Durante 40 años fue periodista, cronista parlamentaria de una época en cambio, la Transición. Hoy ve con ojos críticos la situación social, una mirada que siempre ha tenido, pero ve con preocupación muchas derivas, una de ellas la de su profesión y muchas cosas que no entiende, tampoco quiere entenderlas. Por ejemplo, esas declaraciones institucionales disfrazadas de ruedas de prensa en las que no se admiten preguntas: “No, yo no iría. En las ruedas de prensa sin preguntas los periodistas solo hacen bulto para que la foto salga bien”. Tras dejar la profesión, la escritura ha sido su vida. Y Dime quién soy es una de las novelas más leída. Desde el viernes está en manos también de los espectadores

¿Qué sintió al ver ‘Dime quién soy’, su novela, convertida en serie?

—La vi en una sala de montaje con José Manuel Lorenzo, los dos en absoluto silencio, no nos dirigimos la palabra durante horas y cuando terminó, le di un abrazo y le dije: Gracias. Mis lectores cuando vean la serie en la pantalla van a ver el libro que yo escribí. Lo que a mí me importa es que los lectores reconozcan la novela.

Diez años después de publicarse se convierte en serie, parece todo redondo.

—Quién me iba a decir a mí entonces que hoy seguiría hablando de ella. Estoy realmente fascinada porque el proceso de convertirla en serie ha sido largo, muy largo, pero muy satisfactorio.

¿Ha participado activamente en el proceso?

—Ha sido indirectamente. He estado muy pendiente de los guiones. Me los pasaban y yo sacaba el lápiz rojo. Al principio, fue muy complicado y con los primeros equipos de guionistas yo no me entendí y ellos tampoco conmigo. Hace dos años José Manuel trajo a Eduard Cortés como director y a partir de ahí todo fue mucho más fácil.

¿Le hacían más caso?

—Unas veces les convencía yo y otras me convencían a mí Cortés y su equipo de guionistas. No siempre estábamos de acuerdo, pero buscábamos el equilibrio y la forma de trabajar fue muy distinta a la anterior. No participé escribiendo los guiones, lo que yo tenía era el lápiz rojo. Era la que tachaba.

¿Da placer pasar el lápiz rojo?

—No. Para mí fue una pesadilla hacerlo, no era algo con lo que yo me sintiera cómoda, sobre todo los primeros cuatro años del proceso. Los guiones son Eduard y su equipo, ellos son los que han creado la serie. Mi papel era que lo que estaban haciendo se ajustara a la novela.

No me suelo encontrar con muchos escritores satisfechos con las adaptaciones que han hecho de sus novelas. ¿Tan difícil es que fluyan las concordancias entre novelista y guionistas?

—Muy difícil. Es tu obra, tú la has concebido de una forma determinada. Tú sabes lo que has querido contar y de repente te encuentras con que eso se tiene que trasladar a otro lenguaje, el televisivo y es un lenguaje que juega con otras reglas. Es complicado. De alguna manera, sientes que tu criatura deja de ser tuya.

Usted está satisfecha, ¿pero…?

—A mí lo que me importa es qué van a decir mis lectores.. Mi obsesión respecto a la serie es que los lectores encuentren en ella el libro que han leído.

¿Le ha sido difícil imaginar a sus personajes en movimiento?

—No es tanto que sea difícil imaginárselos así sino que la esencia y la complejidad de los personajes estén bien recogidas. Hay momentos en los que el escritor siente que es un proceso que no está en sus manos, que se te ha escapado y es una sensación complicada de gestionar. El lenguaje literario no es el lenguaje televisivo. Es probable que lo que tú te has imaginado haya que trasladarlo de otra manera. Los sentimientos que surgen son complicados, pero yo estoy contenta con los resultados de esta serie. Está muy bien hecha, es una serie diferente a otras.

¿Y cómo ve el trabajo de los actores?

—Espectacular. Tengo la esperanza de que los lectores reconozcan en ese magnífico trabajo a los personajes del libro. Que reconozcan a Dime quién soy libro en el Dime quién soy serie.

¿Qué le ha parecido la Amelia, su protagonista, que ha interpretado Irene Escolar?

—Irene es una gran actriz. Una persona muy inteligente, tiene un gran talento. Hablé con ella y le expliqué el personaje y nos entendimos perfectamente. Ha hecho la Amelia Garayoa que yo escribí.

¿De dónde surgió una historia que recorre el siglo XX?

—Para mí fue el reto de contar un siglo, es nuestro siglo. Me asombra cuando oigo decir que es una novela histórica. Es una novela que abarca un periodo pasado, pero es que el siglo XX es anteayer. El motivo fue el ansia de contar el siglo de los dos grandes totalitarismos, unos totalitarismos que provocaron tanta desolación y muerte; destruyeron Europa y la vida, los proyectos y las ilusiones de millones de personas.

¿Qué representan los Garayoa en la historia de una Europa tan convulsa?

—A una familia madrileña, republicana, azañista. Una familia como muchas de aquel primer tercio del siglo XX. Eche mano de recuerdos familiares, de esas historias que yo escuchaba de pequeña contar a mis abuelos, a mis tíos-abuelos y que hablaban de cómo habían vivido la guerra, la posguerra… Cuando uno se pone a escribir intenta buscar elementos que le ayuden a montar una historia creíble, yo encontré esos elementos en el baúl de los recuerdos.

El cine y la televisión están haciendo muchas adaptaciones de libros. ¿Qué le parece esta fusión de las letras con la imagen y el sonido?

—Una buena noticia. Quizá haya muchos lectores que a lo mejor no han leído este libro o el de otro autor que haya sido también adaptado, pero a través de una serie se pueden acercar a ellos. Pienso que estas adaptaciones acercan a los espectadores con los autores, despiertan la curiosidad por saber cuál es la historia completa, la que está en el libro.

¿Alguna vez pensó que un libro suyo fuera llevado a la pantalla?

—Nunca he tenido esa ambición. Nunca he escrito pensando en que un libro mío fuera más allá. Soy consciente de que mis libros son muy complicados. Son libros con muchos escenarios y muchas ciudades distintas; son muy largos y tienen la dificultad de ser resumidos.

Cuando un libro está protagonizado por mujeres enseguida lleva la etiqueta de una historia para mujeres…

—Este no es un libro de una mujer. Es una historia en la que se hace una reflexión sobre un siglo, tiene muchas voces y es la historia de muchas personas. Es la historia de muchos hombres que Amelia va encontrándose en su vida.

Volvamos a su pasado, periodista parlamentaria, una etiqueta que nunca le vamos a quitar…

—Y no quiero que lo hagáis. Estoy muy satisfecha de los muchos años que le he dedicado al periodismo. He tenido la suerte de vivir momentos absolutamente apasionantes de la historia, de poder contar la Transición… Uno no deja de ser periodista porque ya no ejerza la profesión, he dedicado 40 años de mi vida a contar lo que pasaba a mi alrededor.

¿Se imagina siendo periodista en los momentos actuales? Ruedas de prensa virtuales, ruedas de prensa sin preguntas.

—No, no. Me parece totalmente indignante e inaceptable que se convoque a los periodistas para hacer una declaración y no se permitan las preguntas. Es una falta de respeto absoluta. Es como en el cine, los periodistas son los extras, que están ahí para que quede bien el plano en televisión y que se vea a unos señores con el bolígrafo. Creo que no se debería de tolerar.

¿Iría usted a una rueda de prensa sin preguntas?

—No. Lo primero que tienen que hacer los que convocan es que se va a hacer una declaración. En las ruedas de prensa sin preguntas los periodistas solo hacen bulto para que la foto salga bien.