Luis Merlo, Jorge Bosch, Marta Belenguer y Vicente Romero estrenaron esta obra bajo la dirección de Tamzin Townsend a principios de año en Madrid, solo duro dos meses, llegó el confinamiento.

Dice que tiene el pulso acelerado€

—Sí, voy corriendo a todos los sitios, voy como loco.

Ha tenido todo el confinamiento para saber que las prisas son malas consejeras.

—Y qué lo digas. Los que me conocéis sabéis que me gusta ir despacio. Pero no nos queda más remedio, vivimos en la sociedad de la prisa. A mí me gusta mucho estar en mi casa.

Vuelve al teatro con 'El método Grönholm'.

—Empezamos con ella a principios de año y solo la pudimos representar dos meses, después llegó el virus. Ahora empezamos de nuevo y lo hacemos en Donostia, estrenamos allí el martes y estamos encantados de poder poner de nuevo los pies en un escenario y mirar otra vez cara a cara a los espectadores.

¿Qué significa 'El método'?

—Todo lo que podemos hacer con tal de gustar a los demás. Hemos nacido para gustar a la gente que nos rodea. En este caso, es gustar para conseguir un puesto de trabajo.

¿Arriesgamos cuando queremos gustar a las demás personas?

—El ser humano por gustar es capaz de hacer las propuestas más descabelladas y descalabradas. Nada importa cuando se trata de gustar, eres capaz de perder la cabeza.

Creía que lo importante era gustarse a uno mismo.

—Eso decimos todos, es la disculpa para ponernos manos a la obra e intentar gustar al que tenemos enfrente, al lado, a la izquierda y a la derecha.

¿Un juego de seducción?

—Puede ser, pero no siempre estás intentando seducir cuando pretendes gustar, pueden ser actividades muy diferentes. Pero en el juego de seducción hay que intentar gustar.

¿Intentos que llevan al engaño?

—O al ridículo, vete tú a saber. Depende hasta dónde estés dispuesta a llevar el juego de la seducción o de gustar a los demás. En el caso de esta función, lo que intentan cuatro personas es conseguir un puesto de trabajo mejor que el que tienen. Suele ocurrir muy a menudo y para lograr ese objetivo tienes que gustar.

¿Le ha ocurrido a usted?

—Pienso que nos ha ocurrido a todos. A mí me ha pasado, a mi edad ya no pasa. Por el afán de gustar somos capaces de vendernos al diablo y de hacer cualquier tropelía. Estoy encantado con el texto, me parece que está escrito por uno de los mejores dramaturgos (Jordi Galceran) del momento, yo he hecho de él El crédito. Además, fíjate qué curioso, cuando me dan una función de él, lo que quiero es sentarme a verla en vez de hacerla. Se me despierta la vocación de espectador y se retira el actor.

¿Qué le fascina de este autor?

—Cómo transforma en humor algo que en principio puede ser un drama sin la más mínima gracia. La selección de personas por parte de una multinacional (El método Grönholm) lo que produce es una deshumanización del aspirante al trabajo. Esta empresa se permite poner unas pruebas en las que uno se pregunta sobre el porqué de sus actuaciones. El autor mete el filtro del humor, no de la gracia.

Para usted tener gracia no es tener humor, ¿no?

—No. Creo que entre la gracia y el humor hay una separación enorme. Te puede hacer gracia la caída de culo de un niño de un año, te mata de la risa y de la ternura. Pero el humor contiene siempre una cualidad, la inteligencia.

¿Qué armas utiliza en una obra de similares características?

—La energía, el humor lo pone el dramaturgo, yo pongo a disposición de su texto toda mi energía. El resultado de una mala o una buena interpretación está en la energía. Ya sabemos que algo tenemos que provocar en el espectador. Mi máxima es provocar al espectador que está muy cómodo en su butaca. Otros trabajan para otras cosas.

¿Por ejemplo?

—Para conseguir unos premios, para conseguir la admiración entre sus compañeros. El deseo último de un actor debe ser gustar al público, que el público olvide durante hora y media su realidad.

Me resulta muy difícil pensar que lo que hace usted sea solo por el mero hecho de gustar.

—¿Y por qué no? En el momento en el que no quieres gustar es que te encuentras de vuelta de todo y no sé si es buena esa situación. Ojo, el trabajo de gustar provoca un cansancio tremendo. No podemos ser cínicos y decir que no queremos gustar. Queremos gustar a una persona que nos gusta; queremos gustar a esos amigos que queremos que piensen que somos estupendos; date cuenta todo lo que hacemos para gustar a nuestras parejas€

Nunca había escrito tantas veces seguidas el verbo gustar.

—Es que es una condición que nace con la propia persona. Es lo que les pasa de una forma exagerada y teatral a los personajes de esta función. Esta función está tan de actualidad ahora como cuando se estrenó.

¿Se refiere a lo de gustar?

—Me refiero a la deshumanización laboral que sigue estando presente en las grandes corporaciones. El autor convierte una situación que podría ser humillante para los espectadores en pura comedia.

¿Cree que tienen puntos comunes 'El crédito' y 'El método'?

—Sí y no. En El crédito se da la situación de una persona que va a pedir dinero sin tener un aval. Esta obra muestra lo que hemos perdido, algo tan bonito que se daba en nuestros mayores, darse la mano y cerrar un trato.

¿Se fía usted de la palabra de cualquiera que se ponga delante? Me temo que no.

—En la gente del teatro se ha vivido mucho esto y lo he vivido con gente que tiene metido en el cuerpo la tradición como es mi hermano Pedro (Larrañaga), él lo hace, a él le vale el apretón de manos. El romanticismo en trabajos potentes ha desaparecido y sin romanticismo es muy difícil hacer bien un trabajo.

¿Le dice algo 'Salomé'?

—Me dice que fue una obra de teatro que yo hice hace muchísimo, pero que muchísimo tiempo€

Tantos como 35 años, el tiempo que lleva en el oficio de actor.

—¿35 años? No los he contado, me sorprendes enormemente. Jolín, que mayor soy, uf€ De verdad, 35 años, es que soy muy mayor. ¿Cómo me ves?

Estupendo, como siempre.

—Me han pasado muchas cosas. Tengo el sabor de boca de las historias de amor que he vivido, los amigos que se han ido. Tiendo a olvidar lo malo que me ha sucedido y a recordar lo que movió algo dentro de mí. Quiero seguir removiendo el interior de los espectadores.

Nadie va a estar sentado al lado de nadie, mascarillas€ La visión desde el escenario va a ser muy diferente, ¿se la imagina?

—Tiene algo de ciencia ficción, ¿no? Es una ciencia ficción que se ha apoderado de la realidad. No me lo puedo imaginar. Lo veré el martes en Donostia. A ver si conseguimos hacer reír a ese público que vaya a vernos.

La risa tendrá que llegar a los ojos, la mascarilla no deja de ser una barrera.

—La risa se produce de manera espontánea con lo cual, pienso que tiene que ver con el alma.

¿Va a seguir en 'La que se avecina'?

—Se están preparando nuevos escenarios y en septiembre de 2021 volveremos a grabar la decimotercera temporada de esta serie.

Así que Bruno seguirá presente.

—Sí. Hace cuatro temporadas que entré en esta historia y ha sido el reencuentro con mucha gente de Aquí no hay quien viva.

¿Cómo ha vivido el confinamiento? ¿Es usted tranquilo o hipocondriaco?

—Nada de hipocondriaco. Vivo en una casa en la sierra de Madrid, es lo mejor que he hecho, aquí me he encontrado con una nueva familia. Estoy completamente agarrado a la soltería.

¿Solo?

—Sí y con una felicidad absoluta. La soledad cuando te elige a ti es muy dura, pero cuando la eliges tú, entras en un plano de libertad y aprendes a vivir desde la perspectiva de que estás solo.