ENCONTRÓ al fin la paz Pello Bilbao (25 de febrero de 1990, Gernika) donde la tierra es de fuego, entre Vulcania e Issoire, en el corazón crepitante del Tour. Enrolado en la misión de homenajear la memoria de Gino Mäder, el amigo ausente, Pello Bilbao se elevó para siempre en el imaginario colectivo. Ese amor incondicional, la energía profunda que alimentan los recuerdos, propulsó a la gloria al vizcaino. Con él, de la mano, entró Gino. Una victoria humana, compartida. La más bella y profunda. Para la memoria. Cincelada en la historia del Tour. Tatuada en su biografía. 11 de julio de 2023. La Grande Boucle, la carrera de la grandeur, enfatizó a Pello Bilbao, un ciclista de cuerpo entero. En el de Gernika confluyen la pasión, la determinación, la ambición y la sabiduría de quienes buscan trascender a través del trabajo. En una sociedad desquiciada por la velocidad, obnubilada por el brillo, que se autodevora, Pello Bilbao representa el triunfo de la paciencia, la vista larga y el paso corto. Ajeno al ruido mediático, refractario a la fama, el de Gernika truena en la carretera. Ese es su mayor logro, la conquista desde la normalidad.

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Pello Bilbao gana la décima etapa del Tour

El vizcaino venció en el momento exacto. Cuando estaba preparado. Era su instante, perseguido durante años fuera de los focos. Motivadísimo, encontró la combinación de la cerradura de portón de la inmortalidad en Issoire después de una estupenda actuación. Antológica su manera de correr. A Pello Bilbao no le ha resultado sencillo encontrarse con su mejor victoria de siempre. Forjado en la Fundación Euskadi, pasó por el Euskaltel-Euskadi, continuó en el Caja Rural, maduró en el Astana y brilla en el Bahrain. En la era de los fogonazos y los prodigios, Pello Bilbao ha calado hondo. Es un ciclista contracultural, pero que siempre ha creído en sus posibilidades. Con el de ayer, suma 16 victorias en el profesionalismo. A sus dos laureles en el Giro de 2019 ha añadido su victoria más perseguida, la que siempre imaginó.

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En imágenes: Así ha sido la victoria de Pello Bilbao en la décima etapa del Tour DEIA

El Tour es esquivo y despiadado, aunque naciera de Bilbao y transitará por las arterias de Euskal Herria. Eso le concede aún más altura y poso a la victoria del gernikarra. Doctorado con honores en el Tour. Un lustro después de Omar Fraile, el testigo vasco en el Tour es propiedad de Pello Bilbao.

Para entender la ascensión del vizcaino a la escala de los mejores ciclistas, es imprescindible conocer al gernikarra, su naturaleza serena pero consistente. Un estudiante eterno habita en él perfil de hilo de Pello Bilbao. Esa es la clave. El vizcaino es inquieto y curioso, siempre con ganas de aprender y de mejorar. Eso le ha hecho crecer y fijarle en la peana de los ciclistas más reconocidos en la treintena, cuando otros suelen decaer. Cocción lenta. Se ha hecho un nombre cincelando cada detalle. Su escalada no ha sido la de un meteoro. Ha avanzado pulgada a pulgada. “Poder decir que he hecho mi mejor temporada con 32 años es la mejor de las señales. Además, siento que todavía puedo mejorarlo”, se sinceraba Pello Bilbao en una entrevista con este periódico antes del comienzo de la campaña.

Cada curso, el gernikarra hinca los codos a modo de oposito para seguir aprendiendo. Esa es su inspiración. Enamorado de su trabajo, otro factor determinante. “A mí me gusta disfrutar compitiendo, pero la clave reside en disfrutar entrenando. Yo disfruto con la rutina del día a día de mi profesión. Ese enfoque es el que ayuda a sacar el trabajo adelante con más pasión, placer y sin tener que sentir que estás haciendo un gran sacrificio constantemente. Disfruto con lo que hago. No me vuelvo loco por llegar a unos números concretos o buscar imposibles. Tienes que ser consciente de tus límites para no reventar. Mi planteamiento es el de hacer una temporada regular y consistente”, aseguraba el gernikarra a este diario.

Amante de sus amigos, feliz con los suyos, la familia es un pilar fundamental en Pello Bilbao. Padre de una hija, Martina, casado con Andrea, el gernikarra disfruta con lo que hace. Observa el ciclismo con entusiasmo. Sabe lo que le cuesta disfrutar de su estatus. Por eso lo saborea. “Más allá del ciclismo también ves a gente que va a la oficina con una sonrisa en la boca y energía positiva y hay otra gente a la que le cuesta afrontar el día a día por distintas cuestiones o circunstancias. Pasamos media vida trabajando y si no disfrutas en el trabajo es complicado estar solamente esperando a los momentos de tiempo libre”, disertaba Pello Bilbao, que mantiene viva la curiosidad del estudiante eterno.