NA de las cuestiones que más se han mencionado en las últimas semanas en torno a la pandemia y sus efectos, es que las grandes empresas del mundo están apostando fuerte por el teletrabajo. Esto, al parecer, pudiera provocar un efecto difícil de sostener para un país, como el nuestro, en el que retener talento ya era difícil. Teóricamente, con la vida remota, cualquier ingeniero o ingeniera, en pijama desde Bermeo o Durango, podría estar trabajando para Google. Y eso, evidentemente, para nuestro tejido empresarial pudiera provocar efectos muy perniciosos. Pues bien, creo que podemos estar tranquilos.

Cogiendo como referencia Estados Unidos (que suele ser una buena forma de entender lo que puede llegar aquí pronto), la situación dista mucho de ser de apuesta real por el trabajo remoto. Una encuesta elaborada por KPMG a 500 empresas que facturan más de 500 millones de dólares (lo que llamaríamos grandes), ofrece unos datos muy elocuentes. Solo un 25% de las empresas opina que lela covid-19 cambiará de alguna forma sus operaciones. Las demás, creen que habrá una vuelta a la normalidad pronto. Un 75% de las empresas encuestadas cree que el gobierno debería incentivar el retorno a la oficina. Que eso de trabajar desde casa no es lo mismo, dado que se pierde productividad. Una práctica totalidad de las empresas cree que con la vacunación del 50% de la sociedad, ya se podría empezar el gradual proceso de incorporación en oficinas.

En definitiva, y resumiendo: cuando arrancó la pandemia, estas empresas proclamaron que el trabajo remoto era el futuro. Por eso muchas se declararon remotas. Luego llegó la vacunación masiva (proceso en el que todavía estamos). Las mismas empresas que meses atrás declararon eso, ahora dicen que la vuelta de los empleados a las oficinas es más necesaria que nunca. Google, por ejemplo, una de las primeras que se declaró remota, dijo hace unas semanas que a partir del 1 de septiembre los empleados que quisieran trabajar más de catorce días al año desde casa, deberían solicitarlo formalmente. Y que esto sería evaluado. El nuevo CEO de Amazon, Andy Jassy, ha dicho que es necesario volver a la oficina porque las conversaciones que se necesitan para seguir creando valor no se producen igual desde casa que desde la oficina. Apple ha dicho que a partir de septiembre, al menos tres días a la semana en la oficina. Como suele pasar con las hipérboles empresariales, en ocasiones, es bueno esperar un tiempo para ver las cosas en perspectiva. Los empleados, por otro lado, han descubierto un nuevo mundo. Una encuesta realizada en Estados Unidos a una muestra representativa de la población activa norteamericana sondeaba a los encuestados en cuanto a si prefieren cobrar 30.000 dólares más por ir a la oficina todos los días o quedarse desde casa trabajando. Esta última opción fue la elegida por el 64% de los 3.000 encuestados.

De hecho, poder trabajar desde casa dos o tres días a la semana es uno de los patrones laborales más esperados tras la pandemia. El peligro de estas preferencias son las desigualdades que pudiera generar: un reciente estudio publicado en Harvard Business Review, exponía cómo los empleados remotos habían promocionado un 50% menos que los presenciales.

Pues bien, vistas las dos caras de la moneda, ¿qué nos deparará el futuro? Quizás, un punto intermedio. El transporte público posiblemente se deba redimensionar. Hemos descubierto que la proximidad es importante para los primeros contactos o conversaciones más sensibles, pero no necesaria para el día a día. ¿Por qué perpetuar el modelo de todo presencial? Las megaciudades (algo no tan propio de Europa, aunque sí en algunas como Madrid), partirán con desventaja frente a ciudades con clústers de trabajo (residencia, oficinas y ocio en poco espacio). La vida es cuestión de equilibrios. Por eso debemos repensar siempre con calma los modelos que implementamos cuando descubrimos grandes transformaciones.

Solo un 25% de las empresas opina que el covid-19 cambiará

de alguna forma sus operaciones. Las demás firmas consideran que habrá una vuelta a la normalidad más pronto que tarde