Disfrutar de unas vacaciones, o de una escapada de fin de semana, combinando playa y montaña y añadiendo paisajes increíbles, buena gastronomía y pueblos de postal es posible en Asturias. La cercanía de las montañas, como los imponentes Picos de Europa, al mar lo hacen posible.

Y entre los pueblos marineros del Principado hay tres que brillan con luz propia, aunque la lista de enclaves para recorrer a lo largo de su extensa línea costera sería interminable. Lastres, Cudillero y Luarca son los tres que vamos a desarrollar, pero merece la pena visitar muchos otros como Llanes, Ribadesella, Tazones, Luanco, Puerto de Vega, Navia, Tapia de Casariego y un largo etcétera.

Lastres, el pueblo de 'Doctor Mateo'

Tomando los tres pueblos citados de este a oeste, el primero en llegar es Lastres (Llastres en asturiano). Si alguno de los lectores vio en su día Doctor Mateo, es el pueblo en el que se desarrollaba esta serie de televisión Doctor Mateo protagonizada por Gonzalo de Castro y Natalia Verbeke, aunque en la ficción se hacía llamar San Martín del Sella. Situado en el concejo de Colunga, se asienta en una ladera que cae hasta el mar, con un puerto de pescadores que recuerda su pasado ballenero.

Para disfrutar de las mejores vistas de Lastres lo mejor es tomar una cierta distancia con el pueblo y subir al mirador de San Roque (buen sitio para aparcar), desde el que también se puede ver la cercana playa de La Griega. De este arenal parte un sendero que lleva a un yacimiento de icnitas, que son huellas de dinosaurio. De hecho muy cerca, en Colunga, se encuentra el Museo del Jurásico de Asturias.

Tampoco está lejos, a unos 4 kilómetros, el Faro de Luces, otro de esos lugares con un encanto especial y con vistas para guardar en la retina.

Volviendo a Lastres, sus calles empedradas e inclinadas y con muchas escaleras permiten ver casas tradicionales marineras y también clásicas casonas asturianas y palacios blasonados, además de la Torre del Reloj y la iglesia de Santa María de Sádaba.

Cudillero, encajado frente al mar

Dejando a un lado esta preciosa localidad, y desplazándonos hacia el oeste, una vez pasadas Gijón, Avilés y el aeropuerto de Asturias (todo el recorrido se puede hacer por autovía), aparece Cudillero (Cuideiru en asturiano). Quizá sea el pueblo más fotografiado del Principado y no es para menos, porque encantos y peculiaridades le sobran. De hecho es habitual encontrarlo en cualquier guía o recopilación de los pueblos más bonitos de España.

Obviamente, tantas bondades lo convierten en objetivo de los turistas y se convierte en un pueblo bullicioso, sobre todo en la plaza que está junto a la rampa del que llega el pescado que se sirve directamente en los numerosos restaurantes que ofrece Cudillero, que huele a mar por todos sus rincones.

La imagen más reproducida del pueblo es sin duda, la que se ve desde el puerto, desde donde se aprecia cómo sus casas multicolores van subiendo por calles imposibles trepando por la ladera en la que está encajado el pueblo. Entre los edificios más representativos destacan el faro, la Lonja municipal y, sobre todo, el Palacio de Selgas, que está abierto como museo y que recibe cerca de 25.000 visitas al año.

Si el pueblo es precioso, los alrededores no se quedan atrás. Merece la pena invertir un rato en pasear por las alturas del Cabo Vidio, con sus altísimos acantilados, y acercarse a una de las playas más mágicas de Asturias: la Playa del Silencio, una concha protegida por acantilados e islotes que es tan espectacular desde la arena como vista desde arriba.

Luarca, la villa blanca de la Costa Verde

La última de las localidades de este repaso recibe el nombre de la villa blanca de la Costa Verde y se encuentra ya en el occidente asturiano, en el concejo de Valdés. Se trata de Luarca (Lluarca en asturiano) y es otro pueblo de postal, de esos que ofrecen numerosas vistas diferentes y todas ellas dignas de triunfar en Instagram.

Es un pueblo tan blanco que no parece del Cantábrico, y respira mar e historia por los cuatro costados. Villa marinera, fue un importante puerto pesquero ya en la Edad Media y conserva muchos vestigios de ese pasado: los restos de una fortaleza, siete puentes sobre el río Negro, palacios y casas blasonadas e incluso un premio Nobel nacido y enterrado ahí: Severo Ochoa.

Desplegada en torno al puerto y a la desembocadura del río Negro, que se une al mar junto a las playas, Luarca está flanqueada por dos miradores y por dos ermitas, San Roque al oeste y La Blanca al este, junto a la cual se sitúa un cementerio con unas vistas absolutamente privilegiadas que bien merecen ser disfrutadas en vida. No está lejos de ahí el faro, que también es digno de ser visitado.

El entorno de Luarca mantiene el nivel y cuenta con tantos atractivos que es mejor reservarle un tiempo para disfrutarlo sin prisas. La playa de Barayo, toda una reserva natural, la senda del cabo Busto bordeando acantilados y la ermita de La Regalina en Cadavedo, otra de las clásicas postales asturianas.