Dice que es de risa fácil y por eso le gustan los chistes de su padre, pero no se plantea emularlo para hacer reír a los espectadores. Es uno de los pocos aspectos en los que se muestra tímido. Es un amante de la buena mesa, una mesa que se basa en lo sencillo y que sigue el lema de “rico, rico” de su padre. No abandonaría su pueblo, Zarautz, ni encadenado. Joseba Arguiñano es quinto hijo del chef de Antena 3 y, según los que conocen a la familia a fondo, el que más se le parece. Pasado el confinamiento ha vuelto a retomar la televisión y presenta dos programas en los dos canales de Euskal Telebista. El surf, el mar, la montaña o la pesca forman parte de sus aficiones. Pero sobre todo, pesa mucho el clan familiar, las reuniones en casa, las comidas...

Cada verano un nuevo programa, está usted de suerte.

—Ya lo creo. La verdad es que cuando empecé en esto de la tele no me esperaba tanto. Estoy encantado. Estamos a tope, con ganas y muy a gusto. A mí me piden un trabajo, lo hago, y a esperar a que a la gente le interese. Parece que los programas que hago dan números y todos contentos.

Es que si no dan números seguro que se va a casa. ¿Se esperaba tener tanta demanda cuando empezó?

—La verdad es que no. Pero después de dos años, la televisión se ha convertido en mi normalidad, como que le estamos cogiendo correa a esto. Metí la mano en televisión y ahora casi, casi, estoy metiendo la cabeza.

¿De tal palo tal astilla?

—Ja, ja, ja… No lo sé, mi aita es muy grande en todo lo que hace. Uf, no creo que llegue nunca a donde él está.

Ahora en vez del hijo de Karlos van a decir el padre de Joseba.

—Pueden decirlo porque es verdad. Pero no en lo que respecta a televisión, el aita va a ser siempre el aita. La trayectoria que ha hecho él va a ser difícil que la iguale cualquiera, incluido su hijo. Karlos Arguiñano, mi padre, ha marcado una tendencia en la cocina de la tele que va a ser muy difícil de alcanzar y mucho más que se supere.

Pero ya ha conseguido su sustituto, ¿o no?

—¿Te refieres a mí?

A quién si no.

—Bueno. Es verdad que antes en ETB era el Arguiñano pequeño, el hijo de Arguiñano, y ahora empiezo a ser Joseba. Si en la televisión vasca dices Joseba, sale mi apellido, antes era el hijo de Karlos. Me conoce mucha gente; al final, el tener el apellido que tengo y ser el hijo de quien soy…

¿Ayuda o solo pone etiquetas de hijo de?

—Ayuda, de eso no te quepa duda. ¿Etiquetas también? Pero es cierto: soy el hijo de. Si hace algo el hijo de Arguiñano, la gente se queda con la copla. Si lo hace otro, pues a lo mejor cuesta más. Como Arguiñano es tan conocido, la gente se fija, luego tendrás que demostrar lo que vales o lo que no vales, pero eso es otra historia.

Ha pasado el confinamiento grabando.

—Al principio no, paramos como casi todo el mundo. Después empezamos a grabar desde el obrador. Hicimos cuatro programas desde allí.

¿Se ha resentido el obrador?

—Por supuesto. Nosotros servimos a establecimientos de hostelería y estaba todo cerrado. Hemos trabajado para las familias, el pan es un alimento de primera necesidad y la gente lo compraba. Pero todo ha estado a medio gas. Ha sido todo un poco triste. Pero a ver si durante el verano le damos la vuelta a todo y volvemos a ponernos al día. Soy optimista, parece que tiene buena pinta. Yo he estado mucho en el obrador. En casa me decían: No has ido tanto al obrador en tu vida.

¿Escapista?

—Ja, ja, ja… No. Al tener media plantilla en ERTE, yo era el comodín y cada día hacía una cosa diferente. Luego, en casa con los niños, Natali, mi mujer ha estado a tope, ha estado al pie del cañón con los críos. Ha sido duro, pero lo bueno es que toda la familia está sana y bien.

Ha tenido mucha competencia doméstica, en muchas casas se han puesto como locos a hacer panes y bizcochos, en los supermercados se agotó la harina y la levadura.

—Ja, ja, ja… La gente me mandaba grabaciones de sus panes y bizcochos. Para mí es un honor que la gente se dedique a la panadería y a la repostería. Que la gente se dé cuenta de que tampoco cuesta tanto y que el pan se ha hecho en las casas desde siempre. Cuando estamos rodando por la vida a toda prisa y vamos con lengua fuera, no encontramos hueco para hacer estas cosas. Es fundamental la cocina en nuestras vidas, es fundamental que le dediquemos tiempo porque es así como se ha hecho durante toda la vida.

Para coger el testigo de Karlos Arguiñano tendrá que animarse también con el capítulo de los chistes.

—Ya me lo preguntan por la calle. Ja, ja, ja… Es una faceta que no es tan fácil.

¿Más difícil que cocinar?

—¿Contar chistes? Es mucho más difícil para mí. Cocinar sé, pero contar chistes me es mucho más difícil que hacer una buena tarta o un buen pan. Quizá el día que me encuentre solo delante de una cámara como está el aita, tenga que empezar a hacerlo. Pero por ahora, no. Trabajo con invitados, ellos son el mejor ingrediente de mi programa y mi idea es sacar a esos invitados todo el jugo que tienen. Que cuenten ellos los chistes, que cuenten sus vivencias, sus historias. Los chistes quizá lleguen algún día, pero no creo, no soy tan malabarista como mi aita.

Confiese. ¿Se ríe con todos los chistes que cuenta su padre o le dice que no tiene ni pizca de gracia alguno de los que cuenta?

—Hay de todo, pero yo soy de risa fácil…

¡Qué diplomático! No se moja.

—Ja, ja, ja…No es por quedar bien. La verdad es que me río con rapidez. Y te voy a decir una cosa, los chistes tontos y cortos me hacen reír más, los del aita son así, que esos largos que parecen monólogos.

Hablemos de su nuevo programa, ‘Joseba Arguiñano sukalerrian’.

—Es muy diferente a Historias a bocados en cuanto a que yo no voy a los sitios a buscar a gente. Es un programa diario y no podría hacerlo, es la gente la que viene a mi plató. Pero en este programa, al igual que en el otro, lo importante son los ingredientes y esos ingredientes son mis invitados. Mostramos los sitios mediante vídeos y llamadas. Se puede a través de Joseba Arguiñano sukalerrian conocer a los agricultores, a los pescadores, a los carniceros, a los ganaderos, a la gente artesana… Siempre estoy con un invitado cocinando.

¿Qué ha pasado con su otro programa, el de las escapadas?

—Se paró después de Semana Santa, queda alguno grabado para emitir durante el verano. Seguimos con nuevos programas de Historias a bocados, nos han dicho que llegará hasta Navidad. El diario que estoy haciendo está programado para el verano, luego ya se verá.

¿Continuará en Antena 3, en el programa de su padre?

—Después del confinamiento quedó kili kolo. Pero mi idea es volver en septiembre, pero eso lo tenemos aún sin atar. Bueno, no sé, a lo mejor está atado y a mí no me han comentado nada. Si me dicen: Ven, yo voy.

¿Qué le ha aportado la televisión?

—Conocer gente, conocer mundo, conocer mejor Euskal Herria y tener la excusa de salir del obrador.

Creía que era su pasión.

—Lo sigue siendo. Cuando tenemos nuestro propio negocio nos involucramos al cien por cien. Llevo diez años en el obrador y la televisión me permite abrirme, hacer otras cosas. Al final, te salen cosas nuevas y tenemos juventud y casta, no hay que decir que no a las cosas que se pueden hacer y compaginar con tu trabajo de siempre. Tampoco es que por la televisión he dejado todo de lado, he cambiado de pueblo y de hacer las cosas que siempre he hecho. Son un par de días a la semana y me gusta hacer televisión. Es algo que puedo compaginar con el obrador y con la familia.

Me da la sensación que irse de Zarautz no es una opción en su caso.

-Uf. Creo que no. Mucho tendría que cambiar la historia para que yo me fuera del pueblo. Tengo aquí a mis aitas, mis hermanos, mi mujer, mis hijos, mi negocio, mis amigos, el barquito en Getaria, la suegra en Zumaia, las olas de Francia a media hora… ¿Sabes lo que te digo? Que de Zarautz no me voy, estaría loco, si alguien pretende sacarme de aquí me tendría que sacar con cadenas.

“La trayectoria que ha hecho mi aita va a ser difícil que la iguale cualquiera, incluido su hijo”

“La gente me mandaba durante el confinamiento grabaciones de sus panes y bizcochos”