, la gente reaccionó con aplausos y la tenacidad de Jon se salió de nuevo con la suya.

Reproducía fielmente las dantzas recogidas en su lugar de origen y consideraba que la madre de todas las danzas era el dantzari dantza de Iurreta. Siendo como fue rey de reyes de las dantzas habrá que hacerle caso.