Está convencida de que la literatura resistirá al tsunami de la narración audiovisual del universo electrónico. “Hay algo que nos da la lectura que no nos lo da nada más; un momento mágico en el que quien escribe y quien lee se unen en la lejanía, una especie de encuentro de intimidades al que es muy difícil llegar de otra manera; la literatura se mantendrá viva porque es esencial para nuestras vidas” asegura.
¿Qué es el talento?
—Estoy convencida de que a lo que llamamos talento, finalmente no es otra cosa que amor por lo que haces y mucho trabajo.
¿Cómo te diste cuenta de que tenías talento para la narración?
—Siempre me ha gustado leer, desde niña, y ese amor por la lectura es el que me llevó a querer escribir.
¿A quienes narradoras y narradores admiras?
—De nuestra literatura a Bernardo Atxaga, Eider Rodríguez, Harkaitz Cano y muchos más… Y en general, especialmente he admirado siempre a las y los grandes cuentistas: Julio Cortázar, Carson McCullers, Katherine Mandsfield, Alice Munro, Raymond Carver, Lorrie Moore, John Cheever… Las novelas de Annie Ernaux, Margarite Duras, Bohumil Hrabal y la poesía de Wisława Szymborska, por ejemplo… también han sido una constante en mi vida.
Las historias ¿dentro o fuera?
—Están fuera y dentro. Yo diría que es mostrar cómo ves lo de fuera y también tu interior, siempre desde tu mirada.
¿Contamos siempre lo mismo?
—Dicen que las y los escritores escribimos permanentemente el mismo libro. No siempre es el mismo, pero las constantes sí. Nuestras obsesiones, nuestras preocupaciones, nuestros deseos, acaban apareciendo y repitiéndose en los libros, aunque siempre de una manera diferente.
¿Qué retos te propones superar como narradora?
—Para mí el gran reto es ser fiel a lo que realmente quiero contar, y hacerlo de una manera única.
¿Es el talento un don?
—Si el talento es amar un oficio o una actividad con mucha pasión, siempre es un regalo. Es una de las cosas que da sentido a tu vida.
¿Cuánto de una narración depende del talento de quien lee?
—El lector o la lectora es un agente activo. Cada persona lee un libro desde un lugar diferente y con una ‘mochila’ de experiencias diferente. Y, por supuesto, hay lectores que por su experiencia lectora y su conocimiento de la literatura llegan a capas más profundas del texto, captan más cosas, tienen más claves.
Las narraciones de las jóvenes generaciones que se dedican más a contar su vida e interactuar por dispositivos que a leer o escuchar las historias de abuelas y abuelos junto a la mesa ¿Cómo serán?
—Creo que cada generación tiene algo que contar y ellas y ellos también lo van a tener, porque a pesar de que sus relaciones se desarrollan de una manera diferente a la nuestra, las grandes preocupaciones, deseos, etc., de los seres humanos no son tan diferentes a lo largo de la historia. Y seguirán hablando del amor, del paso del tiempo... Aunque lo hagan de un modo diferente.
¿Es primero la estructura de la narración o la intuición y la necesidad de contar?
—La estructura y la historia son un todo. En mi caso, primero está el deseo de descubrir qué quiero contar. Por eso empiezo a escribir sin saber muy bien hacia dónde voy, siguiendo una intuición. Y luego, poco a poco, a medida que voy descubriendo lo que quiero decir, plantear la estructura es vital. Hay que empezar a construir el edificio, con sus planos, sus medidas…
¿Existe el talento para el relato y el talento para la novela?
—Cada escritor o escritora encuentra el género que le permite expresarse mejor. Yo voy alternando cuentos y novelas, y la manera de trabajar en unos y en otras es diferente. La escritura de una novela acaba convirtiéndose en algo obsesivo, pasas mucho tiempo con los mismos personajes, la misma historia… Los cuentos te permiten cierto zapping mental que quizá es más saludable mentalmente. De todas formas, cada historia te pide un género u otro.
¿Impactará la inteligencia artificial en el oficio de las personas que cuentan historias?
—La inteligencia artificial (IA) puede confeccionar historias, con mayor o menor éxito, pero creo que justamente la literatura lo que nos aporta es la visión única del mundo de una persona y su manera única de contarlo. Confío en que la IA nunca va a llegar a eso.
¿Qué características te parecen más representativas de tu manera de narrar?
—Mi manera de narrar es la de una sencillez buscada, diría yo. No tengo la pretensión de hacer malabarismos con las palabras, sino conseguir trasladar la imagen que tengo en mi cabeza a la de quien lee de la manera más precisa y eficaz posible. La belleza está en la eficacia de esa transmisión.
¿Qué dificultades tienes que superar para escribir?
—Sin duda, la mayor dificultad es el tiempo. No tengo el tiempo suficiente para escribir, y esto me hace robar horas al ocio y al sueño. Esa es ahora mismo mi mayor problema a la hora de escribir.