No es lo mismo tener la "web de un museo" que "el museo en la web". Cuando hablamos de la transformación digital de las organizaciones, muchas veces el discurso se empeña en destacar la tecnología o la herramienta tecnológica como la solución a los problemas que tienen las organizaciones. Pero, la transformación digital es mucho más que eso. De hecho, la herramienta es lo último en lo que tenemos que pensar. Suele ayudar bastante más tener una estrategia y unos objetivos claros. En el caso de los museos, el objetivo claro debería ser generar nuevas experiencias en la web y que los visitantes pudieran disfrutar del museo desde su propio hogar. Por eso, creo que estamos ante un sector que debe entender lo que está ocurriendo alrededor del arte digital. El cambio está siendo importante. Veamos.

El humano siempre ha buscado posicionar su estatus. Es algo inherente a nuestras jerarquías y sociedades. Comprarse un Rolex o un Lamborghini, tenía más de eso, que de funcional (pese a que es indudable la calidad de estos objetos, evidentemente). Los artículos de posicionamiento social de la era digital son los NFT: cómo hacer que un archivo digital sea único y directamente asociable a su legítimo propietario. Son las piezas de lujo de esta sociedad digital, atribuibles a una única persona y realmente singulares. Tiene sentido que así sea. Estamos más tiempo on line que off line (y más que estaremos). La gran mayoría de nuestra identidad y su expresión la hacemos on line. La trasladamos on line. Y, por lo tanto, queremos fardar on line también.

El triunfo de Instagram vino por ahí: la exposición del cuerpo y los artículos tuvo éxito precisamente apelando a este instinto básico del humano. Pero los NFT cubren desde fotos de perfil de Twitter, cromos de fútbol digitales, imágenes o código fuente de algún programa. OpenSea, el market place NFT más grande del mundo, tiene un volumen de transacciones de mil millones de dólares. Es evidente que está sucediendo un cambio estructural en el campo de los activos digitales trazables, atribuibles, singulares, tokenizables y no fungibles. Por cierto, si tenéis un activo digital que creáis que a alguien le puede interesar tener y quieres venderlo (una foto, un texto, código fuente, etc.), hay plataformas para que tokenices o incluso crees una divisa con tu nombre.

La tradicional casa de subastas Sotheby's, que fue creada en 1744 en Londres, ha venido subastando todo tipo de obras artes en las últimas décadas. En los últimos meses, se ha especializado en los NFT. La gente al final colecciona obras singulares de los creadores. Los NFT no dejan de ser una forma de valorizar obras digitales singulares. Si el descubrimiento de arte va a ser digital, ¿nacerán próximamente los museos digitales también? ¿Tendrá algo que decir los espacios virtuales inmersivos como el metaverso? Es este el poder de los NFT: hacer económicamente valorable algo que también es socialmente valorable y de acceso público.

Si entendemos el desarrollo del campo del arte digital como una expresión cultural más, debemos entender que el cambio trasciende incluso del concepto de un museo. Si lo que ahora mismo se valora es otro tipo de activos, quizás lo primero que debe hacer cualquier espacio cultural es entender lo que realmente se percibe como valioso por parte del ciudadano. Nos adentramos en la sociedad y economía de la experiencia, máxime en esta era del bajo contacto.

Los artículos de posicionamiento social de la era digital son los NFT: cómo hacer que un archivo digital sea único y directamente asociable a su legítimo propietario