cuanto más alejados físicamente estaban los empleados en un espacio de trabajo, menos se comunicaban

La pandemia del covid-19, una de las cosas que ha traído es precisamente un nuevo experimento para el trabajo en equipo. Inicialmente, se le puso el apellido remoto. Posteriormente, se habló de entornos híbridos. Sé que se ha hablado mucho sobre ello, pero creo que no con todo el detalle necesario. Por ejemplo, no es lo mismo trabajar con alguien en remoto con el que ya se tiene un marco de confianza construido, que introducir a alguien nuevo en la organización. No es lo mismo generar una cultura de empresa en tres dimensiones (en persona) que hacerlo en dos dimensiones (con una pantalla por medio). En álgebra estudiamos las dimensiones para entender cómo permiten representar una realidad. A más dimensiones, más fácil explicar algo. Por eso, tampoco es lo mismo dar seguimiento a los proyectos, que definir un nuevo proyecto, hacer una sesión de brainstorming o llegar a consensos.

Son éstas últimas facetas donde la confianza entre los participantes es nuclear. No es lo mismo hacer trabajos técnicos individuales (que se pueden hacer bien desde casa) que hacer labores de gestión o de construcción de relaciones interpersonales (donde es necesaria la comunicación no verbal, etc.). Quizás por eso soy tan contrario a este discurso que desde muchos programadores se está difundiendo sobre la vida en aldeas rurales como forma de “desinhibirse” del estrés de las ciudades. Quizás para ellos y ellas sea posible. Pero no para todos.

Llevémoslo a otro campo. El trabajo de investigación conjunto. Un estudio de 2010 descubrió que la proximidad física entre los coautores era un buen predictor del impacto de los artículos científicos: cuanto mayor era la distancia entre ellos, menos probabilidades había de que fueran citados. Pero, ¿qué ha pasado ahora que no podemos juntarnos? ¿Han nacido espacios para crear esas construcciones en equipo o realmente es una yuxtaposición de individualidades?

Por todo lo anterior, es importante entender qué cuestiones generan confianza en los equipos. Llevo varias semanas estudiando mucho cómo será el trabajo en los entornos poscovid-19. Es decir, en el momento en el que estamos. La sincronía en las señales no verbales es de vital importancia para cualquier trabajo en equipo. Eso que nos ocurre de necesitar el refuerzo gestual y visual del que nos acompaña. Por eso nos sentimos cómodos trabajando con gente que ya conocemos. Dada la cantidad de colaboración que se lleva a cabo a través del trabajo remoto en la actualidad, ¿la sincronía no verbal sigue siendo importante? Según varias recientes investigaciones, a diferencia del mundo físico, en las videoconferencias no son tan necesarias esas complicidades. Parece que la cámara de vídeo nos distrae más que ayuda a generar confianza. Nos hace pensar en otras cosas (¿quizás cómo nos están viendo?). Ay, cuánta naturalidad perdemos en ocasiones y qué superficiales nos volvemos.

Como veis, tengo más preguntas que respuestas. Pero lo que sí tengo claro es que la curva de Allen nos habla de la necesidad, haya cercanía física o virtual, de tener confianza con las personas con las que trabajamos. Y quizás esta deba ser la preocupación de las empresas próximamente. Eso que hablamos tanto de generar cultura de equipo, ahora no será tanto hacer excursiones juntos, sino más bien de entender que la nueva intermediación digital, ha traído nuevos códigos de comunicación, nuevos canales de trabajo conjunto y sobre todo, nuevas formas de reaccionar de los humanos. l

Una idea que por trivial que parezca, en ocasiones olvidamos: cuanto más alejados físicamente estaban los empleados en un espacio de trabajo, menos se comunicaban