A Mikel Santiago (Portugalete, 1975) los lectores le conocieron antes en internet que en papel. Pero una vez que entró en el mercado editorial convencional se ha ganado adeptos en todo el mundo. En esta ocasión presenta la novela Entre los muertos, un nuevo thriller liderado por la jefa de la Ertzaintza Nerea Arruti, pero en el que ella está implicada en un crimen de una forma muy íntima y personal. Este es el tercer libro de Illumbe. El escritor portugalujo, sociólogo de formación, informático en una etapa de su vida, volcado ahora en la escritura, está preparando un programa con ETB que tratará, cómo no, de crímenes cometidos en Euskadi y de crímenes de vasco perpetrados fuera de Euskal Herria. Tras las grabaciones ha salido convencido de que la realidad supera con creces su imaginación.

‘Entre los muertos’, su nuevo libro. Sigue siendo usted muy sangriento.

—Ja, ja, ja... Un poco. No hay buenas noticias desde Illumbe. Hay sangre. En mis libros, noticias buenas, las justas.

¿Cómo es su nueva historia? ¿Cómo la vendería?

—Quizá es la más policiaca que he escrito. La protagonista es Nerea Arruti. Es la jefa de la Ertzaintza que ya apareció en las otras dos novelas de Illumbe. Es una novela independiente. Es conclusiva, pero está correlacionada y tiene puntos en común con las anteriores. Comienza en un paraje de bosque, en una carretera, una pareja de amantes sufre un accidente de tráfico. Enseguida se dan cuenta de que no pueden pedir ayuda a nadie sin desvelar su historia de amor.

¿Una historia de amor prohibido?

—Sí. Deciden separarse. Ella es Nerea Arruti y sale monte a través dejándole a él magullado, consciente y vivo. Al día siguiente, cuando Nerea se despierta y quiere conocer lo que ha ocurrido con su amante; se lo encuentra muerto.

¡Vaya marrón!

—Sí. Está muerto y en unas circunstancias que no tienen ningún sentido. Ella se va a poner con ese caso, pero es algo muy personal y la primera decisión que toma es incorrecta.

¿Qué decisión?

—Ocultar que era la amante del muerto. Vamos a ver un caso diferente. Por un lado, ella es una policía que hace su trabajo y, por otra parte, es alguien que está mintiendo a todos sus compañeros. Mantiene su mentira mientras intenta esclarecer lo que ha ocurrido.

Para ser su imaginario Illumbe tan pequeño y tan paraíso tiene un índice alto de criminalidad. Demasiadas muertes, ¿no?

—Pocas me parecen. Sería una decepción para los lectores que hubiera un asesinato. Pero ahí estoy yo para hacer realidad los sueños mortales de mis lectores.

¿Por qué eligió la zona de Mundaka?

—Le estoy devolviendo a Urdaibai, lo que Urdaibai me dio a mí cuando era niño. De crío veraneaba en San Antonio (Busturia). Eran los años de la fantasía, las noches de verano, las historias de terror, de buscar tesoros por Txatxarramendi... Es un territorio que se ha mantenido virgen en mi imaginación como un lugar fantástico. Es una elección natural, no se me ocurrió ningún otro lugar. Es una zona llena de historias. Tu alma se queda en un lugar y en un momento. Hay una parte de mí que es un niño y que está escuchando una historia de miedo en la playa de San Antonio una noche de verano. Para mí es volver una y otra vez a ese lugar,

Tiene que estar asustado de la mente tan sangrienta que tiene.

—Desde que estoy haciendo el programa de ETB no me asusto de nada, creo que la realidad supera con creces todo lo que yo pueda imaginar. Las novelas nacen siempre de una premisa suculenta, de algo violento, de algo terrible. Pero también las novelas que tienen muchas cosas dentro: sentido del humor, aunque sea negro, y creo que tiene muchas cosas positivas. Tienen mucho de oscuridad, pero no son totalmente oscuras.

Mucho amor no veo en sus libros.

—No en todas. Pero en esta novela concretamente hablamos de una historia de amor...

Un amor prohibido que acaba fatal.

—Hablamos de amor, de fidelidad, infidelidad, del amor de las madres por sus hijos... Hay una serie de personajes que son madres y que están dentro de estas historias por el hecho de ser madres. Hay mucho amor, pero lo veo diferente al amor que pondríamos en una novela romántica.

No le veo yo en el género romántico.

—Yo tampoco. Pero me gustaría, es un tipo de novela que se vende muchísimo. Cada vez que lo intento muere alguien en las primeras quince páginas.

Asesino no es en la vida real, pero ¿romántico?

—En la vida real soy soñador, satisfecho, perfeccionista... Creo que uno de los ingredientes de un artista es aspirar siempre a la perfección. Es imposible de conseguir, pero hay que tener el tesón para intentarlo mil veces.

¿Echa de menos los escenarios más internacionales donde ubicaba sus novelas hasta que llegó ‘El mentiroso’ y decidió trasladarse a la zona del Urdaibai?

—No. Pero es cierto que en Entre los muertos mis personajes viajan un poquito más. Arruti hace dos viajes bastante largos y cruza fronteras en esta novela. Me ha gustado la sensación de viajero, lo que yo era cuando empecé a escribir. También es cierto que tengo muchas tentaciones de volver al pasado, a otras novelas, quizá me plantee hacer una secuela de alguna de ellas. Tengo tentaciones de releerme...

Los escritores no suelen releerse una vez publicado el libro.

—Yo tampoco lo hago. Pero necesito saber cómo se me queda el cuerpo después de esa relectura y preguntarme a mí mismo cómo puedo seguir la historia.

Muchos se preguntarán que hace un licenciado en Sociología reconvertido en informático escribiendo.

—Exacto. Yo también me lo pregunto. Pienso que estos cambios son propios de la gente que es inquieta. Hay gente que tiene una biografía perfectamente simétrica, parece una escultura de Miguel Ángel; en mi caso creo que estamos ante un cubista. Mi currículo es muy raro, lo reconozco.

¿Fue fácil dejarlo todo y dedicarse a escribir?

—No. Hay que arriesgarse y eso es tomar una decisión. Escribir tiene una serie de cosas muy positivas. Cada año que sigo en este oficio, aprendo a valorar más la independencia, el empezar un proyecto cuando tú lo decides y no tener que esperar a una serie de aprobaciones y filtros. Tú decides todo qué hacer cuando tienes una idea. Controlas tus horarios, controlas tu vida y si tienes suerte, ganas dinero.

Dicho todo esto, parece coser y cantar.

—Ja, ja, ja... No, no lo es. Lo malo de escribir es que es muy complicado. Mi trabajo consiste en contar una historia y a veces me siento como el doctor Bacterio que se le explotaban los experimentos en las manos. Es intentar, intentar e intentar hasta que lo consigues. Cuando te cuesta mucho, resulta muy frustrante y hay que unir la soledad. En el momento en el que uno está creando, no hay nadie. Todo es cosa tuya. Es todo muy negro y de mucha soledad. Esa negrura es la parte mala malísima de ser escritor. Pero es un trabajo apasionante, es un trabajo que te define y es una forma de vida.

¿Equilibra esa vida de soledad con la televisión?

—La televisión no tiene final. Me encanta tener compañeros y me gusta ir a los lugares donde se ambienta el programa con el equipo de ETB. Trabajamos, echamos unas risas y se pasa por un montón de situaciones. El trabajo es muy cómodo, es cansado, pero sencillo. Podría ser la antítesis de la escritura. La escritura es muy cómoda; estás sentado, principalmente en tu casa y con tu café preferido, pero es muy difícil. Ser presentador, es lo que soy en este programa, me parece lo contrario: fatigoso, pero es fácil. Para mí este programa está siendo como unas vacaciones. Quizá lo ha sido por variar mi día a día. Me ha resultado cómodo presentar este programa, otros quizá no lo sean tanto.

También ha coqueteado como guionista en Netflix.

—Es una tarea que se parece mucho a escribir. Aunque menos solo porque estás dentro de un equipo. Feria, la serie que hice, ahí está. Creo que estuvo muy bien facturada, muy bien hecha. La disfruté mucho. Quizá no ha tenido la repercusión que nos esperábamos todos, pero estoy muy contento de ese par de guiones que hice para la televisión. Ha supuesto otro aprendizaje a nivel narrativo. Pero me reafirmo que me veo más escribiendo novelas.

Hablemos de música, porque usted le da a todo. ¿Se ha vuelto a reunir con su grupo después de la pandemia?

—Sí. Hemos cambiado el proyecto, ahora nos lo montamos en formato mucho más reducido. Somos tres amigos y nos lo pasamos la mar de bien. La música sigue en mi vida, no se va a ir nunca.

¿No pensó en profesionalizarse en este campo?

—Por supuesto. Estaba convencido de ello. Fue mi primera vocación medio seria en la vida. Compuse mis canciones, grabé algunas maquetas, pero la cosa no cuajó. A raíz de esa decepción fue cuando empecé a viajar y a pensar más seriamente en dedicarme a la ficción. No hay mal que por bien no venga.

¿De qué le ha servido el título de sociólogo?

—Lo utilizo bastante. Cuando terminé esa carrera, lo hice con una visión del mundo: la construcción de los Estados, el origen de las naciones, de las sociedades, la historia de la política... Muchas veces. A un sociólogo, muchas de las noticias actuales le hacen parpadear. Te da la sensación de que falta un poco de perspectiva histórica.

¿Por ejemplo?

—La propia Constitución, parece una ley sagrada. En este tipo de debates, un sociólogo anda en su terreno.

Siempre le ha gustado moverse por el mundo. Sin embargo, lleva mucho tiempo en Bilbao.

—Porque llevo otro tipo de vida. El ser padre te cambia todo tu mundo, varían todas tus prioridades. Además, llegó la pandemia. Una época en la que no me pude mover mucho por la crianza y porque mis padres se pusieron enfermos. Justo en la pandemia tuvimos la grandísima fortuna de concebir a dos mellicitas. Ahora estoy de nuevo de prórroga. Tengo unas ganas de cogerme un avión e irme a la Conchinchina, pero para eso falta. Mientras tanto, me he comprado una furgoneta y me dedico a viajar en familia por donde puedo.

Una familia con mayoría femenina, cuatro a uno.

—Absolutamente. Estoy a su servicio, a la orden. Estoy muy feliz con mis tres niñas y mi chica.

Que le anuncien que va a ser padre de mellizos o gemelos tiene que dar cierta sensación de vértigo.

—Me acuerdo perfectamente del momento, estaba en Mundaka promocionando El mentiroso. Tenía un ordenador delante. Por la pandemia mi chica tenía que ir sola a Osakidetza, no podía ir con acompañante. Me lo dijo y de repente empezaron a aparecerme cosas. Lo primero que vi fue mi ascensor de casa y pensé: No vamos a caber. El coche, también íbamos a ir muy justos... Había que cambiarlo todo. Suerte que Ainhoa es más calmada que yo. No cambiamos todo lo que yo pensaba, solo unas cuantas cosas.

Para equilibrar le falta un niño en su prole, aunque tampoco empataría.

—Ja, ja, ja... No, para nada. Yo ya he cumplido con la biología, con la historia, con la Seguridad Social, la demografía... Y de sobra. No, no. Estoy encantado con mis tres hijas.

“Uno de los ingredientes de un artista es aspirar siempre a la perfección. Es imposible de conseguir, pero hay que intentarlo”

“La música fue mi primera vocación medio seria. Compuse canciones, grabé algunas maquetas, pero ?la cosa no cuajó”

“Me gustaría escribir romántica, vende mucho más, pero a las quince páginas ya hay un muerto. Así que es imposible este género para mí”

“Le estoy devolviendo a Urdaibai lo que Urdaibai me dio cuando era niño. De crío veraneaba en San Antonio (Busturia) ”