Vascos por el Mundo comenzó como un programa de verano pero la apuesta se consolidó y, cuatro años después, llega a su entrega 200. Programa tras programa ha ido tendiendo puentes con vascos y vascas que están lejos de casa. Todo ello con el trabajo de reporteros que, como Pedro Mardones, ven como en muchos lugares saben mucho de nuestra tierra.

¿Viajero por obligación y por devoción?

Es un placer poder combinar mi gran pasión, que es viajar, con mi trabajo. Aunque cuando tengo vacaciones intento buscar destinos de proximidad porque acabo asociando hacer maletas a trabajo, cosa que hace cuatro años, cuando empecé en Vascos por el Mundo, no me pasaba.

¿Sois conscientes de ser una especie de “agentes de viajes”?

Lo bonito de nuestro programa es que es un equilibrio entre la vida de los vascos que viven por todo el mundo y mostrar los lugares que uno no se puede perder. Lo que lo enriquece es que es una guía de viaje contada a través del que puede ser tu vecino de Getxo o de Gasteiz. Te lo puede estar contando un ingeniero o un artista.

Los reporteros del programa sois como un Euskadi en carne y hueso en la otra punta del mundo...

Es como si a todos estos vascos fuera a visitarlos un embajador. Cuando llegas y pueden hablar en su lengua, para muchos es como estar en casa.

Vascos por el Mundo llega a los 200 programas y lo celebra ni más ni menos que en Sídney.

Empezamos como un programa de verano y llevamos cuatro años sin parar. Y a estas alturas, ¿a dónde podíamos ir? Pues a Sídney. Mi sueño era conocer Australia y estoy muy agradecido por haber podido grabar este programa en un lugar tan icónico como la bahía de Sídney. Una de las vascas allí me dijo que el Gure Txoko de la ciudad está construido con cemento de la Opera House.

Un programa, entonces, muy especial.

¿Sabes lo que es sobrevolar la bahía de Sídney, el Harbour Bridge, la Opera House en un hidroavión y aterrizar en la misma bahía?. Lo que más impresiona, al margen de lo moderna, cosmopolita y multicultural que puede ser Sídney, es la naturaleza. Canguros en libertad, acariciar koalas. Es un sueño cumplido.

¿Cómo son las vascas y vascos que conoceremos hoy?

El arranque creo que es de los mejores. Estamos con Oscar, de Gasteiz. Un guía turístico que nos presenta el origen de la ciudad vestido de almirante y nos hace un recorrido por la parte antigua de la ciudad, comemos pizza de canguro y por la noche se transforma en Miss Seafood Paella (Miss Paella de Mariscos) y la noche es loca no, lo siguiente. Arrate es de Ordizia y se dedica a la enseñanza, está aprendiendo a surfear e intenta enseñarme. También conocemos a Iñigo, de Barakaldo, que lleva allí seis meses. Te cuentan cómo es su llegada allí con una visa de trabajo o turística y como son sus primeros trabajos.

¿Os habréis encontrado innumerables sorpresas en todo este tiempo?

Me ha sorprendido mucho que en todas las partes del mundo se conoce Euskal Herria. Mucha gente ha venido a hacer surf a Mundaka, a degustar nuestros pintxos… Hasta me han parado en aeropuertos. Les dices que eres vasco, te ubican y eso te llena de orgullo. Es increíble ir a pedir a un surfista en Bondi Beach que exclame ¡Vascos por el Mundo! y te diga que ha estado surfeando en Mundaka. Sorprende lo lejos que está llegando la marca Euskadi.

¿Con cuántos vascos ya muy “latinos”, “estadounidenses” o “nórdicos” os habéis encontrado?

Pasa de todo. Una de las cosas que más me sorprende después de cuatro años y 200 programas es que la gente se sigue emocionando cuando recibe vídeos sorpresa de sus familiares. Que igual han hecho una videollamada la víspera, pero la lejanía hace que la tierra tire. Además, muchos llevan tantos años en destino, sobre todo en Hispanoamérica, que se les contagia el acento. Les digo “¿pero vosotros sois vascos de verdad o me habéis tomado el pelo?”. Al pensar en inglés, muchas palabras te las dicen en spanglish o en inglés directamente.

Y todos acaban muy contentos con la experiencia en el programa.

Se sorprenden del trabajo que hay detrás de cada programa. Hay historias de mucho éxito y también de mucho sacrificio. Recuerdo que entrevisté a Kepa, en Mendoza, Argentina, que se fue con un año o dos en un transatlántico en un viaje de veinte días. Se ha criado en Argentina pero con 80 años, sigue sintiéndose vasco. Eso es lo bonito, poder contar las historias de vida de todos los vascos que siguen sintiéndose como tales más allá de los kilómetros, los años y los cambios culturales. l