Es un conversador nato y tiene el don de la palabra. Sabe improvisar, cortar un tenso debate y poner orden sin que la sangre llegue al río en La Sexta noche. La Sexta nocheA lo largo de más de ocho años ha conseguido sobrevivir a convocatorias electorales, tensos momentos políticos y en estos momentos a la pandemia. Sabe que pocos apostaban un euro por él cuando en diciembre de 2012 La Sexta anunció que iba a presentar un debate de política y economía un sábado por la noche. Lo que tenía enfrente gozaba del beneplácito del público. Los programas de José Luis Moreno eran sensuales y atraían a un sector importante de los espectadores. En Telecinco triunfaba Jordi González con un programa que mezclaba corazón y sucesos. Sin embargo, el de Portugalete logró lo que parecía imposible, generar interés con un debate que hablaba de temas más serios.

Empecemos con su trayectoria en televisión. Muchos años desde aquellos programas que usted hacía para Telebilbao.

—Y tanto... Ha pasado mucho tiempo desde aquel año 93 en el que todo empezó con un casting que hacía Joseba Sorozabal. Fíjate, fue en la desaparecida discoteca Tiffany's. Yo descubrí estando en la fila, había miles de personas para hacer esa prueba, que se trataba de una televisión local de la que ni siquiera había oído hablar...

¿Y a qué creía que se presentaba cuando fue a ese casting?

—Vivía entonces en Algorta y hasta allí no había llegado la señal de Telebilbao. Pensaba que íbamos a hacer de extras en una película. Cuando me acercaba a la puerta, me enteré que buscaban gente para una televisión local. Esto ocurría en septiembre del año 93. Sí, ha pasado mucho tiempo y aún sigo dando la lata en la tele, espero que dure algún tiempo más.

¿Qué sintió cuando fue uno de los elegidos de Sorozabal?

—Pensando que iba para extra de una película, me sentí desconcertado. De allí, de esos miles...

¿Miles? Un poco exagerado, ¿no le parece?

—Ja, ja, ja... Puede ser, pero la cola era larguísima. Salimos de allí una decena de chavales, todos muy jóvenes, para entrar en esa televisión de la que yo no sabía nada. Nuestro primer encargo fue presentar videoclips. Con esos videoclips se rellenaba parte de la programación de Telebilbao. Eso fue lo primero que empecé haciendo.

Y usted en su salsa, ¿no?

—Pues no sé qué decir. El enamoramiento con el medio fue poco a poco. Estaba estudiando Ciencias de la Información pero por la rama de Publicidad. Yo quería ser creativo publicitario.

No le veo en ese campo.

—A mí me gustaba mucho. Lo de la tele fue muy paulatino. Mi labor en Telebilbao me llevaba una hora o un par de horas cada día de lunes a viernes. Nos íbamos turnando los seis o siete presentadores de un programa muy largo que ocupaba toda la tarde. ¡Madre mía cuánto ha llovido desde entonces!

Si lo cuenta, muchos no se lo van a creer.

De los que hacen televisión, hay muchos que se lo creen. Muchos hemos empezado de aquella manera. No se llega a la tele y te dan un prime time. Si algún estudiante piensa eso, que se lo quite de la cabeza, hay que currárselo y mucho.

28 años, la mitad de su vida. ¿Qué dice ahora?

—Que el primer sorprendido por esta carrera soy yo. Son muchos años y en los comienzos no sabes muy bien cómo vas a terminar.

Debía tener mucho cariño a Telebilbao, incluso estando en ETB se resistió a dejar la cadena de Sorozabal.

—Telebilbao era una tele pequeñita, pero tenías que ser autodidacta. Al haber poca gente, uno tenía que ser capaz de hacer de todo. Podías vender tu programa en las tiendas de Bilbao. Hacías publicidad, con lo cual te sacabas un sobresueldo. Además, eras el único guionista, el único director y el único editor.

Usted se lo guisaba y usted se lo comía.

—Exactamente. Al haber tanta franja horaria por llenar y ser tan poca gente, lo cierto es que teníamos una libertad absoluta para plantear todo tipo de programas y cuestiones que se te ocurrieran y teníamos todo el tiempo del mundo para aprender a hacer televisión. En Telebilbao aprendí mucho. Yo estuve muy cómodo y compaginé la tele con Radio Nervión. Completaba mi sueldo vendiendo publicidad por las mercerías de Bilbao, era un comercial muy malo, pero alguna cosa arañaba de vez en cuando. ETB me había llamado y me había ofrecido algunas cosas.

¿Y dijo que no?

—No me acababa de convencer lo que me ofrecían, no eran programas que me llenaran y en Telebilbao tenía la opción de hacer prácticamente lo que me diera la gana, disponía de una libertad absoluta. Eso me convencía y no tenía ganas de meterme en proyectos que yo no veía muy claros. Si me metía en ETB era para hacer una labor más específica y...

Alguna ventaja tendría.

—La oferta económica de ETB era infinitamente más tentadora que la de Telebilbao. Pero nunca he tenido prisa, tampoco cuando me llamaban desde Madrid, me apresuraba a ir corriendo. Entonces, estaba muy cómodo en ETB y no tenía especial prisa por moverme.

Quiere decir que se hacía de rogar y podía decir que no tranquilamente.

—Tampoco es eso, no soy tan arrogante. Siempre he esperado que los proyectos me convencieran, que me gustaran y procuraba no lanzarme de cabeza a nada. Todo es una tentación, pero siempre tienes que pensártelo muy bien. No me gusta ir a lo loco. He pensado en mi carrera como algo de largo recorrido, de fondo en la que hay que escoger muy bien los proyectos a los que vas.

Y en esa carrera de fondo llegó ETB y 'Pásalo'.

—Antes, entré en ETB en Lo que faltaba. Estuve con Txetxu Ugalde y Yolanda Alzola. Me llamó Arri Granados y fue cuando coincidí con Adela (González) por primera vez. Ella tenía una sección de cacharritos. Mi primer cometido en Euskal Telebista fue comentar lo que era el gran fenómeno televisivo del momento, Gran hermano. Lo que pasaba en el reality de Telecinco lo comentaba en las tardes de ETB-2. Pero antes de Lo que faltaba, quien me llama es Antxon Urrosolo para un programa que se llamaba Cien por cien vasco y me dejó total libertad para trabajar. Hacía las encuestas de calle y Antxon me daba mucha libertad a la hora de plantearlas. Estaba encantado, se me permitía compaginar este programa con lo que hacía en Telebilbao, ambas cadenas estaba de acuerdo y a mí me apetecía estar en las dos.

Y de comentar 'Gran hermano' ha pasado a tratar con Eduardo Inda y Francisco Marhuenda en 'La Sexta noche'. ¡Qué nivel!

—Ja, ja, ja... Sin maldades. En medio de estos dos polos, Lo que faltaba y La Sexta noche, que me pones por delante han pasado muchos años y otros programas. Hay muchas experiencias anteriores al programa que presento actualmente. Desde 2004 a 2010 estuve en Pásalo. No tratábamos tanto tema político, pero sí que tratábamos mucho tema social. Fue en Pásalo cuando empecé a conocer el percal. Hay que tener en cuenta que yo nunca me había planteado mi carrera llevando un programa político, jamás. Luego he acabado teniendo más éxito con un programa de contenido político que con otros que he hecho. Todo ha sido cosa del azar, cosas del destino. Donde me encontraba más cómodo era en programas de entretenimiento.

Y nadie le imaginaba haciendo un programa con traje y corbata.

—Ni siquiera yo me imaginé que un día estaría en un plató con traje y corbata hablando de economía y política. Encima, hacerlo en prime time. Esta profesión da muchas sorpresas. Se planteó la posibilidad en un momento en el que había muchos cambios en ETB y yo estaba con proyectos nuevos.

Ya, pero todos le hubiéramos visto en aquellos momentos en un proyecto más ligero, un concurso, por ejemplo.

—Sí, puede ser. Pero los de La Sexta estaban muy convencidos con su proyecto.

¿Y usted?

—A mí me parecía un reto totalmente diferente y ellos me ofrecieron tener toda la paciencia del mundo. El programa cuajo enseguida, pero ellos me dijeron que me iban a dar tiempo. Sabían que era un erial para ellos, que el sábado a la noche era un terreno muy complicado, que Telecinco mandaba, que a veces también mandaban los programas de Moreno con desfiles en bikini y Bertín Osborne. La Sexta apostaba por algo distinto. Era novedoso meter la política y la economía en un prime time y en sábado. No parecía que iba a tener hueco La Sexta noche, una vez más me equivoqué. Tengo mucho que aprender en esta profesión.

Supongo que era consciente que muchos no daban un duro o un euro por un Iñaki López de traje y corbata y hablando de cosas serias.

—Sabíamos que no teníamos todas las de ganar, pero lo que me convenció fue que había que tomárselo con mucha calma, que no tenían prisa, que había paciencia de por medio. Ese fue un elemento que me convenció. Las expectativas de la cadena eran bajas respecto a la audiencia, pero querían apostar por este programa. Por mi parte, era el momento de dar el salto porque estaba acabando un par de proyectos en ETB y no sabía qué iba a pasar conmigo. Era el momento en el que me apetecía probar algo distinto. Me dije: Vamos a probar, como mínimo, aquí voy a aprender latín. Me lancé pensando que iba a ser cuestión de unos meses. Al principio me alojaba en hoteles, no perdí el tiempo ni en buscar el alquiler de una casa.

¿Hombre de poca fe?

—Hombre realista. Empezamos en enero y me dije: Vamos a ver si llegamos a verano. Durante los seis primeros meses estuve viviendo de hotel en hotel, reservaba el lunes la habitación del miércoles.

Si tendría que hacer un balance...

—Un balance positivo. Son muchas horas las que dura el programa, pero tengo que decir que he aprendido mucho. Un debate siempre es muy intenso, hay momentos de tensión. No hay tiempo para relajarse, pero es un espacio que me ha dado mucho.