EL primer rascacielos de la historia, el Home Insurance Building (ya desparecido), medía 42 metros de altura y se edificó en Chicago en 1885. Un metro más chato que el protagonista de nuestra historia y 61 años mayor. Con el paso de los años, los rascacielos fueron ganando altura y, en la actualidad, el techo del mundo se sitúa en Dubai, ciudad asiática donde se levanta el Burj Khalifa, un coloso de 828 metros. Más alto que el Kolitza, para que vayan haciéndose una idea.

El despegar de los rascacielos, como les dije, proviene del siglo XIX. Desde finales de éste en adelante, y de forma paulatina, las ciudades más prósperas de la inmensa mayoría de países vieron cómo, poco a poco, sus calles se llenaban de edificios cada vez más altos. El avance en las técnicas constructivas, la introducción de nuevos materiales (hormigón, hierro forjado, acero?) y el alto precio del suelo en el centro de las urbes propiciaron la aparición de los rascacielos. ¿Chicago, les dije? Claro que sí. Esa fue la cuna. Junto a Nueva York ambas ciudades mantuvieron durante décadas los únicos skylines del mundo. Siendo el inventor del rascacielos, Chicago sufrió un boom en la construcción de rascacielos que duró desde el inicio de la década de los años 20 hasta el final de los años 30, durante la cual se construyeron 10 de los 100 actuales edificios más altos de la ciudad. Desde el inicio de la década de 1960, Chicago atravesó otro período semejante en el cual se produjo un boom incluso mayor en la edificación de rascacielos.

¿A cuenta de qué viene al caso esta revisión de la historia de estos colosos, se preguntarán ustedes? Del Bilbao “chiquito y bonito” del que hablaba Unamuno queda cada vez menos. La ciudad, de suelos cada vez más caros por su escarpada orografía, fue escalando hacia el cielo. Hoy no hay duda que su águila urbanística es Torre Iberdrola -con 165 metros de altura, este elegante edificio de oficinas ideado por el prestigioso arquitecto argentino César Pelli se ha convertido en una obra de arte de la arquitectura terciaria, todo un referente por su diseño, tecnología y sostenibilidad...-, el techo del mundo a la bilbaina.

Entremos en harina. El edificio encargado de abrir la veda de la construcción en altura de Bilbao fue el conocido como Rascacielos de Bailén. Tan solo mide 43 metros, pero si sus creadores le dieron el nombre de rascacielos, ¿quiénes somos nosotros para contradecirles? Si entrásemos en las páginas de la historia de Bilbao podemos informarnos de lo siguiente: el rascacielos de Bailén es el primer edificio con una altura superior a los 40 metros construido en Bilbao. La torre, de 43 metros y 13 plantas y construida entre 1940 y 1946, se encuentra en el barrio de San Francisco, en el límite con Abando, junto a las estaciones de Bilbao-Concordia y Abando Indalecio Prieto.

Los arquitectos Jose María Chapa y Manuel Ignacio Galíndez fueron los encargaros de construir la torre, que mantuvo la hegemonía de ser la más alta de la ciudad hasta que en 1968 se construyera la Torre Banco de Vizcaya en Abando. Todavía perviven quienes bien recuerdan que fue la sede de la Magistratura de Trabajo pero hoy en día el edificio pertenece a Adif y el inmueble está protegido por el Plan especial de Rehabilitación del Casco Viejo. Por esta causa, Adif puso en marcha las obras de reforma del rascacielos, que desde hacía años venía pidiéndose desde el Ayuntamiento de Bilbao.

Aquella intervención debe considerarse en un concepto más amplio que la mera construcción de un edificio en altura. Se trata de una actuación urbanística de conjunto en un enclave estratégico de la ciudad. Tras el derribo del edificio de la estación de Portugalete y la posterior cubrición del andén esta obra supone la creación de un espacio de terraza con carácter de mirador hacia la ría, así como un elemento de comunicación entre el Casco Viejo y el Ensanche a través del atrio de la Estación de la Concordia. La verticalidad de la nueva construcción permitía, precisamente, la liberación de este espacio así como la visión de la fachada de la estación desde la parte baja de la ciudad.

Los arquitectos plantean en este edificio de oficinas -remate de la manzana que bordea la ría a través de la calle Bailén, como si fuese un mascarón de proa...- un proyecto en dos cuerpos: uno más bajo que enlaza con los edificios históricos del muelle de la Naja retomando la tipología de huecos y porches de los edificios adyacentes y otro en altura como remate del conjunto, en contraste con los edificios que lo circundan. Esa verticalidad asume también una expresa función representativa, desde la visión que ofrece hacia el espacio abierto de El Arenal. De esta forma la silueta bilbaina se vio enriquecida con una peculiar torre de planta cuadrada de doce metros de lado y cuarenta y tres metros de altura. El punto de partida del skyline a la bilbaina. Seamos justos con él. Quizá a primera vista parezca que no tiene nada especial, pero su estilo racional, inspirado en los rascacielos de Chicago del siglo XIX y su ubicación sobre la ría lo convierten en un edificio misterioso y de alguna manera fascinante. Fue una revolución arquitectónica en la década de 1940. Desde su azotea se tiene una de las mejores vistas sobre el Casco Viejo y el ensanche de Bilbao.

Desde aquel pistoletazo de salida, todo fue crecer y crecer. En 1969 se construyó la Torre Banco de Vizcaya en la plaza Circular, actualmente Torre Bizkaia, con 88 metros y 21 plantas. Durante casi 40 años fue el edificio más alto del País Vasco, hasta que en 2006 se construyó en la ciudad de Baracaldo la Torre BEC para la nueva Feria de Muestras de Bilbao (Bilbao Exhibition Centre), alcanzando los 98 metros de altura. Finalmente, tanto la Torre Banco de Vizcaya como la Torre BEC dejaron de ser las más altas de Bilbao y del País Vasco respectivamente, al finalizar en 2011 la construcción de la ya citada Torre Iberdrola de 165 metros de altura.

P.D.: ciencia ficción arquitectónica. Recuerda la memoria viejos sueños como las Torres de Sefanitro y Torres Puerta de Bilbao, en Barakaldo o el World Trade Center Bilbao: Pei Cobb Freed & Partners proyectó dos rascacielos en Abandoibarra, dos torres gemelas de 38 pisos y 210 metros unidas por el centro. Finalmente, se construyó en su lugar el Palacio Euskalduna.