Cuenta Carlos Therón que uno de los principales ejes de las comedias es el sádico ejercicio de colocar a los personajes en situaciones de las que les resulte imposible salir airosos. Y precisamente eso fue lo que le atrajo de Lo dejo cuando quiera al recibir y leer su guion: imaginarse a un grupo de empollones, que han hipotecado su juventud estudiando, enfrentándose a lo único para lo que no están preparados que no es otra cosa que el mundo de la noche.

Porque Lo dejo cuando quiera cuenta la historia de Pedro, Arturo y Eligio, tres jóvenes profesores universitarios a los que la crisis ha dejado sin trabajo y que accidentalmente encuentran la solución a sus problemas en el proyecto de investigación en el que Pedro lleva años trabajando: un complejo vitamínico que ofrece, para su sorpresa, un subidón apoteósico sin efectos secundarios. Vender las pastillas les sacaría inmediatamente de la crisis, pero verse metidos de lleno en el peligroso mundo de la noche es algo que a estos tres empollones les viene, sin duda, demasiado grande.