Anne Speckhard

Aunque no hayáis oído hablar de ella, jugó un papel nuclear en la batalla contra el ISIS. Esta parte de la guerra contra el terror tuvo también campo de batalla ideológica en internet. El ISIS necesitaba reclutar terroristas en el mundo. Su aventura extremista necesitaba de este alistamiento para seguir creciendo y estabilizar las tierras que iban conquistando. La profesora Speckhard jugaba con una ventaja: durante su dilatada y brillante carrera había entrevistado en profundidad a centenares de terroristas y sus familiares. También había trabajado con rehenes de terroristas suicidas para comprender cómo se comportaban estos, qué perfil tenían, qué motivaciones les movían y así, ayudarles a salir del terrorismo. Se empeñó en cortocircuitar la propaganda digital de los terroristas.

Según Anne son cinco los componentes que hay que combinar para fabricar un terrorista a través de la presión mediática: disponer de un grupo (el ISIS proyectaba esa identidad), su ideología (el autodenominado Califato Islámico), apoyo social (las campañas en redes sociales buscaban proyectar un aislado, pequeño pero bien coordinado respaldo de personas individuales por todo el mundo), la vulnerabilidad (personas con sensibilidades fuertes en algún punto) y las motivaciones individuales (que pueden diferir, pero suelen ser económicas -falta de oportunidades, falta de recursos, etc.- e ideológicas -reales o construidas-). El Proyecto Rompiendo las Narrativas de Marca ISIS permitió a Anne y su grupo de colaboradores entrevistar a 101 prisioneros y desertores del ISIS. Con estas entrevistas, elaboraron unos vídeos, que tradujeron a varios idiomas (inglés, francés, alemán, albanés, árabe, malayo, ruso, kirguiso y uzbeko, entre muchos otros). ¿Qué buscaban? Influenciar en el contexto de las redes sociales aun en mayor grado que lo que estaban haciendo los terroristas.

Los videoclips se difundieron en el mismo espacio que los que buscaban reclutar terroristas y que el ISIS difundía. Seguían incluso su mismo estilo. Utilizaban sus mismos hashtags o etiquetas. Empleaban la misma estrategia de imágenes y código de colores que hemos conocido en el capítulo anterior. Solo variaba el mensaje: buscaba disuadir la afiliación narrando la historia real detrás de las retóricas utópicas que trasladaba la banda terrorista. Por ejemplo, contaron la historia real de un niño de 13 años que había decidido unirse al ISIS, pero que finalmente abandonó la idea al conocer la historia real que se encontraría en Raqqa (capital y centro económico y financiero del DAESH). Todas estas acciones llegaron tarde en muchos casos. Lógicamente, el DAESH ya había tendido sus tentáculos de contaminación ideológica generando un efecto de influencia en personas por todo el mundo. Sobre todo, proyectando un mundo idílico e irreal que solo se podía alcanzar a través de gestas heroicas. Buscaban héroes ofreciendo buena vida a cambio.

Una de las cosas que más llama la atención de algunos gobiernos (extremistas y no tan extremistas) son sus narrativas heroicas. Tampoco hay que buscar mucho para explicar por qué las emplean con tanta frecuencia: hay un amplio consenso sobre los efectos de atención que la narrativa tiene en nosotros/as. Hay numerosos artículos científicos que poder citar. Uno que publicó Nature sobre las narrativas heroicas del ISIS concluyó cómo la activación de las personas era mayor cuanto más heroísmo había. Vamos, que nos gusta más ver esas gestas heroicas que discursos más sociales, religiosos o de valores (únicamente). Narrar historias nos ha traído hasta aquí como homo sapiens: cómo las narremos y la emoción y disposición psicológica que despertemos en el que las recibe, cambia en función de cómo y qué digamos.

El proyecto de la profesora Anne Speckhard buscaba influenciar en el contexto de las redes sociales aun en mayor grado que lo que estaban haciendo los terroristas del ISIS