ETA se disolvió oficialmente hace casi dos años tras cuatro décadas de una violencia que no estaba en sus inicios. Eso es lo que cuenta La línea invisible, una serie que se estrena hoy en Movistar+ dirigida por Mariano BarrosoLa línea invisible, que cree que “era el momento de hablar cómo fue el auge de la pesadilla”. Esos orígenes aparecieron ante Barroso como “un mundo fascinante por explorar” porque “ahora ha pasado el tiempo suficiente para ver las cosas con cierta perspectiva para indagar cómo pudimos llegar hasta donde llegamos”, explica.

Álex Monner es el protagonista de la serie e interpreta a Txabi Etxebarrieta, un universitario que se introdujo en ETA de la mano de su hermano José Antonio (Enric Auquer) y que se convirtió en un dirigente de la banda y en el primero en cometer un asesinato, el del guardia civil José Antonio Pardines (Xóan Fórneas). En seis capítulos, Barroso narra la evolución de Etxebarrieta en paralelo a la represión del régimen de Franco, personalizada en las torturas dirigidas por el entonces jefe de la Brigada Político-Social de Gipuzkoa, Melitón Manzanas (Antonio de la Torre), que fue el primer asesinado por ETA en un atentado organizado. “Un tema muy bueno en un contexto fascinante, un personaje fascinante y un gran director”. Así resume el proyecto De la Torre, que asegura ser muy consciente de que Melitón Manzanas era detestado por la izquierda abertzale pero que también tenía una familia con recuerdos totalmente diferentes. El actor trató de acceder a la hija del policía, que declinó la invitación pero sí le hizo llegar recuerdos de un padre muy cariñoso, afable y de buen trato, una imagen completamente opuesta a la que ofrecen las víctimas de sus torturas. Por ello, su trabajo se centró en tratar de hacer “un retrato poliédrico” del personaje, mostrar su lado humano, algo en lo que coincide con Auquer y Monner. Los dos trabajaron juntos para conocer lo más posible a sus personajes, hermanos unidos en su ideología nacionalista, y entender su simbología dentro de la historia de ETA, que considera a Txabi su primer mártir.

Un profundo trabajo de investigación, de hablar con gente que les conoció y expertos en la banda que les sirvió para meterse en los personajes desde las tripas, como precisa Monner. “Es uno de los personajes más alejados de mí que he interpretado. Yo no soy un intelectual, no tengo una carrera universitaria, nunca podría dar una clase”, señala Monner que, sin embargo asegura que lleva toda la vida preparándose para un papel que le ha acercado a sus raíces vascas y cuyos diálogos estudió en casa de sus abuelos en Azpeitia. Al mismo tiempo el Txabi de La línea invisible tiene cosas de él, como también las tiene el José Antonio al que da vida Auquer, que se muestra convencido de que es imposible crear un personaje sin que se vea parte de él en el resultado. “Toda la humanidad de ese personaje es muy mía”, asegura un actor que en un año ha pasado de ser desconocido a estar en proyectos tan variados como Quien a hierro mata o Vida perfecta y llevarse un Goya, un Gaudí o dos Feroz.

“Me gusta componer el personaje y buscar energías diversas”, precisa Auquer, que también se considera “un gran observador y un gran copiador” al que le encanta “aprender de todo el mundo, copiar energías y entender cómo trabaja la gente”. Y eso es lo que ha hecho en el rodaje de La línea invisible, una serie con un enorme reparto de secundarios con nombres veteranos como los de Ramón Barea o Asier Etxeandía, pero también de jóvenes como Anna Castillo, Patrick Criado, Joan Amargós o Emilio Palacios, componentes de una nueva y brillante generación de actores. “Me siento absolutamente rodeado de talento y de buena gente. Con esta mezcla se puede ir a donde quieras”, dice Monner, a lo que Auquer añade: “Hicimos un team (equipo) increíble y superbueno. Todos trabajamos desde sitios diferentes para llegar a conexiones y hacer escenas juntos (...) Creo que somos unas generaciones muy potentes, que somos muy poco competitivos y nos ayudamos muchísimo”

Un elenco de actores que Barroso escogió por su adecuación a los diferentes personajes, sin importarle que Monner y Auquer sean catalanes o De la Torre andaluz. “No hemos hecho un documental”, afirma rotundo Barroso, que cree “en la capacidad de los buenos actores y actrices” y que recuerda además que Monner es medio vasco, que la serie está enteramente rodada en el País Vasco y que gran parte del equipo técnico es de allí.

Lo importante para él es haber sido lo más fiel posible a la historia, basada en una ingente documentación estudiada por el equipo y realizada “con todo el respeto”, siendo conscientes de que es su versión de lo que pasó porque hay “tantas versiones de la historia como personas vivieron esa realidad”. En este caso cuentan “cómo algo que empezó como un sueño de jóvenes de izquierdas de superar la lucha de clases y de derrotar a una dictadura, se convirtió en una pesadilla”, resume De la Torre desde un estudio improvisado en una habitación de su casa.

La trama se remonta a 1968, año en el que Etxebarrieta traspasó “la línea invisible” al matar a la que fue considerada la primera víctima mortal de la organización, el guardia civil gallego José Antonio Pardines (Xoán Fórneas). Horas más tarde, Etxebarrieta fue abatido en un enfrentamiento con la Guardia Civil y se convirtió así en el primer miembro de ETA en matar y en morir. Como venganza, sus compañeros asesinaron al inspector Melitón Manzanas, a quien da vida De la Torre y que, según destaca el actor, “tenía muchas caras y había que contarlas todas”. Por un lado, su hija, que en el momento de su muerte tenía 24 años y que la ficción ha convertido en una niña, describía al inspector como “un padre maravilloso” a quien no reconocía “en el papel de torturador”. Sin embargo, un estudio encargado a “prestigiosos juristas” acreditó “3.500 casos de tortura” y el actor conoció a víctimas que hacen “un relato opuesto” al de su hija. En cualquier caso, De la Torre señala que siempre defiende a sus personajes para no caer en una actuación “maniquea”, tal y como aprendió hace 25 años. “Un actor siempre tiene que defender a su personaje, si lo juzgas estás haciendo una caricatura”, afirma el intérprete, que siempre trata de pensar que un personaje tiene “sus razones”.

En este sentido, señala que “la violencia nunca tiene justificación pero sí tiene una explicación” y que “determinadas circunstancias” favorecen “más que otras”. En este sentido, cree que “lo que corresponde como sociedad es evitar eso” y considera que “la gran evolución sería superar la violencia como resolución de conflictos”. Preguntado acerca de si es un buen momento para abordar los orígenes de la banda, De la Torre destaca que “lo bueno” de tratar el tema de ETA es que ahora “hay muchas personas vivas entre quienes vivieron el origen”. A su juicio, “en la búsqueda de la verdad hay que acercarse sin miedo pero sin odio, sin miedo pero sin rencor para evitar tener un sesgo, una mirada compasiva”. Por este motivo le gusta su “oficio”, del mismo modo que le apasiona la profesión de periodista, para la que se formó en la universidad, porque le permite acercarse “a las cosas tratando de entender en lugar de juzgar”. “Me gusta los oficios que plantean preguntas y no ofrecen respuestas”, concluye.