finales de 2020, los semiconductores comenzaron a escasear. Goldman Sachs estimó que al menos 169 industrias iban a tener falta de stock, estimando una caída hasta de un 1% del PIB en 2021. Dispositivos móviles, consolas de videojuegos, módems 5G, vehículos modernos o electrodomésticos son solo algunas de las industrias que dependen mucho de los semiconductores. ¿Por qué? Por las propiedades de estos materiales.

Un circuito integrado, también popularmente conocido como chip o microchip, es una estructura de pequeñas dimensiones de material semiconductor. Sobre ellos, se fabrican circuitos electrónicos, que son uno de los eventos más significativos de la historia de la humanidad. Permitieron almacenar información, comunicarla, procesarla, etc. Y al final eso nos ha traído una revolución sin parangón en la historia. Para que estos circuitos funcionen, como decíamos, necesitamos programar esos circuitos sobre materiales semiconductores.

Hoy, en 2021, estamos viviendo por primera vez en la historia, una escasez de oferta de estos chips. Fábricas de coches paradas en España o Apple avisando a navegantes sobre la eventual escasez de iPhones son solo un síntoma de cómo de dependientes somos de estas piezas de cristal de silicio sobre la que se estampan complejos patrones a través de la luz. El principal fabricante de estos elementos es la empresa Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), novena empresa del mundo por capitalización bursátil. Controla casi el 85% de la oferta mundial desde Taiwan. Tiene clientes gigantes tanto en China (Alibaba, etc.) como en EE.UU. (Apple, Facebook, Microsoft, etc.). Un margen bruto de 20.000.000.000 de dólares frente a los 48.000.000.000 ingresados son buena prueba de la rentabilidad del sector y de esta empresa creada en 1987.

¿Y qué ha provocado su escasez? El efecto látigo o bullwhip effect es, en su acepción logística, un fenómeno de imprecisión en la estimación de la demanda. Y es lo que parece explicar este suceso. En complejas cadenas de suministro, cada proveedor solo tiene como referencia lo que le va pidiendo su cliente (su antecesor en la cadena). La percepción de la demanda se va distorsionando a medida que se aleja del consumidor final. Por lo que desde que el consumidor final cambia su decisión, hasta que llega a todos los integrantes de una cadena, pasa tiempo. Problemas como ofertas especiales, stocks de seguridad o cambios de hábitos drásticos por una pandemia, pueden tardar meses en "amplificarse". La escasez de chips comenzó con un aumento en la demanda de portátiles y otros dispositivos electrónicos para el trabajo o la escuela desde el hogar durante la pandemia. Se produjo un súbito incremento de la demanda. Que ha tardado en generar escasez de disponibilidad, ante la concentración en la producción que existe. El efecto látigo debiera hacernos pensar que ante cadenas tan conectadas, cuanta más información del punto final de la cadena tengamos, cuanto menos ruido y más señal tengamos, mejor para gestionar y decidir. Me sorprende que no se hable más de esto.

En este contexto, es lógico que haya cierto nacionalismo de chips, con apuestas como la de Intel, que quiere retornar la producción a Estados Unidos. El plan de recuperación de Biden habla específicamente de ello. Corea del Sur ha anunciado un plan para invertir 450.000 millones de dólares en crear una industria de fabricación de semiconductores. Incentivos fiscales e inversión pública serán los motores de este plan. Samsung es el mayor fabricante de chips del mundo. Un total del 42% del mercado mundial de algunos tipos de chips son fabricados por la multinacional coreana. Lógicamente, que esta empresa dependa a su vez de otra que tiene el 85% de la cuota mundial (TSMC) de una de tus principales materias primas (semiconductores), no es buena idea. Ahí sí puede funcionar bien la inversión pública. Mientras tanto, en España, el presidente ha presentado España 2050, para que podamos pensar juntos qué país se quiere tener en 30 años. El fondo Next Generation EU de Europa cita poco de semiconductores.

Europa me duele digitalmente.

Dispositivos móviles, consolas de videojuegos, módems 5G, vehículos modernos o electrodomésticos son solo algunas de las industrias que dependen mucho de los semiconductores