Se trata de una ley que regulará, entre otras cosas, cuestiones como los distritos digitales (espacios para que se generen ecosistemas en la economía digital), la figura del nómada digital (trabajadores remotos o remoters) y las residencias virtuales (su propio nombre la describe). En una era en la que de lo poco que ha traído el covid-19 es la ubicuidad del trabajo y las posibilidades que nos abre (especialmente en el campo de servicios) para trabajar sirviendo a cualquier punta del mundo, Andorra ha creado los elementos necesarios para que eso se haga desde su territorio. Me permiten que, a efectos de este artículo, deje el plano fiscal de lado (que anularía cualquier alabanza a todo lo demás).

Crear sitios para tener tu empresa, ser un ciudadano o trabajar en remoto, no es algo tan común. Los países siguen rigiéndose por la "presencia física" para administrar permisos, el pago de impuestos o la creación de empleo. Por ello, en ocasiones resulta muy complicado casar la realidad digital con la residencia física. Una cosa es que critiquemos a deportistas o artistas cuyo trabajo se hace totalmente presencial (salvo que los conciertos on line o los esports se popularicen). Y otra cosa es que una persona pueda programar aplicaciones u ofrecer servicios de consultoría en pijama desde su casa. Son situaciones muy distintas, y como tal, debieran considerarse desde su propia especificidad.

Andorra se ha fijado en el modelo de Estonia como referencia. Debo reconocer que cuando hace unos años Estonia empezó con su estrategia de país y estado digital, buscando atraer talento y profesionales del ramo, lo miraba con ciertas dudas o escepticismo. Y es que el asunto ha ido más allá del mero discurso de "sin papeles" o "en cosa de minutos crea tu empresa". Se trata de un verdadero modelo de país en el que uno puede ser ciudadano del país, y trabajar para cualquier punta del mundo. Un modelo fiscal para facilitar la creación de empresas que operen en otros países, destaca también por ser un campo donde creo que, con Internet, las empresas tendrán rápidamente que estar.

En estas cuestiones siempre pienso que esperar a que haya más modelos de referencia no nos va a ayudar. Al final, parece lógico pensar que la globalización de la actividad económica y social que ha traído Internet va a provocar que las empresas deban estar presentes y operar en muchos países. Y eso, sin lugar a dudas, traerá también la movilidad de personas. Que las Islas Mauricio o República Dominicana estén haciendo estrategias por su privilegiado clima y hábitat, es bonito, pero no sé si es replicable. Hacerlo en un contexto europeo, donde tenemos a una o dos horas de vuelo la gran mayoría de Europa, sí lo veo replicable. Por eso, creo que deberíamos mirar qué lecciones podemos aprender, qué cosas les están funcionando, qué aporta valor social y qué no, y sobre todo, qué modelo de país para el teletrabajo queremos (dentro de las competencias disponibles).

Más allá del asunto de los youtubers (nada nuevo que añadir), creo que puede ser un modelo a mirar para algo que podríamos estudiar. En un país como el nuestro, en el que el bienestar y la calidad de vida es tan alta, ¿por qué no hacer una estrategia para fomentar el teletrabajo sirviendo a países con peores modelos de vida, peor estado del bienestar y peor clima? Es cuestión de emprendimiento político.

Parece lógico pensar que la globalización de la actividad económica y social que ha traído Internet va a provocar que las empresas deban estar presentes y operar en muchos países